Hablo con un responsable de nuestros servicios de información. Me dice que el temor imperante es que la invasión de Ucrania no haya hecho más que empezar. Bajo el pretexto de apoyar a las nuevas repúblicas de Donetsk y Lugansk, la auténtica intención de Putin no es crear un colchón territorial para proteger su frontera, sino recuperar el terreno perdido con la disolución del Pacto de Varsovia. Los servicios ucranianos detectaron en su día esa posibilidad al comprobar que la fuerza de invasión rusa estaba compuesta por más de ciento cincuenta mil hombres dotados del armamento más moderno, amén de blindados, fuerza aérea y marina. En esa cifra no se incluyen los efectivos de inteligencia desplegados en la zona que, sumados a los operativos residentes y a la población pro rusa, permitiría al SVR, Servicio de Inteligencia Exterior Ruso, disponer de un millar de operativos altamente preparados en sabotajes, guerrilla urbana y lo que en argot se denomina “asuntos mojados”, es decir, asesinatos. Recordemos que, más allá de tener como director al general Serguéi Naryshkin, el máximo responsable es Putin, ex agente de la KGB.
Nadie duda a estas alturas que la cosa es seria. Putin ha ordenado desalojar su embajada en Kiev y la solución diplomática ya no cuenta. Que Johnson haya anunciado el envío de más armas a Ucrania no modifica nada, como tampoco las amenazas de sanciones económicas. Putin ha sellado un acuerdo con China, la auténtica dominadora de la economía mundial, y no le importa que Europa suspenda el suministro de gas ruso o que se prohíba a bancos y entidades rusas actuar en el campo económico. Y la pregunta es ¿Putin ocupará toda Ucrania o se contentará con quedarse en el Dniéper, apoderándose de Kiev como amenaza a otros países? Y si ocupa Ucrania ¿qué le impediría hacer lo propio con Polonia o Rumania? O con Hungría o la República Checa. No son escenarios imposibles si tenemos en cuenta la escasísima reacción por parte de la NATO, la permisividad que hasta ahora se ha mantenido con Rusia por parte de occidente y el deseo del Kremlin de volver a una situación de control del territorio, como decíamos antes, similar a la del Pacto de Varsovia. Se puede argüir que la enorme extensión de las líneas de abastecimiento que se requeriría, la siempre condenada logística, es un obstáculo; se puede argüir el peligro de la utilización de armamento nuclear; se puede razonar que Putin solo desea sacar pecho, pero no le conviene entrar en guerra con occidente. A día de hoy, sin embargo, la realidad es que ellos han movilizado un grueso de fuerzas importante y nosotros estamos hablando de unos miles de soldados aquí o allí. No hay plan conjunto, no se están desplazando divisiones de blindados, no hay hoja de ruta para una hipotética fuerza aérea conjunta.
Habrá que esperar a ver de qué manera se reacciona ante la maquinaria militar que el presidente ruso ha puesto en marcha, porque mientras movemos a diario toneladas de papeles con declaraciones, Putin mueve divisiones blindadas. Eso, por no hablar de los hombres y mujeres que trabajan en la sombra a los que concedo tanta importancia como a los soldados, en especial a los del grupo operativo ruso clasificado como 29155, una unidad de élite dependiente de la inteligencia militar, de los que países como Chequia ya han tenido amarga noticia en estos años.
Si no hay novedad, estamos en un conflicto armado que puede afectarnos a todos y en el que, de salida, vamos con una mano atada a la espalda. Dios no quiera que la respuesta a la pregunta que da título a este artículo sea que Putin llegará hasta dónde le dé la gana.