El pasado ocho de septiembre el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, movió Roma con Santiago hasta que consiguió mantener una conferencia telefónica con el nuevo presidente de la República Islámica de Irán, Ebrahim Raisi. Este es el primer aspecto a destacar de esta conversación, no sólo tuvo lugar a petición del primer mandatario comunitario, sino que su interlocutor con turbante se hizo de rogar antes de coger el auricular. De este reciente contacto al más alto nivel entre la UE y el jefe de Estado iraní poco o nada se ha sabido y hasta hoy no existe ninguna referencia a los términos ni al contenido de este encuentro a distancia ni en la página web del Consejo ni en la de la Comisión. Fuentes informales han filtrado que la discusión versó sobre la reanimación del moribundo acuerdo nuclear (Joint Comprehensive Plan of Action, JCPOA) que, después de la retirada de Estados Unidos del mismo por decisión de Donald Trump, no ha vuelto a ser operativo porque Irán exige la retirada unilateral de todas las sanciones impuestas por la anterior Administración norteamericana antes de negociar su reinicio. Como es lógico, Washington pretende obtener compromisos adicionales de los ayatolás sobre su programa de misiles balísticos, duración de la vigencia del pacto, inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica y cese de las interferencias de Irán en Iraq, Siria, Palestina, Líbano y Yemen, condiciones que la parte iraní rechaza rotundamente. En este forcejeo, la Unión Europea actúa sorprendentemente como abogado defensor de la dictadura teocrática y hace los mayores esfuerzos para que el JCPOA resucite sin importarle aparentemente el precio a pagar.
Las razones por las cuales todo un presidente del Consejo Europeo se humilla ante semejante sujeto para que se le ponga al teléfono son difíciles de entender y por supuesto dejan la dignidad de la UE por los suelos
El segundo elemento a tener en cuenta es que Ebrahim Raisi está en la lista de sanciones de los Estados Unidos por crímenes contra la Humanidad y que tanto Amnistía Internacional como Human Rights Watch han reclamado que Raisi sea objeto de una investigación independiente para esclarecer sus responsabilidades en la matanza de 30.000 prisioneros políticos en el verano de 1988 y otras barbaridades. Las razones por las cuales todo un presidente del Consejo Europeo se humilla ante semejante sujeto para que se le ponga al teléfono son difíciles de entender y por supuesto dejan la dignidad de la UE por los suelos. No hay tirano de este mundo que contemplando semejante espectáculo no llegue a la conclusión de que Europa no merece ningún respeto y de que se le pueden propinar los golpes que sean convenientes porque la respuesta será a lo sumo un gemido plañidero.
Atentados frustrados
El tercer punto a considerar es que los funcionarios del Servicio de Acción Exterior de la UE, con nuestro compatriota Josep Borrell a la cabeza, no comprenden y, por lo que se ve, Charles Michel tampoco, es el grave peligro en el que ponen a no pocos responsables políticos europeos que apoyan a la resistencia del NCRI (National Council of Resistance of Iran), parlamentarios o exparlamentarios europeos o nacionales, exministros, alcaldes, concejales, incluso primeros ministros o exprimeros ministros que participan en las reuniones convocadas por el principal grupo de oposición al totalitarismo fanático que oprime al pueblo iraní, firman manifiestos de apoyo al cambio de sistema para que Irán sea una democracia o se fotografían junto a la presidenta del NCRI, Maryam Rajavi. En 2018, un diplomático iraní, Assadolah Assadi, destinado en Viena fue detenido en Alemania cuando viajaba en automóvil a Bruselas transportando un potente dispositivo explosivo que una pareja belga-iraní debía introducir en el gran acto anual del NCRI, cuya edición aquel año tuvo lugar en Villepinte (Francia). Si este ataque terrorista hubiera tenido éxito docenas de políticos europeos hubieran muerto o hubieran sido gravemente mutilados. Otro atentado frustrado tuvo lugar en Albania, donde el embajador y el primer secretario de la Embajada iraní en Tirana fueron expulsados del país por haber fraguado una acción terrorista contra las instalaciones que el NCRI tiene en esa capital y en las que residen cerca de 3.000 miembros de dicha organización. En ninguno de estos casos se oyó la voz de la UE, salvo algún ritual comunicado de condena redactado con sordina. El oprobio llegó a tal punto que, interpelados sobre los motivos de su silencio tras el atentado abortado en Villepinte y la consiguiente condena a veinte años de prisión para Assadi impuesta por un tribunal de Amberes, los burócratas del SEAE dijeron que no se inmiscuían en decisiones judiciales. Por supuesto, ni se aplicaron sanciones económicas ni se retiraron embajadores ni se tomó ninguna medida que pusiera freno a la agresividad de la República Islámica en suelo europeo.
Esta certeza en su impunidad representa una amenaza constante sobre todos los europeos que estamos empeñados en el objetivo de transformar Irán en una auténtica democracia
Dado que esta actitud pusilánime de los órganos comunitarios transmite a los clérigos integristas que rigen Irán que hagan lo que hagan, por grande que sea la tropelía que cometan en territorio de la UE, no sufrirán apenas consecuencias ni recibirán castigo, se creen, y no es extraño que sea así, absolutamente impunes. Esta certeza en su impunidad representa una amenaza constante sobre todos los europeos que estamos empeñados en el objetivo de transformar Irán en una auténtica democracia, con separación entre la autoridad religiosa y la civil, igualdad entre hombres y mujeres y respeto a los derechos humanos. En cualquier momento podemos ser asesinados por un comando albergado en la correspondiente embajada mientras Charles Michel suplica a Ebrahim Raisi que conteste a sus llamadas. La eurocracia de Bruselas está muy orgullosa de su soft power, pero una cosa es el "poder blando" ejercido mediante diplomacia, ayuda humanitaria y firmeza en la defensa de nuestros valores y otra el poder flácido, impregnado de interés económico a corto plazo, buenismo bobo. carencia de estrategia y cobardía. Uno aumenta nuestro prestigio en el plano internacional, el otro nos cubre de descrédito y envalentona a nuestros enemigos.