El PSOE actual, desde Zapatero a Sánchez, avanza en una concepción líquida del Estado de Derecho, eje vertebral de la democracia liberal. Con una Constitución abierta, sin separación neta de poderes y sin controles efectivos, la onda expansiva de la voluntad de poder se impone por los hechos del Gobierno social-comunista, sustentado por enemigos de la Nación, secesionistas y filoterroristas.
Los efectos disolventes son notorios: la inseguridad jurídica y el intervencionismo político de la economía ahoga la competitividad, detrae la inversión y precariza la actividad con efectos negativos en el crecimiento (informe INE) y el empleo (tasa de paro del 14,3% de la población activa, y tasa de paro juvenil del 39,5%—enero 2021—, la más alta de la UE). España ocupa el puesto 16 de 27 de los países de la UE en empleos de innovación, inversión pública en I+D y apoyo a la privada, está un 72% por debajo de la media en exportaciones de servicios intensivos en conocimiento; la obsolescencia de la ley electoral diluye la representatividad unitaria del pueblo español en las Cortes (es evidente su degradación por el socavamiento de populistas y separatistas, división, trivialidad, insultos, parcialidad, desprestigio); la manipulación política de la judicatura alcanzó máximos con la LO 4/2021 que limita las competencias del CGPJ (el Poder Legislativo y el Ejecutivo limitan la competencia del poder judicial, de “perniciosas consecuencias”, según advierte el Tribunal Supremo); la politización partidaria de la Fiscalía, dirigida por la exministra socialista Dolores Delgado, y de la Abogacía, no ya del Estado sino del Gobierno; la instrumentalización política de la comunicación, directa e indirecta, incluido el CIS de Tezanos, transmite ideología para modelar el marco mental de los ciudadanos y convertirlos en clientes electorales; la destrucción del sistema educativo español, convertido en un conglomerado atomizado, donde prima la verborrea vacua con pretensiones pedagógicas, los resultados mediocres, la ideologización y el adoctrinamiento…
Es desoladora la pérdida de confianza en las instituciones: la desconfianza en el Congreso de Diputados (76%), en el gobierno de la Nación (74%), en la judicatura (51%)
La confianza en el sistema político, con instituciones politizadas, está en mínimos. La encuesta del Eurobarómetro 2021 arroja datos demoledores: el 91 % de los españoles opina que la situación económica es “mala”, y llega al 94% el pesimismo sobre el paro. Estos datos están muy por encima de la media europea. Es desoladora la pérdida de confianza en las instituciones: la desconfianza en el Congreso de Diputados (76%), en el gobierno de la Nación (74%), en la judicatura (51%).
La mesa bilateral, entre el gobierno central y la autonomía catalana, al margen de las instituciones constitucionales, es otro motivo de deterioro, pues no casa con los usos democráticos; se sitúa en el ámbito iliberal al anteponer la voluntad de poder, sin garantías de transparencia, legalidad, seguridad jurídica e interdicción de la arbitrariedad.
La mesa de marras escenificó en Barcelona (15.09.2021) el primer encuentro bilateral, presidido por los dos presidentes con un ritual escénico y simbólico de dos estados soberanos. El relato difundido y la iconografía mostrada delatan las posiciones: Sánchez transmite voluntad de apaciguamiento con los nacionalistas que es el camino directo a la cesión. Pretende justificar lo injustificable apelando vagamente al diálogo y al reencuentro para que los ciudadanos, más allá del hecho falaz, se guíen por las intenciones. Por su parte, Aragonés propaga la voluntad de poder secesionista: exige amnistía por los delitos cometidos por separatistas de ERC y de Junts, exige el referéndum de autodeterminación y la independencia. Es decir, ERC se declara enemigo de la Nación española y su orden constitucional ¿cómo puede presidir una institución española como es la Generalidad y ser el máximo representante del Estado en su autonomía? ¿cómo puede Sánchez co-gobernar la Nación con un partido antiespañol? (lo ilustra el viaje de Aragonés a Cerdeña, pagado por los contribuyentes, para apoyar a un huido de la justicia).
Una mesa engañosa
Mesa de “diálogo”, para Sánchez y de “negociación”, para Aragonés. Sánchez, genuflexo ante los separatistas. Aragonés expectante de obtener más de lo posible exigiendo lo imposible. Engañosa mesa en la que una parte no reconoce a la otra salvo para sacar tajada a costa de los españoles: Sánchez necesita ganar tiempo, contar con ERC para aprobar los presupuestos, mantenerse en el poder y concluir la legislatura. Aragonés necesita ganar tiempo para afianzarse en el poder autonómico frente a Junts (antigua y nueva estirpe pujolista), aunque ante acontecimientos que afectan a la “tribu nacionalista” van unidos, “prietas las filas”, como con la detención de Puigdemont en Cerdeña por orden del Tribunal Supremo, con escenificaciones, aspavientos y violencia. El secesionismo es antitético a la democracia.
