Opinión

El gallego, por fin, galleguea. Y ya era hora

El PP está terminando de perfilar su programa. Por lo que pueda pasar

  • Feijóo, con su dirección en la sede del PP -

El programa electoral del PP está en ciernes. El empuje de Aleix Sanmartín, el asesor que Feijóo birló al PSOE aprovechándose de su negativa a trabajar bajo las órdenes de Iván Redondo, ha sido bastante determinante para dar cumplida cuenta, en tiempo y forma, de la instrucción precisa del presidente del PP, quien, con la interparlamentaria del pasado fin de semana en Sevilla, abrió una nueva fase sustentada sobre las confluencias de un Gobierno abocado a tirar de señuelos maniqueos para seguir malviviendo y la necesidad del partido más votado de España, el suyo, de estar preparado ante cualquier decisión inopinada de Sánchez.

Las lecciones del pasado han sido claves en esta saludable hiperactividad que prefigura un nuevo ciclo y que tira de optimismo confundiendo quizá, en verso cernudiano, la realidad y el deseo. En cualquier caso, siempre será mejor estar en disposición hasta el exceso que aquel infausto "no hacer nada" que frustró la expectativa cierta de triunfo en julio de 2023.

Hay no obstante un cambio de paradigma en la actitud de Génova, decidida a trocar la ansiedad por la paciencia, la reacción improvisada por las luces largas, la precipitación por el cálculo.

Justo lo contrario que el presidente, sin más plan que el de la patada al balón y metafísicamente incapacitado para anteponer el bien general al propio con una convocatoria electoral que nos ahorraría a los españoles mucho desgaste.

A Feijóo se le ve ahora explotando por fin sus cualidades de dirigente fiable, al que uno podría comprarle un coche de segunda mano

Sería una osadía atribuir en exclusiva a la incorporación de Sanmartín este nuevo sesgo detectable en las filas populares. Pero, con todo, mucho del éxito andaluz de Juanma Moreno en junio de 2022 (y el catalán de Illa) se debió a este fichaje que parece estar imprimiendo un optimismo sin imposturas en la dinámica cotidiana de un PP (por fin) liberado del condicionante de Vox, centrado en la faceta propositiva del ejercicio público y decidido a enarbolar el parlamentarismo como principal bandera a medida que el Ejecutivo desprecia más el papel del Legislativo.

La redacción del programa se está nutriendo de las aportaciones recabadas desde hace semanas en amplios sectores de la sociedad civil por la dirección de la formación. Es lo que los cursis (y Junqueras) llaman la 'escucha activa', y vendrá acompañada de una nueva estrategia de comunicación que mira igualmente el largo plazo, o no está al menos condicionada por las urgencias.

El componente anímico en política es tan relevante como en cualquier otro orden de la vida. Y es ahora cuando, una vez superada la crisis sin precedentes que generó la bisoñez de Pablo Casado mediante la recomposición orgánica del partido, a Feijóo se le ve más gallego que nunca: acreedor de la solvencia ligada a cuatro mayorías absolutas consecutivas en un Parlamento autonómico en cuyas bancadas nunca se sentó Vox, incólume ante las críticas displicentes de los que confunden Madrid con un cenáculo de confabulación permanente y explotando sus cualidades de dirigente fiable, al que uno podría comprarle un coche de segunda mano. El gallego, por fin, galleguea. Y ya era hora.

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