Opinión

Unas cuantas cosas que Europa debería hacer

Si no nos dotamos de nuevas estructuras más justas y eficientes, al final las sanciones las acabaremos pagando los ciudadanos de a pie

  • Miembros de las Fuerzas de Defensa Territorial en Kiev (Ucrania). -

Las dinámicas de poder de los últimos años apuntaban a un mundo multipolar donde la hegemonía estadounidense se iba difuminando y diluyendo en el tiempo. De repente nos hemos despertado con la peor cara de dicha multipolaridad. En vez de soluciones cooperativas, donde cada uno encuentre su sitio, su propia seguridad, y la de todos, Rusia se ha apuntado a bombardear, invadir y cambiar regímenes, un crimen idéntico a los que hemos hilvanando desde Occidente en las últimas décadas.

Ya no es suficiente estar en contra de la OTAN. Quienes detestamos la guerra, la muerte, los etnonacionalismos, estamos obligados a estar en contra de todos aquellos que en nombre de las mil y una excusas, utilizan la fuerza bruta para imponer sus anhelos, en este caso, la Rusia de Vladimir Putin. Mientras China utiliza el poder blando y la economía en sus relaciones exteriores, Rusia se ha decantado por la fuerza bruta, exactamente igual que los Estados Unidos, pero sin ser un poder económico.

El cierre en falso de la Guerra Fría ha ido inoculando gota a gota la enfermedad imperial en Moscú. El argumento, el mismo que surgió tras la República de Weimar, “se humilló a Rusia”. Y no lo vimos venir, cuando teníamos todas las cartas encima de la mesa. Permítanme contarles una anécdota personal. Como profesor de Economía Financiera, uno de mis mejores alumnos, creo recordar que era allá por 2012 o 2013, era ruso. De familia humilde, sus conocimientos matemáticos eran formidables, muy por encima del resto de sus compañeros. Había dos aspectos de él que se me quedaron grabados. Cada uno recogía las dos caras ambivalentes de una misma moneda. Por un lado, un interés desbocado por aprender. Se me quejaba de que tenía que elegir para el siguiente curso tres asignaturas optativas de entre seis, cuando deseaba cursar todas. Mi recomendación fue que optara por una asignatura de matemáticas avanzadas para la economía, por su perfil matemático. Su respuesta fue que no, “los contenidos del programa ya los he dado, no me aportan nada”. Pero, también descubrí la otra cara, la de los agravios, su relato de las continuas humillaciones que como pueblo sufrieron tras el desmoronamiento de la URSS, y que, llegado el momento, nos arrepentiríamos. Nos toparíamos con el imperio ruso renacido.

Recientemente, Rafael Poch, uno de los mejores analistas independientes de nuestro país, detallaba el cambio de pensamiento de Sergei Karaganov, presidente del principal laboratorio de ideas ruso, el Consejo de Política Exterior y de Defensa. Poch lo definía como un furibundo liberal-occidentalista en los años noventa, que se transformó gradualmente en un nacionalista receloso de Occidente. El 17 de febrero, una semana antes de la invasión, resumía así su posición: “Frecuentemente, el sistema de relaciones internacionales cambia por una gran guerra o una serie de guerras. Evidentemente, la guerra no es el mejor escenario, pero el dilema que tenemos ante nosotros es bastante simple: si continuamos en el actual sistema, por ejemplo asumiendo pasivamente la ampliación de la OTAN a Ucrania, la guerra será inevitable. Mis colegas del Consejo de Política Exterior y de Defensa y yo ya llegamos a esa conclusión en 1997-1998. Dijimos que si legitimábamos la ampliación de la OTAN, Ucrania entraría en ella y como resultado vendría la guerra. Un cuarto de siglo después vemos que todo apunta hacia eso. Por eso, nuestro enunciado consiste en buscar los medios de lograr un sistema de seguridad justo y duradero en Europa que evite un conflicto militar. Queremos cambiar el sistema sin una gran guerra, pero no descarto una pequeña guerra o una serie de guerras locales”…. “Ahora disponemos de grandes recursos. En 2003 se decidió crear una nueva generación de armas estratégicas hipersónicas. Llevamos a cabo una efectiva modernización, relativamente barata, de nuestras fuerzas regulares. En Siria las entrenamos. Las dos cosas nos permiten ahora mirar al mundo con tranquilidad desde el punto de vista de nuestra seguridad y comenzar, con firmeza, a darle la vuelta a las normas que nos impusieron, a nosotros y al mundo, en los últimos treinta años”. Y es donde nos encontramos ahora, ante una superpotencia nuclear agraviada que definitivamente se ha quitado la careta.