Vistas las posiciones expuestas, ambos operan al margen del principio de realidad: ambos son españoles, con responsabilidades constitucionales; ambos representan al Estado español, uno como presidente el gobierno de España y el otro como presidente de una autonomía. Ambos, como “poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico” (art. 9.1 CE).
Pero, haciendo caso omiso a su responsabilidad constitucional, Sánchez sigue con la ocurrencia del falso diálogo. Cuenta con el apoyo de Zapatero, quien en una intervención reciente en Alicante ha dicho: mantener el diálogo como “único camino lógico con Cataluña”. Este juicio de Zapatero contiene tres falacias: Una. Hay otros caminos dentro del Estado de derecho democrático, defender los intereses de España, no negociar con separatistas y tomar decisiones para que no tengan poder institucional. Dos. Los postulados lógicos se fundan en principios básicos, por ejemplo, el de razón suficiente: para sustentar este juicio debe haber algo que lo sustente racionalmente, pero no se da el caso vistas las posiciones expuestas. Tres. La mesa no es con Cataluña, sino con un gobierno autonómico independentista que sólo representa a los separatistas, fuera del orden constitucional.
Estos políticos utilizan el diálogo como reclamo, pero es una artimaña de sus intereses. Recientemente escuchaba una intervención en video de Joseba Arregui, sociólogo, teólogo, político y profesor, recientemente fallecido, en el marco del homenaje ofrecido en Barcelona por la asociación Impulso Ciudadano, en la que explicaba el sentido real y constructivo del diálogo. Decía así: “Para que haya diálogo (político) se requiere compartir un marco común (Nación española, Constitución, ley), un código de comunicación (lenguaje y gramática democrática), y un esfuerzo moral y mental”.
Después de esta primera reunión protocolaria, con bombo y platillo, viene la parte oscura de los encuentros bilaterales discretos, ocultos. ¿de qué hablarán?
Tres requisitos de la comunicación humana honesta. Ninguno de los tres se da en esa mesa de la ensoñación y del engaño. Es una mesa de la añagaza humanista del diálogo (Sánchez) y de la negociación por más poder antiespañol hasta el desbordamiento (Aragonés) y la amenaza de unilateralidad (Puigdemont).
Después de esta primera reunión protocolaria, con bombo y platillo, viene la parte oscura de los encuentros bilaterales discretos, ocultos. ¿de qué hablarán? ¿con qué cesiones intentará el gobierno apaciguar la ambición secesionista?
Esta mesa bilateral ¿a quién beneficia? En primer lugar, a los participantes: socialistas, comunistas y separatistas. No percibo ningún beneficio para la vertebración de la Nación española ni para los derechos de los españoles, así como tampoco para el progreso económico condición del progreso social. Es más, al profundizar en la fragmentación, que es lo que esperan obtener los separatistas y lo que Sánchez está dispuesto a dar en aras de esa idea destructiva del plurinacionalismo, España queda varada en el ruido interminable de las cuitas internas alimentadas por la división creciente, caldo de cultivo en la espiral de degradación. Es lo más opuesto a la unidad de Estado necesaria, mantenida en el tiempo, para acometer reformas estructurales correspondientes a la 5ª revolución industrial. Desde el siglo XIX hemos llegado siempre, tarde y mal, a los cambios estratégicos de las revoluciones industriales, obstaculizados por liderazgos ineficaces, tribalismo político e insolvencia.
Proceso de desguace
España, una Nación histórica en proceso de desguace político lingüístico y cultural en beneficio de las élites localistas, de los separatistas, de la partidocracia, de los globalistas. La división creciente y la falta de eficacia en los factores competitivos contribuyen al desprestigio de España en el mundo, y su posición de poder dentro de la UE está cada día más debilitado.
De seguir en este proceso regresivo, olvidémonos se ser un actor global de civilización hispánica en un mundo en transformación, con el eje de poder mundial desplazado del Atlántico al Pacífico, que fue el “lago español” desde el siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XVIII, y que en su costa occidental desde California a la Patagonia se habla español. Muchas naciones hispanoamericanas, en lugar de aprovechar este valioso activo de unidad cultural, se entregan también al fraccionamiento indigenista y las guerras identitarias que otros aprovechan para sus intereses de dominación.