Opinión

Francia, al borde del infarto

Se reirían los ciudadanos franceses de lo que decimos aquí, que una moción solo se debe presentar cuando se va a ganar

  • Manifestaciones violentas en París -

Veamos cómo anda nuestro vecino el francés. Compararnos con otros puede ayudarnos a reflexionar sobre el punto en que nos encontramos los españoles como sociedad.

Cerca de París se encuentra el palacio de Fontainebleau. Allí se alojó el Papa Pío VII cuando en 1804 fue a consagrar a Napoleón como Emperador. Bonaparte disfrutó del sitio y lo convirtió en un símbolo de su grandeza. Hoy día se conservan objetos personales del gran estratega militar, tan venerado en Francia. Entre ellos, algunas casacas. Curiosamente, de la talla del actual inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron.

Macron se siente presidente y se sabe poderoso. Está en su segundo mandato y no teme el ruido de la calle, de momento. Francia, muy dada a la protesta social, está que arde, y no es una metáfora. Durante la campaña para su reelección, Macron anunció la necesidad de modificar la edad de jubilación, apelando a la situación insostenible de las finanzas públicas.

El proyecto de ley auspiciado por el ejecutivo francés retrasa la edad legal de jubilación de los 62 a los 64 años, progresivamente hasta 2030. Y los años de cotización necesarios para recibir una pensión completa se elevarán de 42 a 43 en 2027. Para los que no hayan alcanzado esos 43 años, la jubilación con el total de la pensión se alcanzará a los 67 años. En España, para tener un punto de referencia, la edad de jubilación será de 67 años en 2027. Aquellos que hayan cotizado más de 38 años y 6 meses podrán jubilarse a los 65.

La ultraderecha de Le Pen y una parte de la derecha republicana votaron a favor de la moción de la izquierda. Algo parecido levantaría ampollas en el Parlamento español

El Gobierno macronista de centroderecha disponía, en principio, del apoyo de la derecha republicana. Ante una reforma socialmente impopular, contar con una mayoría parlamentaria que aprobara el proyecto de ley se reveló imposible en la Asamblea Nacional, enfrentado el gobierno a la extrema derecha, a la extrema izquierda y a una parte de los republicanos. Así que Macron, vestido con la casaca napoleónica, forzó a su primera ministra, Elisabeth Borne, a recurrir al artículo 49.3 de la Constitución francesa, que permite al gobierno imponer la adopción de un texto legal sin haberlo votado. La Asamblea se puede oponer presentando una moción de censura que conllevaría la caída del ejecutivo si sale adelante. De modo que dos han sido las mociones de censura presentadas contra el gobierno Borne, una apoyada por la coalición de izquierda Nupes, dominada por la radical Francia Insumisa de Mélenchon, y otra promovida por la ultraderecha de Marine Le Pen.

El pasado 20 de marzo ambas se votaron y fracasaron. Como curiosidad, la ultraderecha de Le Pen y una parte de la derecha republicana votaron a favor de la moción de la izquierda. Algo parecido levantaría ampollas en el Parlamento español. En cambio, en Francia se contempla con naturalidad, cuenta más lo que se vota que la coincidencia con otros partidos en el sentido del voto.

El 70 % de los franceses está en contra del proyecto de reforma que afecta a la edad de jubilación. Los sindicatos y la extrema izquierda enseñan los dientes con numerosas huelgas

Sorprende también la cantidad de mociones de censura que han pasado por el Parlamento francés. Desde los inicios de la Quinta República en 1958, 115 en total, todas fracasadas excepto una. Se reirían los ciudadanos franceses de lo que decimos aquí, que una moción solo se debe presentar cuando se va a ganar. Ellos la utilizan para mostrar su desaprobación con la política del gobierno de turno, independientemente del resultado, y no es necesario proponer un candidato. Es verdad que en el país transpirenaico sienten pasión por el debate público.

El caso es que Macron gana hasta ahora en el Parlamento pero pierde en la calle. El 70 % de los franceses está en contra del proyecto de reforma que afecta a la edad de jubilación. Los sindicatos y la extrema izquierda enseñan los dientes con numerosas huelgas y manifestaciones no exentas de violencia, mientras que el presidente permanece impasible, anclado en su postura.

Para llegar a acuerdos, la receta es menos testosterona y más materia gris. En un tema tan sensible como el de la jubilación, convendría sellar un pacto de Estado avalado por todos los agentes sociales.

Entre unos y otros, la sociedad francesa está muy tensionada, al borde del infarto. Urge el auxilio del profesor Tamames con sus cápsulas de Cafinitrina.

                     

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