A estas alturas del culebrón, un vicepresidente del Gobierno del Partido Popular no seguiría en el cargo o estaría sometido a tal bombardeo que su vida política sería como el último del Álamo. Si alguien del PP se hubiera atrevido a decir que se guardó una información íntima y sensible propiedad de “una mujer de veintipocos” a la que se debía quitar “presión” no le hubieran tildado de “infantil” o “paternalista” sino de machista y casposo de las JONS.
Pablo Iglesias dice que “los cañones mediáticos del PP” intentaron evitar que Podemos llegara al Gobierno y que ahora pretenden echarlos porque no lo han conseguido. Visto lo visto, dichos cañones tuvieron un éxito inenarrable. Las cloacas del llamado 'caso Villarejo' corren ya por otro colector distinto al canal de Iglesias que ha empezado una bronca a botellazos para ajustar su cuenta. Necesita la tensión. Seguimos en una crisis de salud pública y anegados por una muy grave situación económica. Iglesias ha embarrado el patio público y nos ha recordado a todos que ha venido a “dar una patada en el tablero” como dijo su ex todo, Iñigo Errejón. La ofensiva contra el jefe del Estado acaba de empezar. El presidente del Gobierno le deja hacer porque se está quemando. Solo quiere sus votos y después a los votantes que, tal y como dirán las urnas del próximo domingo, cada vez son menos. La cosecha la recogerá Sánchez mientras decide qué día prescinde de los complicados servicios de Iglesias. No tiene prisa salvo que el zapato de la crisis económica apriete dentro de unas semanas tanto como se anuncia.
El humo de Iglesias ya ha tapado el resultado de la gestión de una crisis en la que se han ocultado 15.000 muertos que están “por ahí”
Sánchez se ha hecho un profesional de la política. Nada es personal. El presidente ha salido de pie de la crisis del coronavirus y con desdén ha pasado la responsabilidad a los 17 presidentes autonómicos. El cañoneo alimentado por Iglesias es una moldeable cortina de protección. Salta a la vista -con respecto a la figura del jefe del Estado, el Rey Felipe VI- que se escora más hacia el pensamiento de Iglesias que a mantener la línea continua del 78. El humo de Iglesias ya ha tapado el resultado de la gestión de una crisis en la que se han ocultado 15.000 muertos que están “por ahí”, como explicó el portavoz Simón tras anunciar, allá por febrero, que no iba a haber casos en España.
El problema de Iglesias es que no puede rebatir la verdad periodística que va camino de convertirse en verdad judicial. Quien era perjudicado en una causa judicial ahora se encuentra en condición de sospechoso de al menos dos delitos, tal vez tres. ¿Qué parte de la noticia contada por Vicente Vallés en el informativo de Antena 3 del pasado viernes 3 de julio no es cierta? Vallés -un tipo ejemplar que sabe informar en televisión desde que era pequeño- se limitó a explicar lo que había dicho Iglesias reproduciendo lo novedoso de sus declaraciones en RNE esa misma mañana. ¿Una mujer de 'veintipocos' no es mayor de edad para recuperar su propiedad robada? ¿Dónde está el problema de la pregunta?. Que no tiene respuesta.
'Naturalizar' el insulto
A Iglesias le enoja e irrita que desde una cadena de televisión de ámbito nacional a las 9 de la noche, los hechos, no un periodista, le dejen en evidencia ante la opinión pública. Lejos de rectificar, Iglesias ha entrado en el combate que más le gusta, el que “naturaliza” el insulto. Pero la prensa solo es un entremés, un entretenimiento para el que utiliza las técnicas del chavismo. Acoso personal y persecución profesional sin mediar palabra, con la mano abierta. El plato principal es la Monarquía parlamentaria. Va a hacer todo el daño que le sea posible. Ya ha visto cómo se lo consiente su socio de Gobierno quien, de manera premeditada, califica de “perturbadoras e inquietantes” las informaciones sobre el Rey Juan Carlos I mientras calla ante las contradictorias y machistas explicaciones de su vicepresidente, “un colega de Gobierno”. El Rey Felipe VI apuntala, como demócrata que es, nuestro sistema de derechos y libertades fruto del consenso y la renuncia que pilotó su padre. Iglesias no tiene freno y solo Sánchez se lo puede poner. Así estamos, como si no hubiera pasado nada en España en los últimos meses. Tirando a dar desde el barrizal a lo más alto para que caiga el futuro.