La intervención directa queda descartada ya que Rusia es la mayor superpotencia nuclear del mundo. Escuchar al secretario general de la OTAN explicando lo obvio resulta patético

Una vez que Putin decide por su cuenta y riesgo invadir Ucrania, la pregunta es ¿qué debemos hacer como europeos y españoles? Desde un punto de vista militar, obviamente la intervención directa queda descartada ya que Rusia es la mayor superpotencia nuclear del mundo. Escuchar al secretario general de la OTAN explicando lo obvio resulta patético, cuando hasta hace poco azuzaba a los líderes ucranianos a tomar decisiones como país soberano. ¡Cuánto cínico lanzando piedras y escondiendo la mano!

Respecto a si debemos ayudar o no con armas al gobierno ucraniano, no comparto el buen rollito pacifista de que hay que negociar. Ya es tarde. La dinámica de guerra se ha activado y no hay nada que negociar. Por otro lado, atendiendo a las voces de los propios militares españoles, no va a servir para nada, simplemente retrasar lo inevitable y engordar el número de muertes. Mi interpretación es que tal ayuda militar tendría sentido si, retrasando el final de la guerra, las sanciones económicas permiten ganar tiempo y acaban surtiendo efectos, es decir, las sanciones económicas propician una descomposición interna del Kremlin. Pero hete aquí que o cambiamos ciertas dinámicas económicas de la que nos hemos dotado, basadas en el fundamentalismo de mercado, o al final nos acabarán pasando factura a todos nosotros, sin apenas desgastar al régimen de Moscú.

Debemos terminar, a su vez, con el sistema actual de fijación de precios de la luz, basado en un libre mercado falso

Las sanciones son necesarias porque ante el escenario de guerra el no implementarlas le supondría a Putin una estrategia “win-win”. Pero hay que cambiar muchas cosas para que éstas surtan el efecto deseado y no se nos vuelvan contra nosotros. Debemos terminar con la desregulación de los mercados de derivados energéticos y alimentarios, de manera que los inversores institucionales dejen de operar en los mismos, ya que solo generan una subida estructural de los precios, un aumento de la volatilidad y burbujas. Desde estas líneas lo hemos denunciado los últimos meses. Sin embargo, en plena guerra en Ucrania, nuestros líderes aún no han hablado de ello. Debemos terminar, a su vez, con el sistema actual de fijación de precios de la luz, basado en un libre mercado falso: el sistema marginalista es una broma ya demasiado pesada. La liberalización del mercado eléctrico es la mayor estafa de los últimos 30 años. Y, no menos importante, ante la subida de los precios de los alimentos debemos ayudar económicamente a los países más desfavorecidos para evitar hambrunas. Los precios de los cereales, aceite vegetal y fertilizantes se están desbocando.

Pero Occidente debe dar muchos más pasos. Las sanciones sobre el núcleo duro del Kremlin no tendrán ningún efecto si no empezamos a desmantelar la estructura que desde el mismo Occidente se creó para beneficiar a “nuestros oligarcas” -los más ricos y las grandes corporaciones empresariales-: los paraísos fiscales, y una imposición a la riqueza inmoral e injusta. Y tampoco surtirán efecto, si no terminamos con ciertos mercados que se mueven al margen de toda regulación, entre ellos el de las criptomonedas.

Putin y sus asesores conocen perfectamente el diseño de libre mercado generado por Occidente, y se han beneficiado exactamente igual que nuestros oligarcas. La miopía de Bruselas y su negación de la realidad –el desastre del fundamentalismo de mercado aplicado en la restructuración del sector eléctrico- ha permitido a Putin, vía precio del gas, obtener miles de millones de euros que ahora está utilizando para financiar la guerra. Si no nos dotamos de nuevas estructuras más justas y eficientes, al final las sanciones las acabaremos pagando los ciudadanos de a pie, con precios más altos, mayor pobreza energética y alimentaria. Entonces, sí que habrá ganado Putin, no solo la guerra, sino algo más grave, el relato.

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