La guerra en Ucrania, y en esto coinciden políticos y analistas, es el nacimiento imprevisto de la Unión Europea como un actor militar. Hasta ahora lo era económico y parcialmente político. La economía de la UE es tan grande como la de EEUU o la de China y su voz se deja oír en los principales foros internacionales desde la ONU al G20 pasando por la OMC o la FAO. Pero desde el punto de vista militar no existe. Cada uno de sus 27 miembros se encarga de su propia defensa. La mayor parte de ellos están integrados en la OTAN y comparten información y recursos, pero no hay nada parecido a un ejército europeo más allá del diminuto Eurocuerpo, que cuenta con unos mil efectivos acuartelados en Estrasburgo. Del Eurocuerpo, además, sólo forman parte seis miembros de la UE: Francia, Alemania, España, Polonia, Bélgica y Luxemburgo, el resto han preferido mantenerse fuera y sólo participan en él como simples asociados.
El Eurocuerpo existe desde hace casi 30 años y adquirió su forma actual en 2009, pero es tan pequeño e insignificante que nadie lo tiene en cuenta. Los esfuerzos por agrandarlo y darle más importancia habían caído en saco roto hasta ahora. A nadie le urgía porque la defensa era la última de las preocupaciones de los Gobiernos europeos. La invasión rusa de Ucrania lo ha cambiado todo y de repente todos quieren reactivarlo al tiempo que dedican más dinero a la defensa. Europa parece dispuesta a rearmarse tras un largo letargo que ha durado desde el final de la guerra fría.
No es ya una intención o un discurso puntual. Hay hechos relevantes acaecidos en el último mes que deben tomarse en consideración. Alemania ha anunciado que aumentará de forma drástica su gasto en defensa y enviará armas a Ucrania, algo que hace unos meses era impensable. La Unión Europea, hasta ahora conocida principalmente como un grupo de países ricos que esquivaba a toda costa los problemas con los consabidos deeply concerned de sus líderes cada vez que sucedía algo desagradable en el mundo, ya ha enviado 500 millones de euros en ayuda militar a Ucrania.
Las crisis graves como esta de Ucrania, que está por debajo del umbral del artículo 5 de la OTAN, ofrecen una oportunidad para que la UE haga una contribución militar real
En este punto habría que preguntarse cuál debería ser exactamente el papel militar de la UE. Responder a esa pregunta ya no es tan fácil. Los Estados miembros tienen opiniones muy diferentes sobre el tema y, además, la OTAN ya se ocupa de la seguridad europea. ¿Qué puede hacer exactamente la UE para aumentar su fuerza militar sin ofender a los mandos de la OTAN que, por cierto, tiene también su cuartel general en Bruselas? Las crisis graves como esta de Ucrania, que está por debajo del umbral del artículo 5 de la OTAN, ofrecen una oportunidad para que la UE haga una contribución militar real. Su Comité Militar, compuesto por los jefes de defensa de los estados miembros, tiene la tarea de trazar una hoja de ruta común.
Ese comité lo tiene ahora más fácil porque Rusia ha traído de vuelta la guerra a Europa, algo tan grave que ni siquiera se consideraba posible hace unos meses. Incluso para aquellos que calibraban riesgos y hacían prospecciones de futuro, era imposible creer que sucedería algo como lo que estamos viviendo. Cuando sucedió, fue un impacto tal que provocó la respuesta inmediata y común de toda la Unión Europea. En la cumbre de Versalles, los jefes de estado y de gobierno discutieron cómo la Unión Europea puede hacerse cargo de esta nueva realidad. Hacerlo requiere una voluntad política clara, y ahora la Unión Europea parece más unida que nunca. Esto da un gran impulso a la construcción de una Unión Europea de defensa más creíble.
Hay por delante un largo camino, pero si lo quieren hacer no se van a encontrar con otra igual a esta. Tienen que desarrollar capacidad de despliegue rápido, que es en lo que están ahora mismo con los 5.000 efectivos que adelantó esta semana Borrell para intervenir en entornos hostiles. Esta fuerza debería contar con estructuras propias que en el pasado normalmente proporcionaba Estados Unidos. Estructuras de mando y control, transporte aéreo, inteligencia, capacidad de reconocimiento, ciberdefensa, drones propios, sistemas de guerra electrónica y en un futuro, artillería, una división acorazada y aviones de combate.
Esto implica algunos desafíos a los que no se han querido enfrentar hasta ahora. Una cosa es intervenir en una crisis menor de mera estabilización de líneas al estilo de los cascos azules de la ONU y otra entrar en una zona de combate y estar dispuesto a responder una agresión. Hasta ahora no se ha hecho porque los miembros de la UE nunca han llegado a un acuerdo sobre ciertos temas, como el reparto de costes o quién debía liderar esa fuerza multinacional. Otra complicación era que no debían competir con la OTAN. La OTAN realiza bien los despliegues en el extranjero. Tiene nueve cuerpos de reacción rápida. La nueva capacidad de despliegue rápido de la UE sería un décimo cuerpo de reacción rápida, pero sin estar directamente a órdenes de la OTAN. Esto supondría un salto importante porque la UE pasaría a tener un ejército propio y completamente autónomo.
