"Tranquila, no pasa nada". Ese fue el comentario que Susana Díaz hizo a Begoña Gil, esposa de Patxi López, tras besarla cuando se cruzaron en el pasillo de la sala de prensa de la sede socialista de Ferraz. Gil salía y Díaz y su séquito entraban cariacontecidos al duro trago de admitir la derrota. Como la bilbaína y su marido lucieron toda la noche media sonrisa marca de la casa, pese a ese escualido 9,85% de voto al candidato vasco, solo cabe concluir que la sevillana estaba proyectando sobre ella sus propios temores.
Porque Hillary Clinton, ya retirada, siempre podrá decirse que ganó en voto popular a Donald Trump pero el sistema de voto delegado estadounidense "es así"; o que el FBI enredó en la última semana con sus correos para perjudicarla; hasta que Vladimir Putin trabajaba en la sombra para Trump... y sería creíble. Pero ¿Qué se habrá dicho a sí misma la presidenta de la Junta de Andalucía cuando haya despertado de la pesadilla este lunes en su despacho sevillano del Palacio de San Telmo?
El establishment hispano en pleno estaba a una con ella pero la andaluza nunca tendrá un Putin o unos email a los que culpar de la derrota. Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba, los barones, Mariano Rajoy (sí, también), el IBEX 35, los periódicos en masa, todos, la crearon el peor relato posible: "La estabilidad depende de que gane Susana", como si al militante socialista le preocupara la estabilidad.... del PP. Todavía hoy, recontados los votos, algún gran diario practica con el Brexit y Sánchez en su editorial lo que el Daily Mail británico con el clima: "Niebla en el Canal, el continente aislado", para regocijo del nuevo inquilino de Ferraz.
El problema es que entre todos han engrandecido a Donald Sánchez. Su victoria es la magnitud, no el hecho: más de la mitad de los militantes socialistas le apoyan; Incuestionable hasta para los barones que pensaron in extremis -cuando ya barruntaban por lo bajini "puede ganar"- que una victoria pírrica facilitaría condicionarle el 39 Congreso. Nada más lejos de la realidad.
El reelegido secretario general está blindado por la militancia, cuando menos, hasta unas próximas elecciones generales que, según Mariano Rajoy, serán en 2018 o 2019, es decir, después de que ella se someta al veredicto de las urnas en Andalucía con un sombrío panorama para el PSOE-A si hemos de creer algunos sondeos. Y a ver quien es el guapo... o guapa que en el 39 Congreso socialista de junio le amenaza con una lista alternativa (en los congresos socialistas no se puede votar no a la Ejecutiva, solo sí o abstención), quedando ante la militancia como el causante de una escisión.