Opinión

El experimento Milei

El invierno será duro y el verano próximo más aún. Lo peor está por llegar. Eso Milei, que, a diferencia de los Kirchner sabe de economía, lo descuenta

El pasado día 13, Javier Milei cantó victoria por primera vez desde que fue elegido presidente en noviembre del año pasado. Tras un debate kilométrico en el Senado su paquete económico fue aprobado por la mínima tras sufrir un serio recorte. La mitad de los senadores estaban a favor, la otra mitad en contra. La vicepresidenta, Victoria Villarruel, hizo valer su voto y rompió el empate. Todo con una batalla campal en la calle. La policía y grupos de manifestantes azuzados por los sindicatos y los partidos de izquierda se enfrentaron durante horas frente al edificio del Congreso. Nada de lo que sorprenderse. En Argentina todo se vive al límite, también las manifestaciones.

Para Milei era casi un milagro que al menos una parte de su plan de reformas saliese adelante. En las elecciones presidenciales del año pasado ganó con mucha autoridad. Obtuvo el 55,6% de los votos frente 44,3% de su adversario, el peronista Sergio Massa. Pero en las legislativas a diferencia de los partidos tradicionales, La Libertad Avanza, el partido de Milei, carecía de presencia territorial consolidada, algo muy importante en un país tan grande y diverso como Argentina. El resultado de eso fue que sólo consiguió 38 de los 257 diputados de la cámara baja (el 14,7%) y 7 senadores de 72 (el 9,7%). En Argentina, el presidente goza de amplios poderes, pero para muchas cosas necesita pasar por las cámaras. El plan de Milei era una de esas cosas.

El plan no es un capricho, es necesario para sacar al país de la ruina. Al asumir el cargo en diciembre, Milei heredó un Estado adicto al déficit que creaba continuamente dinero de la nada para financiar esos mismos déficits. La inflación estaba disparada y las reservas de divisas en mínimos. Milei culpaba a los peronistas, pero no sólo, también señalaba con el dedo al resto de partidos y a los sindicatos. Ellos eran, según él, los responsables de aquella catástrofe. De forma inmediata recortó el gasto, lo que ha provocado una serie de superávits presupuestarios en los últimos meses, algo que no se recordaba en Argentina desde hace muchos años. Apagó también la impresora de dinero y eso ha hecho descender la inflación hasta más o menos un 4% mensual, algo que nos puede parecer alto en Europa, pero que en Argentina se considera razonable.

El coste del ajuste es una recesión muy aguda de la que el propio Milei ya advirtió en su momento trasladando a los argentinos que venían tiempos duros, que 2024 sería un año infernal, pero que luego las cosas mejorarían. Para eso necesitaba un plan muy ambicioso que diese la vuelta a la economía argentina. Lo intentó en febrero con una reforma de más de 600 artículos que le tumbaron en el Senado. Volvió a sentarse a negociar y ha conseguido salvar algo menos de la mitad del proyecto original.

Mientras negociaba este plan con varios partidos argentinos ha tratado de mostrar músculo internacional. Algo que ha conseguido con creces gracias a su arrolladora personalidad. Ha viajado por Estados Unidos y Europa varias veces en los últimos meses. Se ha reunido con presidentes y primeros ministros, asistió a la cumbre del G7 en Italia donde se convirtió en la estrella indiscutible. Dio un abrazo al Papa en Roma (que también es argentino) y se ha hecho ver como un gran defensor de Israel y de la independencia de Ucrania. Eso ha complicado las cosas a sus críticos, que no saben donde encasillarle. De primeras pensaron que se trataba de una versión argentina de Bolsonaro, pero no es exactamente eso. Milei no proviene del ejército y no es especialmente patriota, tampoco es un paladín de los valores tradicionales (está soltero y no tiene hijos), ni cuestiona a Occidente. Defiende el anarcocapitalismo y allá donde habla hace encendidas alabanzas del libre mercado al tiempo que carga contra el socialismo.

Un país que aún guarda esa imagen de tierra de promisión en la que, de tanto en tanto, aparecen personajes extraños, vitalistas y apasionados a medio camino entre un gallego y un napolitano

No deja indiferente a nadie. Más allá del mundo de habla hispana no entienden lo que dice, pero como es tan histriónico se ha convertido en una celebridad que arrasa en las redes. Mediante programas de inteligencia artificial doblan sus discursos en diferentes lenguas y los cuelgan en las redes sociales. Elon Musk ha caído rendido a sus encantos y con él muchos empresarios. Argentina, a fin de cuentas, no deja de ser en el imaginario de muchos europeos ese país en los confines del mundo donde sus antepasados emigraron en busca de una vida mejor. Un país que aún guarda esa imagen de tierra de promisión en la que, de tanto en tanto, aparecen personajes extraños, vitalistas y apasionados a medio camino entre un gallego y un napolitano.

Por ahora las cosas le están saliendo más o menos bien. Heredó un país con una economía en coma y, aunque sigue en coma, una mayoría de argentinos confían en que las cosas mejoren en los dos próximos años. Esto es significativo porque hace un año Argentina era presa del derrotismo. El que podía se marchaba y el que no se resignaba a que las cosas fuesen a peor. Muchos descontaban que si los peronistas volvían a ganar se produciría otra quiebra soberana. Apenas quedaban reservas de divisas en el banco central y es mucho lo que el Estado debe al FMI, unos 44.000 millones de dólares que se pidieron poco antes de que Macri abandonase la presidencia en 2019 para mantener a la administración funcionando.

