In illo tempore, gobernaba José María Aznar, solía coincidir con frecuencia con Santiago Carrillo en el restaurante La Ancha de la calle Zorrilla donde, cumplidos los noventa, mantenía un almuerzo semanal con Ariza y otros camaradas. Allí me dijo en una ocasión que más importantes que los aliados políticos resultan ser los aliados mediáticos. Pero sucede también que los efectos desencadenados por las alianzas de ese género político-mediático son muy desiguales. Sabemos que no existe el péndulo simple, los espíritus puros ni la neutralidad absoluta que los medios informativos y los periodistas tienen sus propensiones, sus afinidades y sus aversiones respecto a los actores políticos en presencia. Del signo que tengan resulta que se propicien proximidades que les acerquen o distanciamientos que les separen y antagonicen.
Contaba un buen amigo periodista que en la celebración de un aniversario radiofónico se dio de frente con quien se identificó como presidente de un diario y que entonces consideró que el encuentro era una buena oportunidad de manifestarle su preocupación por la actitud que venía observando en ese periódico, más que de afinidad, de estricta obediencia al Gobierno. Porque entendía que cuando un medio pasaba de una cierta sintonía a la identificación ilimitada las consecuencias se hacían letales. El editor para rebatir esa percepción del periodista adujo como prueba que el Gobierno se quejaba de modo incesante por las informaciones y opiniones del medio. Entonces mi amigo volvió a la carga y se comprometió a enviarle una viñeta de El Roto del 19 de julio de 2019 en cuya leyenda podía leerse “Toda crítica es excesiva; todo elogio insuficiente”. Confirmación certera de la insaciabilidad de los políticos.
Además, los medios informativos independientes, fuera de la subordinación, de la estricta obediencia, a los poderes de los Gobiernos o del dinero -recordemos a Jean Schwoebel fundador de la sociedad de redactores de “Le Monde” y su libro La presse, le pouvoir et l’argent- precisan de periodistas independientes y el último criterio que da prueba de la independencia de un periodista reside en su capacidad de discrepar no del Gobierno o de la oposición sino de la línea editorial del medio en el que colabora. El pasado domingo día 30 una columna aparecida en el diario El País proporcionaba un buen ejemplo de independencia porque rebatía como precedente válido, argüido por el Gobierno para la prórroga anual de presupuestos, lo ocurrido durante los gobiernos de Mariano Rajoy.
Ahora, la cuestión es muy distinta, porque se trata de abstenerse de presentarlos y proceder, sin más, a prorrogarlos directamente
Advirtamos, en efecto, que, cuando Rajoy, la prórroga de los presupuestos fue consecuencia automática de la no aprobación de los nuevos, mientras que, ahora, la cuestión es muy distinta, porque se trata de abstenerse de presentarlos y proceder, sin más, a prorrogarlos directamente, lo cual sería una violación flagrante del artículo 134 de la Constitución. Además de que la no presentación del proyecto de Presupuestos Generales del Estado nos mantendría a ciegas sobre los propósitos del Gobierno en torno a los gastos de Defensa. Volvamos a Santiago Carrillo para coincidir con él en conceder más relevancia a los aliados mediáticos que a los políticos. En Moncloa piensan lo mismo. Atentos.
cnasciturus
02/04/2025 13:19
¡Siempre en la diana! ¡Y siempre hay que leer por lo menos tres veces! ¡Pero vale la pena!