Me enviaron hace unos días una portada de Marca que tenía más de 20 años. El titular principal era memorable: “Seedorf ya es blanco”. El muchacho había nacido en Surinam y su piel es negra. Un año después de la publicación de esa noticia, el genio marroquí Hicham El Guerrouj ganó una final de 1.500 metros a Fermín Cacho y a Reyes Estévez, ambos españoles de pura cepa. El titular del día siguiente fue: “Moro, plata y bronce”. Eran otros tiempos. Ahora, Neymar, que es una de las estrellas que más atracción genera en el deporte mundial, enjuaga sus enfados de nene consentido con victimismo racial. Y una buena parte de los medios le apoyan. Y se monta la marimorena.
Desde que la capacidad de ofenderse es tan rentable, el mundo se ha convertido en un lugar aburrido y absurdo. El marketing también ha contribuido a empeorarlo todo, al menos, en lo que al deporte se refiere. Lamentaba Josep Pedrerol hace unas semanas que el fútbol esté cada vez más lejos de los aficionados, ni que decir de los periodistas. Hace unos años, era factible pasear por Cibeles a los nuevos fichajes del Real Madrid y organizar entrevistas en casi cualquier lugar. Hoy, su imagen se la gestionan ellos, lanzan sus mensajes por las redes sociales y están alejados de la prensa.
Entre medias, ha ganado popularidad Ibai Llanos, que es un muchacho de tono vehemente y talento descomunal que se ha hecho amigo de algunos futbolistas porque practican la misma afición: jugar a videojuegos. Como el tipo tiene buena imagen y cientos de miles de seguidores, se ha convertido en un competidor de los medios de comunicación. Este jueves entrevistaba a Gerard Piqué y la prensa digital se hacía eco del contenido de la conversación. Como diría aquel: “ojo al dato”.
Los periódicos de esta temática no viven su mejor momento y eso es por varios factores. El más evidente es que apenas si se venden periódicos, lo que ha mermado sus ingresos. A esto hay que sumar que la publicidad ha caído durante los últimos años y lo hará de una forma más preocupante en los próximos meses, cuando entren en vigor oficialmente las restricciones del Real Decreto de Alberto Garzón sobre la publicidad de las casas de apuestas.
Los diarios digitales también tienen la dificultad añadida derivada de las restricciones sobre el uso de las imágenes de los partidos de fútbol y otras competiciones deportivas, en algo que también ha contribuido a alejar el deporte del aficionado. Ahora bien, no todos los problemas se explican en las causas externas, sino también en las que podrían definirse como “asuntos de andar por casa”.
Porque la prensa digital deportiva se ha convertido en un producto incómodo. Sus portadas son una miscelánea de contenidos que mezcla buenos artículos -pocos- con piezas de todo pelaje. No sólo por los rumores infundados sobre fichajes o las piezas 'firmadas' por un representante o el presidente de un equipo de fútbol. Eso siempre ha formado parte del sector, como también del 'periodismo' político o el económico. La 'náusea' también sobreviene al observar las noticias alarmistas diarias sobre el coronavirus o esas noticias de famoseo, incrustadas con calzador. Y mejor no mentar esos vídeos que prometen en el titular algo que, posteriormente, no dan.
O ese fenómeno de los titulares repetitivos, que lleva a pensar que todos los días sucede un hecho “histórico” en el deporte. Maldigo ese adjetivo, que leo cada hora. También los juegos de palabras que hace tiempo perdieron el ingenio. Cuando Pau Gasol jugaba en los Memphis Grizzlies y ganaban un partido, se utilizaba el término “zarpazo”. Cuando se fue a los Chicago Bulls, “cornada”. Y en Los Ángeles Lakers hacía partidos de “cine”. Soporífero.
Ibai Llanos no es periodista ni tiene un ápice de intelectual. Ni falta que hace. Su secreto es el talento y la frescura. No hay que compararle con Norman Mailer, sino con el presentador de un programa de entretenimiento; y ahí es muy bueno. Y, claro, gana mucho dinero, como él mismo reconoció en su famoso vídeo sobre los impuestos que pagan los youtuber.
La prensa deportiva tiene un nuevo enemigo. Quizás no ofrezca exclusivas, pero tiene acceso al bien más preciado del sector: los futbolistas. Algo ha cambiado en el mundo y, en este nuevo ecosistema, los medios ya no están llamados a ser protagonistas. O, al menos, tanto como lo eran hace dos décadas.