Opinión

Felipe VI, quemado

Suerte tiene el monarca de que los ciudadanos sepamos distinguir al hijo del progenitor.

  • Felipe VI -

Se equivocó Felipe VI si llegó a pensar por un instante que iba a ser el sol de Formigal el que le iba a provocar esta semana las mayores quemaduras en una piel ya curtida. Su aspecto llamó la atención el lunes cuando apareció en la inauguración de un foro en Madrid. Buena parte de su cara, salvo la zona cubierta por las gafas de esquiar, estaba tan roja como un filete de vaca recién cortado. No hizo falta preguntar. Él mismo y con total naturalidad pidió a los asistentes disculpas por las pintas. No se había protegido el rey lo suficiente contra la radiación solar y tampoco contra los rayos que horas después caerían directamente sobre Zarzuela provocando toda una descarga eléctrica en palacio.

Ni entre las paredes de su casa -lejos del centelleo de los focos- puede estar tranquilo el actual monarca. Quién se lo iba a decir a él cuando llegó al trono allá por 2014, que serían los suyos, los más próximos, su mismísimo padre el mayor republicano, el hombre que acabaría quemando, no su tez, sino más bien la figura de Felipe VI al frente de la corona. Cuántos desvelos le ha generado en todo este tiempo Don Juan Carlos a su heredero. Demasiados. Vaya cruz le ha caído al esposo de Doña Letizia. Confieso que me da hasta lástima que las amantes varias del emérito, sus presuntas corruptelas y cuentas en paraísos fiscales y su última salida de tono contra Miguel Ángel Revilla, estén enfangando el trabajo del rey y de una institución que ha hecho bien en desentenderse, al menos públicamente, del señor que un día conquistó a sus súbditos por su campechanía. Qué cosas. Suerte tiene Felipe VI, de que los ciudadanos sepamos distinguir al hijo del progenitor.

¿En manos de quién está en su exilio en Abu Dabi? ¿Quién le asesora? ¿A qué viene este disparate? Nadie entiende las razones que hay detrás de este último movimiento y mucho menos su hijo, quien -visto lo visto- hace tiempo ya que dejó de importarle

Cuando todavía estaba bajo el poderoso influjo que los aires del Pirineo aragonés otorgan a todo aquel que se desliza por sus blancas pendientes, va Don Juan Carlos y carboniza la paz de su vástago abrasándole todavía más el pellejo con una demanda contra Miguel Ángel Revilla por supuestas “expresiones calumniosas e injuriosas”. Resulta que al anterior jefe del Estado le molestan las críticas, pero no las de buena parte del país (no queda nadie que no haya dicho o escrito algo sobre él), sino sólo las del que fuera su amigo y expresidente de Cantabria. ¿Son ahora delito los excesos dialécticos? ¿Acaso le queda algo de honor a estas alturas al otrora rey? ¿Es un aviso a navegantes? ¿En manos de quién está en su exilio en Abu Dabi? ¿Quién le asesora? ¿A qué viene este disparate? Nadie entiende las razones que hay detrás de este último movimiento y mucho menos su hijo, quien -visto lo visto- hace tiempo ya que dejó de importarle.

Vaya llorera se pegó en directo en un programa de televisión -uno de tantos en los que ha participado esta semana- el principal aludido. Un locuaz y emocionado Revilla a quien -paradojas de esta España nuestra- la noticia le cogió vestido de juez, con la toga, rodando en Vitoria una película junto a su amigo Antonio Resines. Ni el guion de una película de Paco Martínez Soria hubiera dado para tanto. Aunque no tengo yo muy claro que estemos ante una comedia o, más bien, ante un culebrón. El mismo expresidente de Cantabria se preguntaba ante las cámaras y cual actor de telenovela por qué a él. Es cierto que no ha sido nunca un hombre con demasiados filtros a la hora de hablar, sin embargo, para barbaridades contra el emérito las que dijo hace unos meses y en horario de máxima audiencia, Bárbara Rey. Que si le trataba como una puta, que si tenía un picadero en el chalet en el que comenzaron sus encuentros íntimos, que si pudo haberse quedado embarazada desde el primer día. Mención aparte merecen las fotografías que se publicaron de los dos compartiendo arrumacos. Y aquello no le debió molestar nada a Don Juan Carlos. Tampoco lo que contó otra de sus amantes. Llegó a admitir Corinna Larsen que el ex monarca tenía en Zarzuela una “maquinita para contar billetes”. Toma ya.

La princesa en la playa

Con esto y mucho más ha tenido que lidiar Felipe VI. De ahí que la quemazón no le venga al Rey por el sol, sino por los rayos de fuego que han salido directamente de su antecesor en el trono. Y en esas andaba el actual monarca, tratando de regenerar su sonrojada piel alegando que Don Juan Carlos no le había consultado nada sobre la demanda cuando, a este hijo y también padre, le volvía a arder el cuerpo entero al despertarse el miércoles con su primogénita en bikini en la portada de una revista de corazón. Le está dando quebraderos de cabeza la travesía de la princesa Leonor a bordo del Juan Sebastián Elcano. Y no precisamente por lo que hace o no dentro del buque en alta mar, sino más bien por sus movimientos cuando pisa tierra firme. Tendrá que tener cuidado la futura heredera y protegerse bien de todo y de todos, para no acabar quemada como su padre.

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