Opinión

Una ola imparable

No es casualidad que la condena a Marine Le Pen tenga su origen en investigaciones de ese pozo de corrupción lobista que es el Parlamento Europeo

  • Marine Le Pen -

Es cuanto menos llamativo que en el mejor de los mundos posibles de la democracia liberal, del Estado de derecho, de la igualdad ante la ley (no se rían, por favor) con unas élites profundamente corrompidas, únicamente sean los líderes que representan opciones patrióticas y antiglobalistas los acusados de delitos que implican la inhabilitación para concurrir a las elecciones que van a ganar. Suelen ser casos que requieren una formación fina procesal para entender la perversidad de la persecución que no se ajusta a derecho, sin que un lego en la materia recuerde bien cuál era el terrible crimen cometido que supuso su muerte civil.

Marine Le Pen ha sido condenada junto a una veintena de miembros de su partido por malversación por unos 3,6 millones de euros durante una década. El tribunal determinó que no hubo enriquecimiento personal por parte de nadie, pero que se había hecho un mal uso de fondos del Parlamento Europeo cuando asesores que percibían sueldos de éste hacían trabajos para el partido de Agrupación Nacional fuera de labores parlamentarias. Lo que hacen probablemente el 98% de los miles de asesores de todos los partidos desde siempre, pues con esos fondos institucionales se financian aquellos que no lo hacen en fondos sin transparencia. Independientemente de la opinión que le merezca a cada uno Marine Le Pen, su condena llega en un momento en el que lideraba las encuestas con un 36%, y ha consistido en cuatro años de prisión, dos en libertad condicional y cinco de inhabilitación, donde de forma inaudita y sin precedentes el Consejo Constitucional francés ha determinado el cumplimiento inmediato de la pena sin esperar al veredicto de la apelación. “Es el Estado de derecho” braman con orgullo los demócratas liberales. Lo llaman democracia, pero no lo es. Así han impedido a Marine que se presente a las elecciones presidenciales que iba a ganar y tras las que sería la Presidente de la República francesa no globalista.

Francia es el país clave para culminar el proceso de destrucción de Europa. Un país que desde el derribo de Charles de Gaulle toda opción política nacional ha sufrido una persecución y estigmatización terrible. Y nadie sabe más de eso que la familia Le Pen. Primero con el padre Jean Marie y desde hace veinte años con su hija Marine. Mientras se destruía Francia y despreciaban al Frente Nacional, más franceses acudían a él con su voto lleno de esperanza y rabia. Tras décadas de destrucción nacional Marine Le Pen acariciaba el Elíseo, una opción patriótica sacando del poder a la élite globalista representada por Macron, el chico de los Rothschild con aires napoleónicos.

No es casualidad que la condena a Marine Le Pen tenga su origen en investigaciones de ese pozo de corrupción lobista que es el Parlamento Europeo. El Qatargate o el Moroccogate no se investigarán por esos medios de comunicación que ahora se dan golpes en el pecho del Estado hediondo de derecho.

No han calibrado bien la respuesta popular, la ola de levantamiento de los humillados, los olvidados, los empobrecidos y desterrados de su propia patria sin vivienda

Estamos en un momento crítico en el que es más necesario que nunca entender el marco de mentiras en el que se erigen los consensos que nos han traído hasta aquí. La tiranía necesita ser revestida de legalidad para que la sumisión sea voluntaria y la muerte pública del disidente permanente en las democracias liberales de la Unión Europea. 

No han calibrado bien la respuesta popular, la ola de levantamiento de los humillados, los olvidados, los empobrecidos y desterrados de su propia patria sin vivienda, ni identidad entrenados en las calles de la multiculturalidad. Olvidan que aquellos a los que han arrebatado todo, también les han despojado del miedo. 

La respuesta en Francia es clave. Ha de ser una ola imparable que se extienda a otros países. Si tras la inhabilitación de Marine Le Pen no hay una revolución como sólo los franceses saben hacer en la calle, esta vez no dirigida por la élite burguesa, sino surgida del pueblo contra ella, no habrá resistencia en ningún otro lugar de Europa. La explicación para que la tiranía en Europa actúe ya sin ningún pudor sólo puede deberse a que buscan una provocación, una pequeña revolución en una sociedad apática que no ama nada por lo que luchar. Si las élites consiguen provocar una revuelta que puedan aplastar el camino de la tiranía tecnocrática no tendrá obstáculos ni disidencia.

“Europa se prepara para la guerra”, repiten sin cesar los medios de comunicación vendidos a la élite belicista que controla la Unión Europea, y por primera vez creo que así es, pero una guerra contra el pueblo mientras los enemigos de Europa se esconden detrás de señalar un enemigo imaginario. “Que vienen los rusos”, el grito emitido sin pudor por quienes llevan pastando del pienso público por sus bajas capacidades intelectuales creyendo que a ellos no les va a salpicar el terrible mundo que están ayudando a implantar. Un rearme que expoliará a varias generaciones para perseguir al ciudadano disidente, acusado de cualquier cosa incluso de un delito penal. La persecución es sin cuartel y en España este proceso pasa por la ilegalización de VOX. No podrán parar a un pueblo que ya conoce la verdad.

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