Opinión

Empezar a fusilar a 26 millones de españoles

El mundo era un lugar mejor antes de que existieran los grupos de padres del colegio y los de amigos que sirven para dar rienda suelta a las frustraciones sociales, maritales y coitales

  • Dos militares caminan por una cinta desplazadora.

Nadie pasaría un psicotécnico ni probablemente continuaría en régimen de libertad si se auditaran todos sus mensajes de WhatsApp. Es curioso lo rápido que cambia la vida, pues hace diez años no era mucha gente la que conocía esta aplicación, pero actualmente cualquier persona podría ser incriminada y sentenciada a cadena perpetua por alguna de sus intervenciones. El mundo era un lugar mejor antes de que existieran los grupos de padres del colegio y los de amigos que sirven para dar rienda suelta a las frustraciones sociales, maritales y coitales.

El diablo enreda allí donde nadie le detiene, por lo que WhatsApp también puede servir como arma de destrucción masiva. Cualquier mensaje inadecuado puede servir para dañar la reputación de un enemigo, como ocurrió hace una semana, cuando una tal Elena Cañizares quiso someter a un juicio popular -en las redes sociales- a sus ridículas compañeras de piso por querer echarla de casa tras contraer la covid.

La última polémica de este tipo la ha protagonizado un grupo de militares retirados con afán de emular a Rambo. La conversación incluía frases como las siguientes: “No queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta” o “qué pena no estar en activo para desviar un vuelo caliente de las Bardenas a la casa sede de esos hijos de puta”, en referencia a la Asamblea Nacional de Cataluña.

La exclusiva sobre el tema la desveló el diario Infolibre y rápidamente fue reproducida por diversos medios de comunicación. Entre ellos, por Jesús Cintora -en TVE-, ese periodista que está tan cercano a la moderación como el citado grupo de militares.

Conclusiones erróneas

Como siempre ocurre, la izquierda mediática empleó esta información para advertir del peligro de que el sueño húmedo de la ultraderecha es, todavía hoy, tomar el poder a través de un golpe de Estado, como insinuaban los boinas verdes del chat de WhatsApp. En otras palabras: la conversación de cuatro tipos que ni pinchan ni cortan se utilizó para activar la 'alerta antifascista'.

Trasnochados hay en todas las partes, entre otras cosas, porque la nostalgia es especialmente traicionera cuando el presente es muy distinto al pasado que se anhela. Hay quien piensa que la dictadura de Franco generó una mayor prosperidad que la democracia, del mismo modo que hay devotos de la revolución bolchevique. La que derivó en una cruenta Guerra Civil que apuntaló un autoritarismo que se extendió durante varias décadas. Y la que generó mil y una calamidades por razones de estrategia, como el holodomor.

Trasnochados hay en todas las partes, entre otras cosas, porque la nostalgia es especialmente traicionera cuando el presente es muy distinto al pasado que se anhela

Desconozco qué hubiera ocurrido si José María Aznar o Mariano Rajoy hubieran pronunciado la frase que Pablo Iglesias lanzó a sus rivales políticos hace unas semanas. La que decía: “Ustedes no van a volver a gobernar”. A buen seguro, alguien hubiera vuelto a invocar al fantasma del franquismo y a referirse a la derecha como ultra y antidemocrática. Eso no ocurre con la izquierda, que se puede permitir el lujo de amenazar a la oposición o de defender a dictaduras totalitarias en público -basta ver las redes sociales de Alberto Garzón- sin pagar un peaje político por ello.

Sea como sea, conviene recordar que a Pablo Iglesias también le traicionaron las nuevas tecnologías cuando alguien difundió una conversación con Juan Carlos Monedero en la aplicación Telegram, en la que expresaba su disposición a azotar a Mariló Montero hasta que sangrara.

Hubo quien habló entonces de machismo y de violencia, cuando, en realidad, fue la típica salida de tono entre amigos. Porque sí, todavía hay espacio para las reconfortantes salvajadas en los chats privados pese a la demoníaca hiper-conectividad a la que nos han sometido, que obliga a rastrear cada espacio en busca de cámaras o testigos tecnológicos.

Todavía hay espacio para las reconfortantes salvajadas en los chats privados pese a la demoníaca hiperconectividad a la que nos han sometido

Ciertamente, no conozco a muchas personas dispuestas a fusilar a 26 millones de españoles ni a dar un golpe de Estado. Quien pronunció esas palabras ha perdido algún tornillo por el camino y, quien las amplifica, es evidente que busca alarmar y desprestigiar a toda una institución -el Ejército- por la salida de tono de uno de sus antiguos componentes.

En ambos lados existe maldad, pero hay quien trata de hacernos creer que sólo una parte es culpable. Dicho esto, la información es noticiosa y constituye una buena exclusiva. Pero hay quienes la han maleado para su propio beneficio.

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