Tras explorar la emersión china y el credo geopolítico imperante, en "La conquista de Eurasia", y el brexit, en "La Anábasis británica como antesala del postglobalismo", resulta casi obligado analizar cómo se dio el relevo de los británicos por los estadounidenses tras la anterior crisis del orden mundial comparándolo con la actual. Como el tema es inabarcable en una entrega, nos centraremos en la comparación de las capacidades macroeconómicas, basándonos como siempre en los datos; empezaremos haciendo un rápido repaso de elementos también muy importantes, como los relativos al orden y pensamiento dominantes de entonces y ahora, haciendo la correspondiente autocrítica. Vamos a ello.
La Pax Británica
Si existe un período de la historia clave y de obligado estudio para entender de donde viene el estado actual de nuestra civilización, ese es el de la globalización regida por los británicos, período comprendido entre 1830-1939. Es en ese saeculum británico que se refuerza la idea de un orden civil, donde el liderazgo militar está subordinado y el religioso está separado del gobierno; por supuesto, al entrar en crisis ese orden, se lanzan alternativas no "civilizadas" por parte de sus competidores de la Europa continental, todas formas de mesianismo político como el fascismo, nazismo y el comunismo (entonces el islamismo no contaba como ahora).
El orden de este saeculum (o ciclo generacional) es imperial (hoy es socialdemócrata) con un "espíritu de un tiempo", o zeitgeist, binario entre el colonialismo y el liberalismo. Desde el continente se copia a los británicos (como ahora a los estadounidenses) en aquello que más conviene a sus castas, así que se tiende más al imperialismo colonial por su componente autoritario y estamental, evitándose que el pueblo elija representantes y optando por el sistema electoral proporcional de listas de partido (desechado por De Gaulle, lo vimos); son los casos tardíos de Francia, Alemania, Italia y, en cierta medida, España, sistema que aupó los mesianismos políticos del nazismo, fascismo y frentepopulismos comunistas. Ya se ve que no aprendemos.
Los británicos intentan legitimar su forma de gobierno y así es como toma fuerza y vigor el liberalismo, siendo destacable, por poner un caso, el debate entre las ideas (ejemplo) de Edmund Burke y John Stuart Mill sobre un gobierno representativo del votante, un ejercicio civilizado que en este mundo el control mediático para el agitprop, el momio y la promoción de la servidumbre, dominado por el copia y pega, por troles y activistas difamadores a sueldo del Establishment político, suena a chino o molesta; pero así vamos, directos a perder la convivencia civilizada.
Economía y Pax
Por supuesto, los británicos intentan mantener su supremacía y extender diplomáticamente su modelo utilizando su potencia cultural, tecnológica y económica, según sus intereses y, desde cambios internos, como el voto a los católicos o las independencias de Canadá y Australia (temas que tratamos a analizar esos países), a los externos, como la promoción de las inversiones de Cataluña y País vasco, al apoyo a la unificación italiana, la observación amenazante sobre el resultado de la guerra franco-prusiana, la colaboración con Japón, las Guerras del Opio (o Crimea), el "reparto" colonial de la Conferencia de Berlín para dar aún más espacio a Alemania o la Reina Victoria como la suegra de Europa y así, todo un largo etcétera del que, como lo anterior, solo podemos hacer un breve resumen pero en el que los paralelismos sobre el reparto global actual son más que evidentes.
La capacidad económica para hacer todo eso la vemos en lo que llamamos el núcleo duro del Imperio ("UK-core-emp" en la gráfica anterior), los primeros que ponían la tropas, donde incluimos a Suráfrica, fuente fundamental en el mantenimiento del patrón oro que fue clave en el crecimiento económico y la expansión global del comercio, un país que, como los otros, analizamos (enlace), trabajo que, por cierto, nos sirvió también para calibrar nuestro mal hacer. Al analizar ese núcleo duro, vemos que su participación en la producción total mundial, o PIB global, hace su máximo en torno al 12.5% durante el período 1860-1890, tras capitanear la Revolución Industrial (1760-1820), lapso en que también mantuvieron una superioridad tecnológica, comercial y financiera; además, gestionaron tres ciclos económicos largos, el del Textil (1784-1844), el del Ferrocarril (1845-1895) y, finalmente, el que aprovecharon peor, el de la Producción en Masa (1896-1949).
