Opinión

Franco, a los cincuenta años resucitó

En ese odio y esa obsesión de Sánchez hacia su figura late, no tan al fondo, una cierta admiración hacia el invicto

  • Valle de los Caídos, eje referencial de la propaganda sanchista

Franco murió en su cama el 20 de noviembre de 1975. Hace 49 años. Si en vez de fallecer ese día se hubiera podido prolongar su vida un par de años más, esta columna habría empezado así: Franco murió en su cama el 20 de noviembre de 1977, hace 47 años. Porque solo la muerte, o su voluntad de apartarse del poder, podía acabar con el régimen que él encabezaba y que no fue uno solo sino muchos, a medida que el tiempo pasado desde el final de la guerra civil y el desarrollo económico de España cambiaban las circunstancias de los españoles y a los españoles mismos. Ese carácter proteico de la dictadura, que se adaptaba y moldeaba a la vez el futuro de la nación que gobernaba, garantizó su permanencia. No fue lo mismo la década de los cuarenta que la de los cincuenta, ni la apertura de los sesenta o la tensa espera de los setenta. Mientras existiera Franco tendríamos franquismo, y las corrientes opositoras preparaban el cambio pensando siempre en el futuro, cifrado en el día después de su muerte.

Lo que vino después, la Transición, fue el momento de mayor dignidad colectiva de nuestra patria. Se cerraron las heridas por decisión de quienes las llevaban, ellos sí, sobre su misma piel, y todos, los que un día ganaron y los que un día perdieron, unieron sus fuerzas y su voluntad a la de los hijos que tuvieron en común para salir de una vez de nuestro bucle cainita. Aquella generación de políticos fue la mejor que nunca tuvimos. Casi lo conseguimos.

Y digo casi porque, como la alegría en la casa del pobre, el gobierno de los mejores duró poco. Y en nuestra decadencia aupamos a la Presidencia del gobierno a Zapatero, que se dedicó a jugar con lo más sagrado, la reconciliación de los españoles en un proyecto democrático común, para usar nuestra división en provecho propio. Volvió, peligrosa y frívolamente,  a la Guerra Civil, a la demonización de unos y la santificación de otros, a la búsqueda de muertos por las cunetas que volvían a ser enterrados a toda prisa si no eran del bando adecuado. Se escudó en la famosa memoria democrática, que si es memoria no puede ser Historia, porque nada más traicionero y subjetivo que los recuerdos.

Todos los que no están de acuerdo con este Gobierno, que pacta con golpistas y terroristas, son detestables franquistas, aunque casi todos hayan nacido en democracia

Pedro Sánchez, el alumno aventajado de Zapatero,gran amigo de Maduro, aprendió de aquel a manejar el señuelo de Franco para ocultar sus evidentes carencias como gobernante. Como todo en él, lo hizo de forma más obscena chulesca y desvergonzada. Sacando, primero, sus restos mortales del Valle de los Caídos y después, hablando de él a todas horas. Estaba Franco más vivo y más presente que nunca, como bien recordó Antonio Banderas en una declaración exacta cuando dijo “tengo la impresión de que en 1985 Franco llevaba más tiempo muerto que ahora”. Efectivamente, parece que murió ayer, por la cantidad  de menciones que produce su nombre. De todo tiene la culpa Franco cincuenta años después de muerto, todos los que nos oponemos a este Gobierno que pacta con golpistas y terroristas somos franquistas aunque casi todos hayan nacido en democracia. Franco más grande y más poderoso que nunca desplegando su sombra terrible e inabarcable sobre todos nosotros, marcando nuestro destino y nuestro día a día.

Ni muerto ni enterrado, ni desenterrado y vuelto a enterrar pueden con él. Ejerce sobre el presidente la fascinación de quien nunca fue derrrotado, y en ese odio y esa obsesión de Sánchez late no tan al fondo cierta admiración. Porque encima lo hizo sin tener que estar todo el día bailando al ritmo que le marcan unos y otros como le pasa a él, que merece gobernar también por la gracia de Dios y sin que nadie le someta a ningún control.

Ídolo pop de la gente más joven

Con tanta demonización y con esa adoración por el reverso a su figura lo que ha conseguido este Gobierno de inanes es la improbable hazaña de convertir a Francisco Franco en un ídolo pop. Los jóvenes que oyen hablar todo el día de él lo ven -desde la distancia ignorante de víctimas de los nuevos planes de educación- como un malo todopoderoso, como un puto amo, como un icono de la modernidad. Se habla de él con naturalidad, despierta simpatía, y en las redes sociales ya no es tabú su defensa. Tras la entrada en funcionamiento de la inteligencia artificial de X, sus imágenes copan las demandas de los usuarios. Y la AI nos devuelve a Franco en todas las versiones y variantes posibles, resucitado por los que pretenden ganarle después de muerto. Si fue, por el peso que tuvo en nuestra Historia, el español más importante del siglo XX va camino de serlo también en el XXI. Y será todo por mérito de Pedro Sánchez y su cuadrilla, incapaces de gestionar España, pero los mejores destruyéndola.

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