A estas alturas ya todos nos hemos enterado de que Ucrania significa en ruso frontera y que el conflicto actual es un episodio más de la lucha por el dominio de Eurasia, única forma según Brzezinski de obtener el poder a escala global. Los historiadores y geógrafos constataron hace mucho tiempo que la tendencia imperialista de Rusia obedece a las necesidades de su geografía y de su papel como potencia euroasiática. De ahí que su tendencia imperialista haya conocido muchas versiones a lo largo de la historia, ya sea el imperio de los Romanov de los siglos 1613-1917, o el "imperio" creado por la Unión Soviética en épocas más recientes. Como afirma Kaplan, "Rusia ha sido una nación que de una manera u otra ha estado siempre en guerra".
En este periodo Rusia estabiliza su economía, que puede considerarse hoy en día de mercado, y consigue entrar en la Organización del Comercio (OMC) en 2012 y asumir en diciembre de ese año la presidencia del G-20. Otro paso importante, fue la creación de la Comunidad Económica Euroasiática (CEEA) en 2015 de la que forman parte junto con Rusia, Kazajistán, Armenia, Kirguistán y Bielorrusia. Un proyecto con muchas debilidades dirigido por Rusia y que llegó a plantear la creación de una zona de libre comercio con la UE. Esta propuesta resultó más bien un intento de esquivar las sanciones económicas tras la anexión de Crimea más que un verdadero interés por profundizar las relaciones económicas.
Otro paso importante fue la participación en un acuerdo con los países exportadores de petróleo denominado OPEP+ en 2016, que ha permitido a Rusia estrechar sus relaciones con los países del Golfo y defender sus intereses en un sector clave de su economía. Por el momento, la invasión de Ucrania no ha tenido ningún impacto negativo para Rusia en el seno del OPEP+ a pesar de que algunos de sus miembros son destacados aliados de los Estados Unidos. Este grupo, especialmente Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, tampoco parece dispuesto a aumentar su producción para frenar el precio del petróleo que podría alcanzar los 120 dólares el barril y amenaza la recuperación de la economía mundial.
Lanza su órdago consciente de que a la UE le interesa la cooperación económica, especialmente a Alemania, y de que su margen de maniobra no es muy amplio a medio plazo"
La invasión de Ucrania muestra que para Rusia los intereses geopolíticos predominan sobre cualquier otro planteamiento. Rusia desconfía de las organizaciones internacionales y estas solo son un instrumento coyuntural para servir a sus objetivos políticos. Solo interesa participar en los proyectos, véase la CEEA, en los que pueda imponer su criterio. El desprecio a la UE, que todavía hoy es su principal socio comercial e inversor, se muestra cada vez con menos disimulo. Lanza su órdago consciente de que a la UE le interesa la cooperación económica, especialmente a Alemania, y de que su margen de maniobra no es muy amplio a medio plazo. La dependencia energética no es una cuestión que pueda resolverse rápido, la intervención de la OTAN tampoco es viable y la UE está en un momento de debilidad después de dos años de pandemia y de grandes dificultades internas.
Y sin embargo a Rusia esta guerra le puede alejar por mucho tiempo del predominio en Eurasia al que tanto aspira. Un conflicto que puede durar mucho más de lo previsto y suponerle un coste económico difícil de sostener, a pesar de su colchón financiero, de sus enormes recursos naturales y del apoyo de China. Un rublo en caída libre, restricciones de accesos a los mercados financieros internacionales, unos tipos de interés que se sitúan en el 20%, la necesidad de imponer controles de cambios, son los primeros efectos del conflicto sobre Rusia. Y no van a proporcionarle prosperidad, empleo ni una mayor competitividad para sus empresas en los próximos años. Tampoco van a disminuir la desigualdad social ni a facilitar los planes de mejoras de las pensiones ni traerá más paz social.
En cuanto a la UE, este conflicto puede que le haya hecho despertar tanto a nivel institucional como social"
El apoyo de China, cuyas inversiones en Rusia no han dejado de aumentar en los últimos años, le hace más dependiente del país asiático con quien también tiene importantes rivalidades estratégicas. Tampoco le hace más fuerte en Asia Central, porque sus socios del CEEA le mirarán con más recelo y perderán el interés en profundizar su cooperación. Y qué decir de Ucrania, o de lo que quede de ella tras este conflicto, su antiguo aliado y parte importante de su imperio se aleja de su órbita y lo que hace unos días era inviable, su posible entrada en la UE, es ahora una posibilidad.
En cuanto a la UE, este conflicto puede que le haya hecho despertar tanto a nivel institucional como social. Los cambios que necesariamente habrá que hacer para adaptarse a esta nueva era suponen cambios en la política exterior y en la forma de involucrar a nuestras sociedades en la defensa de nuestros intereses. Por otra parte, será difícil, por lo menos a medio plazo, cualquier iniciativa de acercamiento a Rusia, más allá de lo que imponga el pragmatismo. Puede que este conflicto, al mostrar tan claramente las debilidades de la UE, sea un impulso para fomentar su cohesión y fortaleza. Sobre todo, de cara a la opinión pública europea, esa a la que tanto le gusta a Rusia manipular, y que a partir de ahora será más consciente de los peligros que acechan.
Ana I. González-Santamaría. Doctora en Economía Aplicada, especializada en relaciones económicas internacionales