Ruptura de la Pax
Esta ocurre poco después de que Alemania alcanza una participación en el PIB mundial similar al británico (siguiente gráfica), algo que también consiguió Rusia por las mismas fechas. El orden y el pensamiento imperantes no dan más de sí y, al igualarse la potencia económica el retador, pasa a la acción violenta y rompe la baraja; de entonces viene el intervencionismo y la subversión de los vecinos, practicada sobre todo por franceses y alemanes (Mano Negra, Lenin, etc.) y que aún persiste, como se vio en el caso de la implosión yugoslava o en el nuestro. Hay que pensar que con ese 12,5% del PIB mundial, los británicos consiguen controlar - además de una extensa lista de territorios, bases militares, etc. - a la India que, incluyendo Pakistán, partía del 16%, y parcialmente a China, que empezaba ése ciclo (o siglo, saeculum) con un 24% (1850).
Destaca también que Estados Unidos supera a los británicos en 1890, justo cuando ambos pasan a los chinos; para ello utilizaron una estrategia muy americana, estos es, muy pragmática, de liberalismo, sobre todo político, y un proteccionismo económico similar al de Alemania que, rodeada de gigantes, se centra en la tecnología, el militarismo y la subversión exterior.
Por supuesto que la estadística de la gráfica anterior muestra muchas otras cosas, como la petite France, el coloso americano, o la caída rusa de 1913-1920 y, su recuperación y posterior caída por la sangría de la Segunda Guerra Mundial, pero no entraremos en ellas. Lo que si señalaré es la cerrazón franco-británica, tras la Primera Guerra Mundial, en no cambiar sus respectivos órdenes, más allá de fijar nuevas fronteras, algunas hoy en cuestión y que, al persistir la degeneración de lo viejo (como en la UE hoy), propició que, tras el cambio de orden en Italia (fascismo) y Alemania (nazismo), al primer patadón, el tinglado francés se viniera abajo; los británicos se salvaron por el canal y lo poco realmente nuevo, la RAF, siempre apoyada por Churchill, un maverick detestado por el Establishment que tuvo más suerte que de Gaulle, experto en blindados y arquetipo de la generación perdida francesa (como Leclerc) ¿Se ven o no los terribles efectos de un orden y un pensamiento dominantes y disfuncionales?
También hay que decir que la primera ruptura del orden interno en un país de Europa, que propició las siguientes, ocurrió con la elección de Mussolini, cuyo país, a diferencia de los dos anteriores, no pudo mantener su orden caduco pues, a la hora de las reparaciones, le tocaron unas "migajas". Un patadón que recuerda a la Italia actual, pero no por Salvini, ese bocazas que solo acierta en inmigración y que supedita las reformas a montar su propia casta, sino porque es una economía zombi que hace más imposible el jueguito franco-alemán, que creen que con su invento partitocrático pueden mangonear una economía, por ahora, casi del tamaño de la estadounidense.
Ese dilema, el de una UE imposible, disfuncional y a la contra, es uno de los muchos que tienen encima de la mesa los norteamericanos, que ya, con solo el 15% del PIB mundial en términos de poder adquisitivo, han sido superados ampliamente por China y que gracias al ciclo largo de la electrónica y las telecomunicaciones, ha mantenido esa Pax Americana que a nosotros nos ha venido de perlas (lo vimos) pero que hoy ya no puede costear y en el que sus grandes beneficiarios, los franco-alemanes, en su locura, creen que pueden seguir parasitándoles.
Hoy, los estadounidenses, y también los británicos, tienen opciones para gestionar su mengua económica relativa, solo que esta vez los retos son otros, entre ellos el Islam, y de su éxito depende, una vez más, el orden civilizado que disfrutamos. Si fracasan, podrían menguar como Rusia, algo que para nosotros sería la peor de las pesadillas, pero esas opciones las trataremos otro día.