Francia por su cuenta envió 4.000 efectivos con varios aviones de combate. La operación, denominada Serval, contó con el apoyo de varios países de la UE como Alemania, el Reino Unido o España
Hay un precedente ya, la ayuda militar directa a Ucrania pocos días después de la invasión. El día 27 de febrero, solo tres días después de la invasión rusa, la UE aprobó un paquete para ayudar a las fuerzas armadas ucranianas a defender el territorio. Este paquete de ayuda incluía armas letales. Es histórico porque nunca se había hecho, ni siquiera planteado. Recordemos, por ejemplo, la guerra en Mali de 2013. La UE no intervino militarmente. Francia por su cuenta envió 4.000 efectivos con varios aviones de combate. La operación, denominada Serval, contó con el apoyo de varios países de la UE como Alemania, el Reino Unido o España, que participaron con aeronaves de transporte, pero no quisieron ir más allá.
A Ucrania han enviado armas y municiones a petición del Gobierno ucraniano, que les dice lo que necesitan, los Estados miembros verifican que lo tienen en sus arsenales, lo entregan a la Unión Europea y ésta se encarga de transferirlo. Nada que ver con lo de Afganistán en agosto del año pasado, cuando cada país miembro salió de allí por su propia cuenta enviado sus propios aviones para evacuar a su personal militar y diplomático. Seguramente Putin pensó que la UE iba a actuar de la misma manera. Vaciaría las embajadas y todos los comunitarios saldrían de allí corriendo. Luego, ya en Bruselas, Von der Leyen leería una condena y asunto zanjado. Eso sería todo. Pero no ha sucedido así. Los ucranianos han resistido el golpe y en Bruselas han estado dispuestos a ayudarles.
Esto ha sido un primer paso que podría ir más lejos o quedarse donde está. Muchos hablan ahora de crear un ejército de la UE. Eso ya no es tan fácil. Hace unos años alemanes y holandeses se plantearon crear un batallón de tanques común. Lo han conseguido, se denomina Batallón 414 de carros de combate. Les llevó cuatro años crearlo. Eso un simple batallón con sólo 450 efectivos que operan unos 50 tanques Leopard. Imaginemos ahora lo que sería integrar 27 ejércitos. A ese ritmo harían falta siglos.
La integración de todos los ejércitos es extremadamente difícil. Primero por una cuestión de soberanía. Muchos en Europa estarán a favor de fusionar todos los ejércitos en uno, pero otros muchos estarán en contra. Y segundo por la complejidad que implica. Por ahora deberían conformarse con la interoperabilidad de lo que tienen. Y ahí es donde hay trabajo para muchos años. Sigamos con el ejemplo de los carros de combate. El ejército de EEUU emplea un único carro de combate principal, el M1 Abrams, los rusos emplean tres muy emparentados entre sí (el T72, el T80 y el T90), los europeos utilizan 17 tanques de combate principal distintos. Alemania, Holanda y España emplean el Leopard, Francia el Leclerc, Italia el Ariete, Polonia el T72 y ha empezado a incorporar Lepopards. La República Checa, Eslovaquia y Bulgaria también emplean el T72, Rumanía y Letonia el T55 y así podríamos continuar un buen rato. Esto crea enormes problemas de mantenimiento, piezas y formación. Las fuerzas aéreas tienen problemas similares. Los ejércitos de la UE gastan unos 250.000 millones de euros al año en defensa, que es mucho más de lo que gasta Rusia, así que, aparte de gastar algo más, lo que necesitan es gastar mejor evitando duplicidades y estandarizando el equipo.
Alemania no ha dedicado más del 2% del PIB a defensa desde el final de la Guerra Fría, ahora aseguran que cumplirán su compromiso. Los países más pequeños también han dado un paso al frente
Visto así, les queda mucho por recorrer y para eso más que dinero hace falta voluntad política. Hoy esa voluntad existe, ya veremos dentro de un año. Por de pronto su tarea principal es aterrizar sobre la realidad y aumentar el gasto en defensa, que llevaba congelado treinta años. Alemania, la economía más grande de Europa parece tenerlo claro. Alemania no ha dedicado más del 2% del PIB a defensa desde el final de la Guerra Fría, ahora aseguran que cumplirán su compromiso. Los países más pequeños también han dado un paso al frente. Polonia, que ya cumple con el objetivo de la OTAN, aprobó recientemente una ley que aumenta el gasto en defensa hasta al menos el 3 % del PIB para 2023. Los países de primera línea como Rumania, Letonia y Lituania han anunciado incrementos en el presupuesto militar.
Pero en otras partes de Europa no lo tienen tan claro. En Francia e Italia persiguen la denominada “autonomía estratégica”, cuentan además con grandes empresas de armamento nacionales que son los contratistas principales de sus ejércitos. El gasto en defensa es, además, muy impopular entre la opinión pública y no sirve para ganar elecciones. Quizá lo que estamos viendo en Ucrania cambie esa percepción entre los europeos occidentales, todo depende de lo que dure esto y hasta dónde llegue la destrucción. Pero si hay algo que parece claro es que se cierra una época en Europa, la de la gran tranquilidad que sucedió a la implosión del bloque soviético. El continente vuelve a estar en el frente algo que, más que preocupado, requiere estar preparado.