Pero lo que más desesperaba a los argentinos no era la deuda externa, sino la persistente inflación fruto de una emisión descontrolada para cubrir el desproporcionado gasto público. 2023 cerró con una inflación del 211% superando incluso a Venezuela. Sólo en diciembre, momento en el que Milei juró el cargo de presidente, la inflación fue del 25%. Para frenarla Milei aplicó un plan de recorte de gasto que ha aliviado la subida continua de los precios. No es que hayan bajado, es que ya no se incrementan tan deprisa como lo hacían antes. El mes pasado los precios sólo ascendieron de promedio un 4,2%, pero eso ha tenido un coste.

Dijo a sus compatriotas por televisión que se avecinaban tiempos difíciles porque la economía estaba destrozada, las cuentas públicas en la miseria y la bancarrota prácticamente garantizada

La economía argentina necesitaba la liquidez sin límites que proporcionaba el Gobierno vía el banco central y, como con cualquier adicción, recuperarse es duro. La pobreza ha aumentado y eso se debe en buena medida al repunte del desempleo. La recesión es muy profunda, ha caído en picado la producción industrial y con ella el crecimiento del PIB, que ya venía machacado del año 2023. Pero de todo esto advirtió Milei nada más jurar el cargo. Dijo a sus compatriotas por televisión que se avecinaban tiempos difíciles porque la economía estaba destrozada, las cuentas públicas en la miseria y la bancarrota prácticamente garantizada.

Muchos argentinos esperan que merezca la pena todo este sacrificio, otros no están dispuestos. Esos son los que se manifestaban el otro día delante del Congreso y los que hicieron sonar sus cacerolas en los balcones. Pero Milei sigue siendo popular a pesar de estos seis meses de dolor económico. Los sondeos apuntan a que más de la mitad de los argentinos confían en que Milei sabrá sacar al país del marasmo. En uno de ellos, el que realiza la consultora CB para todos los presidentes de Hispanoamérica, se observa que Milei es el presidente mejor valorado de todos con un 55,7% de aprobados a su gestión. Le sigue Daniel Noboa de Ecuador con un 54,3%, Lula da Silva con un 51,3% y Luis Lacalle Pou de Uruguay con un 50,8%. En el otro extremo están Dina Boluarte de Perú con un 26%, Gabriel Boric con un 37% y Gustavo Petro con un 39%.

Eso a Milei le da combustible para perseverar en las reformas, pero no será fácil. Es muy débil en el Congreso, demasiado débil. Para cualquier cosa necesita socios, algo complicado en un hemiciclo tan atomizado. En febrero le tumbaron su primer plan de ajuste y si siguieron negociando se debió a que estos partidos vieron que Milei es popular en la calle, lo que les obligaba a entenderse con él y negociar. Pero no olvidemos que el plan aprobado el día 13 salió adelante con 400 artículos menos que el original. Aún con todo eso le da cierto margen. El plan declara el estado de emergencia económica durante un año y otorga al presidente poderes extraordinarios en materias tales como la energía o las finanzas. También permite privatizar algunas empresas estatales y crea algunos incentivos para atraer inversión extranjera. Lo que no ha conseguido es reinstaurar el impuesto sobre las ganancias, algo que suprimió Alberto Fernández en septiembre del año pasado, en plena campaña electoral, como medida desesperada para evitar el descalabro de Sergio Massa.

Lo que complica la recuperación es el peso, que está muy por encima de su valor real y que encarece las exportaciones. En diciembre hubo una devaluación, pero se la está comiendo la inflación. Esto ha hecho que Chile o Uruguay sean más baratos para los argentinos que su propio país, lo que ocasiona que los que viven cerca de la frontera se desplacen hasta allí para realizar todo tipo de compras. Un peso caro además ahuyenta a los turistas internacionales, encarece las exportaciones y disuade a los inversores.

Si el Gobierno te dice que de aquí a un tiempo tu dinero no valdrá nada, lo primero que harás es correr a deshacerte de él y eso se notará en la inflación

El Gobierno podría liberar al peso, pero eso seguramente dispare la inflación, que es lo que Milei más teme. Pero no le queda otro remedio que acometer esa reforma que depende exclusivamente de él. Asegura que está esperando a que la inflación descienda del 2% mensual. En ese momento eliminará los controles de capitales y, con ellos, el tipo de cambio fijo del peso. El tema de la moneda era uno de sus reclamos estrella. Durante la campaña electoral se hicieron famosas sus diatribas contra el peso y el banco central, del que decía que había que cerrar cuanto antes. Hablaba de que el peso compitiese con el dólar, ambos convertidos en monedas de curso legal, pero de aquello nada se ha vuelto a saber. Entretanto habla de lo que ha dado en llamar dolarización endógena que consiste a grandes rasgos en fijar la oferta de pesos y así, cuando vuelva el crecimiento y los argentinos den salida a sus propios dólares, el peso se convierta en una pieza de museo. Después de eso procederá a cerrar el banco central. Esto evidentemente tiene sus riesgos. Si el Gobierno te dice que de aquí a un tiempo tu dinero no valdrá nada, lo primero que harás es correr a deshacerte de él y eso se notará en la inflación.

En definitiva, que no sabemos muy bien cómo pretende abordar su gran reforma monetaria que, de llevarse a término, sería la más importante de la historia de Argentina. Pero de eso depende que en un par de años pueda hablar de éxito o de sonoro fracaso. El experimento no ha hecho más que empezar. El invierno será duro y el verano próximo más aún. Lo peor está por llegar. Eso Milei, que, a diferencia de los Kirchner sabe de economía, lo descuenta. La cuestión es si el resto de argentinos lo descontarán también.

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