Opinión

El Club Tocqueville llega a Madrid

Un problema como el del nacionalismo catalán no se acaba dejando pasar el tiempo sin oponer resistencia

Días atrás tuvo lugar en el Ateneo de Madrid un coloquio sobre quién combate el independentismo en Cataluña, en el que tuve el honor de participar. En el debate, compartí impresiones con Júlia Calvet, presidenta de S’ha Acabat, y con Eva Trías, empresaria que acogió a la Guardia Civil en su camping en los días previos al 1 de octubre de 2017, cuando fueron expulsados de los hoteles por las presiones nacionalistas.

El acto fue organizado por el Club Tocqueville, el think tank constitucionalista de referencia en Cataluña presidido por el Catedrático de Derecho constitucional de la Universidad de Barcelona, Josep Maria Castellà, que desde 2017 se ha convertido en un espacio de encuentro de carácter transversal donde se realizan actividades, seminarios formativos y conferencias para revertir la situación en la sociedad catalana desde un plano intelectual e intentar formar a aquellos que se involucran en la política y la sociedad civil en Cataluña, con particular atención a los jóvenes.

A pesar de la gran labor que realiza esta entidad en Cataluña, el interés sobre el procés en la capital del país ha caído considerablemente, debido al hartazgo y el hastío hacia un tema que lleva más de una década marcando la agenda política y que hasta la llegada de la pandemia era el mayor problema al que se enfrentaba España.

Volver a involucrar a toda la sociedad española en una cuestión que como se reivindicó en el acto: es un problema que implica y atañe a toda España

Este desinterés por lo que ocurre ahora en Cataluña, deja en un lugar complicado a la sociedad civil constitucionalista en Cataluña y todos aquellos ciudadanos comprometidos y demócratas militantes que constituyen los cimientos sobre los que construir la única alternativa posible ante el sucesivo avance del nacionalismo en la sociedad catalana. Un grupo de entidades y personas que no solo se han visto doblemente abandonados por el Gobierno de la Generalitat y por el Gobierno de la nación, sino que ahora ven como la pérdida de interés del resto del Estado les deja aún más solos.

Es por eso que este año el Club Tocqueville ha desembarcado en Madrid con la intención, precisamente, de volver a involucrar a toda la sociedad española en una cuestión que como se reivindicó en el acto: es un problema que implica y atañe a toda España. Un problema como el del nacionalismo catalán no se acaba dejando pasar el tiempo sin oponer resistencia. Al contrario, si uno deja que crezca se hará insostenible hasta que no quede Cataluña que salvar. Recuerda siempre Cayetana Álvarez de Toledo que es necesario “invertir en democracia”, y en Cataluña, se necesita como agua de mayo.

Porque sin presupuesto, sin medios, sin espacio mediático y sin fuerza política es muy complicado combatir en igualdad de condiciones con toda una administración como la Generalitat que dispone de medios infinitos para ejecutar su plan de ingeniería social sabiendo que, además, si todo sigue igual acabará ganando por incomparecencia.

En el acto del pasado jueves se pudo oír el testimonio de una madre de familia y empresaria que desde que acogió a la Guardia Civil un aciago mes de septiembre de 2017 su vida se convirtió durante un tiempo en un infierno siendo apartada y señalada por vecinos, antiguos amigos y conocidos llegando a ser vetada de negocios, recibiendo amenazas de muerte o viéndose obligada a recoger durante toda una mañana octavillas difamatorias por su pequeño pueblo de la provincia de Gerona, que los intolerantes nacionalistas habían repartido por calles y plazas.

Pero también se pudo escuchar el testimonio de una joven universitaria, líder de la principal entidad juvenil constitucionalista en Cataluña que explico el acoso recibido hace menos de dos semanas en la Universidad Pompeu Fabra cuando fue expulsada del recinto a empujones, constatando la realidad que lo que le ocurrió a Eva entonces, le ocurre a Júlia ahora, que el nacionalismo está más fuerte que nunca y que, simplemente, ha cambiado de estrategia para conseguir un mayor control social.

Escuchar estos testimonios desgarradores es necesario para entender que lo que ocurre en Cataluña no es normal, y que se necesita la implicación del resto de españoles para crear una alternativa de libertad en una comunidad sumida en la oscuridad del nacionalismo.

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