Opinión

Los límites de la Comisión Europea

Hemos podido sascar en claro que AstraZeneca había jugado bien sus cartas aprovechándose de la inexperiencia de la Comisión para negociar y cerrar grandes contratos

  • La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

El día 29 de enero la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) aprobó el uso de la vacuna contra la covid desarrollada por la farmacéutica anglosueca AstraZeneca. Estaba previsto que así sucediese y nada cambió el calendario, lo cual viene a decirnos que la EMA va por un lado y la Comisión por otro. Eso es necesariamente bueno porque indica que la EMA es independiente y funciona al margen del Ejecutivo comunitario. Es importante remarcarlo porque la semana pasada hubo algunos que pedían que la Comisión impidiese la aprobación de la vacuna de AstraZeneca como medida de presión (venganza diría yo) por los problemas de entrega y las discusiones en torno al contrato de compraventa que ambas partes firmaron el pasado 27 de agosto.

Pero la EMA es autónoma y, tras examinar la vacuna, que es del tipo de adenovirus, aprobó su uso. Es una vacuna que requiere dos inyecciones separadas por entre dos y doce semanas y tiene la ventaja añadida de que se puede almacenar a una temperatura de entre dos y ocho grados sobre cero durante seis meses, lo que facilita enormemente la logística ya que se conserva en cualquier frigorífico corriente. En esta historia lo de menos son las características de la vacuna y lo de más la disputa que se desató entre el laboratorio y la Comisión. La disputa vino provocada por los términos de un contrato que, después de insistir mucho, la Comisión hizo público varios días después ocultando información en muchas páginas, lo cual era casi peor porque, aparte de la tomadura de pelo, nos decía que estaban escamoteando deliberadamente datos a la opinión pública, datos fundamentales para sacar una conclusión definitiva sobre este asunto.

Constatamos las limitaciones del Gabinete Von der Leyen que, puesto contra las cuerdas, reaccionó del peor modo posible, amenazando con cerrar las fronteras de la UE a la exportación de vacunas

Lo que sí pudimos sacar en claro fue que AstraZeneca había jugado bien sus cartas aprovechándose de la inexperiencia de la Comisión para negociar y cerrar grandes contratos de suministro, cosa que nunca había hecho. También hemos podido constatar las limitaciones del Gabinete Von der Leyen que, puesto contra las cuerdas, reaccionó del peor modo posible, amenazando con cerrar las fronteras de la Unión a la exportación de vacunas. Una medida típicamente populista que viene precisamente de quienes denuncian el peligro de los populismos.

Amenazar a las empresas con impedirles cumplir sus contratos de venta en el exterior (recordemos que Pfizer y Moderna fabrican dentro de la Unión Europea) quizás sirva para dar salida a la frustración, pero es una decisión peligrosa y contraproducente. Primero porque deja a la Unión Europea a la altura de una república bananera y, segundo, porque si todos los países de la intrincada cadena de suministro de vacunas decidiesen hacer lo mismo nadie podría vacunarse. Aparte del compuesto químico en cuestión, que incorpora muchos ingredientes, una vacuna requiere viales fabricados en un vidrio específico, agujas y jeringuillas. ¿Todo eso se fabrica en las plantas europeas de Pfizer en Bélgica o Moderna en España? Antes de adoptar los modos y maneras de Hugo Chávez deberían plantearse algo tan elemental y al alcance de cualquiera con cuatro dedos de frente.

La impotencia de la Comisión

Que hayan recurrido a semejante salida de tono nos dice mucho acerca de la impotencia de la Comisión para gestionar el tema de las vacunas. Llegaron tarde y mal a comprarlas y, a 4 de febrero, la tasa de vacunación de la Unión Europea es la más baja del mundo desarrollado. Sólo un 3,1% de la población está vacunada frente al 10% de los estadounidenses o el 60% de los israelíes. Es cierto que algunos países comunitarios como España o Italia superan el promedio europeo, pero son la excepción a la norma.

Cabe por lo tanto preguntarse dónde se formó el cuello de botella. En rigor hubo dos cuellos de botella y los dos de tipo político. El primero fue la lentitud en adquirir las vacunas. Cuando la Comisión firmó el contrato con la AstraZeneca, los británicos tenían el mismo contrato firmado desde tres meses antes. El segundo cuello de botella ha sido la regulación, tanto la de la EMA, que no autorizó la primera vacuna, la de Pfizer, hasta finales de diciembre cuando Estados Unidos y el Reino Unido llevaban casi un mes administrándola, como la de los Estados miembros, cuyo protocolo para administrar vacunas es diferente en cada caso, lo que ayuda a explicar que países ricos y con buenos sistemas sanitarios como Francia o Alemania vayan tan rezagados.

Como es bien sabido, muchas manos estropean el guiso y aquí hay demasiadas manos, así que casi lo milagroso es que se estén administrando vacunas dentro de la Unión Europea. ¿Podría haberse centralizado todo esto? Según está concebida la Unión Europea, no. La Comisión puede comprar vacunas, pero sólo tras haberlo consultado y tras recibir la aprobación de los Estados miembros. Una vez compradas no puede fijar los protocolos de administración en cada país. Con esos dos obstáculos no se han encontrado del Reino Unido o Israel, así que quizá hubiera sido mejor que cada país hubiese hecho los pedidos por su cuenta, pero eso entrañaba el riesgo de que los países más pobres o imprevisores se quedasen sin vacunas porque no podrían pujar frente a los grandes. Si se quería evitar esto no quedaba otra que asumir los retrasos primero en la firma del contrato y luego de la entrega. Se trató de una decisión política que el tiempo dirá si fue más o menos acertada.

En España se están poniendo de promedio unas 46.000 vacunas diarias, tres veces menos de las 160.000 diarias que harían falta para alcanzar la inmunidad de grupo a mediados de verano

Pero, aún suponiendo que Alemania, Francia o España hubiesen adquirido las vacunas por su cuenta, nada garantizaría que no estuviésemos igual porque, si bajamos al terreno, en países como España, cuya vacunación va muy rápido en comparación con Francia, de las 2.218.755 vacunas recibidas hasta la fecha se han administrado el 84%, es decir, 1.865.342. En España se empezó a vacunar hace cuarenta días, el 27 de diciembre, por lo que se están poniendo de promedio unas 46.000 vacunas diarias, tres veces menos de las 160.000 diarias que harían falta para alcanzar la inmunidad de grupo a mediados de verano tal y como aseguró el ya exministro Salvador Illa hace poco más de un mes. Esto es aplicable a Francia, Italia o Alemania. Falló la comisión sí, pero también lo están haciendo los Gobiernos de los países miembros. Nos queda la esperanza de que a lo largo de este mes aumente el suministro. Las empresas están apresurándose a abrir nuevas líneas de producción empujadas, eso sí, por la competencia entre ellas y no tanto por los comisarios europeos.

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