Pablo Iglesias es un político culto y con olfato. Pese a sus muchos detractores reconozco en él al animal político que es; más que muchos que le sobreviven en el Congreso. Eso sí, retuerce la realidad a conveniencia, la manipula y da la vuelta para fidelizar el voto de los convencidos, y nos arroja simples opiniones como “verdades” incontrovertibles con el objetivo de fijar el marco de debate más conveniente a ese David que se ha construido contra el Goliat (“la derecha”) que formamos todos los demás en política o en medios de comunicación… Que se lo digan al sospechoso habitual Vicente Vallés y al nada sospechoso hasta hace no tanto Antonio García Ferreras.
El Goliat facha lo encarnan los días pares Ciudadanos, PP y Vox ellos solitos, a los cuales votó la friolera de once millones de españoles en las últimas elecciones de noviembre de 2019, pero en su cosmovisión siguen/seguirán soportando ad eternum el pecado original de ser, supuestamente, los hijos de los vencedores de nuestra terrible Guerra (In)civil que no le interesa olvidar.
Los días impares, a Inés Arrimadas, Pablo Casado y Santiago Abascal se les unen ese Pedro Sánchez que pacta la reforma laboral con el “caballo de Troya” de Ciudadanos -se supone influenciado por otro sospechoso habitual, Felipe González-, y los Emiliano García Page, Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán o Ximo Puig.
Aunque estos últimos sigan ganando de elecciones para el PSOE una y otra vez, lo hacen a un precio inasumible para la izquierda más pura; a costa de dentrarlo o de “derechizarlo” vade retro Satanás, en el lenguaje de quien fue líder de Podemos, de vuelta por unos días para suplir el clamoroso e injustificable vacío de liderazgo de Yolanda Díaz en esta campaña electoral de Castilla y León que toca a su fin… (Primera “Verdad”, Pablo, como un templo de grande).
Si los periodistas somos tan manipuladores, ¿Por qué una moción de censura del PSOE apoyada por él echó del Gobierno a Mariano Rajoy después de años de caso Gürtel retransmitido en televisión y abrió el camino al vicepresidente de Sánchez que fue?
Esa es la España en blanco y negro, el marco a beneficio del inventario morado en el que Iglesias lleva años intentando meternos con calzador a los periodistas, so pretexto de que trabajamos controlados por y al servicio de “las élites” para no contar a la ciudadanía las corrupciones del PP. Esta semana toca resucitar las del redivivo José María Aznar y las diabólicas macrogranjas del presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, por aquello de que hay urnas en esta comunidad el domingo y todo resultará útil para el convento de Podemos.
Claro, que, si lo que dice de nosotros los periodistas fuera cierto, si esa “derechización” de todos los medios fuera tal, ¿Cómo fue posible que una moción de censura del PSOE apoyada por Podemos echara del Gobierno a Mariano Rajoy en junio de 2018, después de años y años de caso Gürtel retransmitido en televisión y abrió el camino al vicepresidente del Gobierno que fue Iglesias?
¿No estaremos más bien (segunda “verdad”, Pablo) ante un intento desesperado de resucitar aquella poderosa maquinaria electoral que fue Podemos un día no tan lejano? ¿Seguro que este liderazgo frenético de mítines, platós y redes en el que te has embarcado, no es un intento de llenar el hueco dejado por Díaz porque en Castilla y León este domingo 13, luego en Andalucía, pintan ‘bastos’ para el gobierno de izquierda?
Iglesias, que ya probó el sabor de la derrota en Madrid hace ahora casi un año, sabe que Los Idus de marzo, y los del resto de 2022 no pintan bien para el gobierno de izquierda. El fin de semana pasado reconvenía a su socio Sánchez el pacto con Arrimadas para sacar adelante la reforma laboral echando mano de una frase de La Eneida, del poeta romano Virgilio: “Temo a los griegos hasta cuando traen regalos”; lo cual traducido al lenguaje de los dos socios es un: “con la derecha ni a por una herencia”.
El problema es que el lamento de Iglesias, ese “la reforma laboral salió por el error de un diputado del PP”, es una confesión de debilidad de un gobierno que no tiene mayoría parlamentaria asegurada y no gana una elección desde la repetición de las generales en noviembre de 2019.
El problema es que el lamento de Iglesias, ese “la reforma laboral salió por el error de un diputado del PP”, es una confesión de una debilidad (tercera “verdad”, Pablo), la de un gobierno cuyos integrantes no tienen mayoría parlamentaria asegurada y no ganan una elección desde la repetición de las generales en noviembre de 2019.
Sánchez se dejó 700.000 votos y tres escaños en aquella intempestiva repetición electoral tan sólo tres semanas después de sacar la momia de Franco del Valle de los Caídos, y luego ha ido perdiendo comicios uno tras otro tras haber despreciado una mayoría absolutísima de 180 escaños con Albert Rivera seis meses antes, en aquellos comicios del 28 de abril que los militantes festejaron esa noche en la sede socialista de la calle Ferraz al grito ese de “¡Con Rivera no!”.
Salvo en Cataluña, donde por efecto de la abstención Salvador Illa recuperó en diciembre de 2020 el liderazgo de la oposición con los mismos votos que Miquel Iceta en 2017-, sino que han perdido el liderazgo de la posición: la oposición en Galicia ahora es el BNG, en Madrid es Más Madrid y Mónica García, y en el País Vasco el PSE es y será muleta por los siglos de los siglos salvo que haga presidente al candidato de Bildu, Arnaldo Otegi. No parece.
Y Podemos, tres cuartos de lo mismo, siempre encima con la sombra de verse reducido a una mera Izquierda Unida del siglo XXI. De los 72 escaños que logró en su punto más álgido, 2016, a los 35 de ahora y mañana vaya usted a saber.
Por eso Pablo Iglesias dice lo que dice y en el tono apocalíptico en que lo dice, marca de la casa: el emperador Sánchez estaña desnudo. No sé cuál será el resultado que depararán a ambos (y a la desaparecida Yolanda Díaz) en las urnas de Castilla y León este domingo. Salvo sorpresa, gobernarán Mañueco y el PP -veremos si con Vox-pero, insisto, es la tercera elección quitando Cataluña y País Vasco donde se va a medir también la fortaleza de PSOE y Podemos, y comprobaremos si el ex líder de Podemos tenía razón en prevenirse contra los Idus de marzo.