Opinión

La ingeniería social del Gobierno

La izquierda tiene la decidida voluntad de debilitar a la clase media, reducirla y, si dispone de tiempo para ello, provocar su práctica desaparición

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. -

Es innegable que, con no poca frecuencia, los efectos de las políticas públicas afectan a la estructura social de un país. Sucede así especialmente en las relativas a las políticas fiscal y de subsidios. La conjunción del diseño del sistema tributario -en especial el IRPF- y la definición del bloque de ayudas que se destinan a individuos y familias constituye una potente herramienta capaz de modificar la configuración y la dimensión de los diferentes estratos sociales. Analizar su modus operandi y sus consecuencias resulta por ello de interés.

Empezando por el IRPF, su escala de tipos de gravamen permite percibir fácilmente hasta qué punto supone castigar de modo singular al segmento de rentas medias y medio altas en beneficio de las bajas y de las altas. Es así porque el ritmo de crecimiento de la progresividad o aumento de la proporción entre cuota y base es infinitamente más alto conforma la renta empieza a aumentar que cuando, alcanzado ya un determinado importe, sigue aumentando. A modo de ejemplo, pasar de una renta de 12.450 € a una de 74.700 € supone que el tipo medio del impuesto suba desde el 22,21% hasta el 32,82%, con un aumento de 10,61 puntos porcentuales. Sin embargo, para una renta de 149.400 €, el tipo medio resultante es 38,91%, reduciéndose la subida del tipo medio a 6,09 puntos de porcentaje en relación con el aplicado a la reseñada base de 74.700 €. Esta línea descendiente en la relación entre tipo medio y base tributaria conforme aumenta la renta sucede a lo largo de toda la escala de tipos del impuesto -ver “Impuestos o Libertad”, Gaveta Ediciones, página 116 y siguientes-. En definitiva, los individuos que dispongan de una renta media o medio alta son los que, en términos de comparación interpersonal, resultan más agraviados en el IRPF que, no se olvide, es el impuesto que genera una mayor recaudación dentro de nuestro sistema tributario.

Los individuos y familias de renta media o medio alta quedan excluidos sistemáticamente de todas las acciones gubernamentales tendentes a paliar las dificultades económicas

Pero esa condición de agraviados la tienen también los individuos de la clase media en la casi totalidad de las políticas de gasto toda vez que la práctica generalidad de las diferentes ayudas, subsidios, subvenciones, cheques y el resto de los instrumentos mediante los que se materializan lo que ahora se ha dado en llamar escudos sociales utilizan el nivel de renta como límite definitorio, solo o en compañía de otros, para la determinación de sus destinatarios. Véase si no las últimas y múltiples medidas adoptadas por el actual Gobierno. Y así, al aplicar el citado límite, los individuos y familias de renta media o medio alta quedan excluidos sistemáticamente de todas las acciones gubernamentales tendentes a paliar las dificultades económicas que la coyuntura o la estructura económicas provocan. Como si no les afectara también la subida de la electricidad, la del gas, la del precio de la vivienda o la del coste de los alimentos.

De manera que está claro. Aquel cuyo nivel de ingresos esté por encima de determinado límite queda fuera de la política asistencial del Gobierno y, además, forma parte del grupo de contribuyentes que resulta comparativamente más castigado por las normas fiscales. Como es de sobra conocido, durante el Gobierno de Sánchez se han agudizado ambas líneas de actuación. Adicionalmente, el sistema público de pensiones que ya era comparativamente perjudicial para los individuos que más cotizan durante su vida laboral con relación a los que cotizan menos, profundiza en el reseñado perjuicio con la reforma Escrivá. De acuerdo con su contenido, y en un grosero paradigma de falta de equidad, las pensiones -todas- serán cada vez más iguales entre sí con independencia de la diferente cotización previa de unos y otros. Es evidente que a los actuales líderes de nuestra izquierda no les gusta la meritocracia y, de hecho, algunos así lo han manifestado. Desconozco si la sociedad española es o no plenamente consciente de todo lo expuesto hasta ahora y de sus inevitables consecuencias en el medio y largo plazo. Pero, con o sin consciencia del grueso de los españoles, la persistencia de las políticas públicas en su actual dirección supondrá una auténtica revolución social silenciosa.

No conozco ningún país que, careciendo de una amplia clase media, disponga de una democracia avanzada real. Tampoco que tenga una economía sólida y solvente

Sin duda, el castigo progresivamente creciente que se viene infligiendo a la clase media y media alta está empujando a situaciones cada vez más próximas a la proletarización, estadio al que llegará irremediablemente si se sigue avanzando en la senda que actualmente se recorre. Y no puede obviarse que la desaparición del reseñado segmento social -también su reducción- resultaría pernicioso para la democracia y para el progreso de España. No conozco ningún país que, careciendo de una amplia clase media, disponga de una democracia avanzada real. Tampoco que tenga una economía sólida y solvente. En efecto, todos los países que carecen en su estructura social de una clase media numerosa presentan en lo político unos sistemas democráticos con claras deficiencias en su funcionamiento, y en lo económico debilidades e insuficiencias evidentes, con un tejido empresarial débil en su nivel de pymes, con una escasa actividad emprendedora, con un déficit de talento profesional y con un endeble nivel de consumo

En un planteamiento ingenuo cabría pensar que las políticas públicas que están proletarizando a la clase media constituyen un involuntario error del actual Gobierno que, como todos los errores, es susceptible de ser rectificado. Despojada la ingenuidad, es evidente que las citadas políticas son aplicadas consciente y deliberadamente por la actual izquierda gobernante en España que, en función de sus cálculos electorales, tiene la decidida voluntad de debilitar a la clase media, reducirla y, si dispone de tiempo para ello, provocar su práctica desaparición. El empequeñecimiento de un segmento social poco propicio a confiar electoralmente en la izquierda y su progresivo deslizamiento hacia los estratos que ellos consideran más fieles a las ideas izquierdosas constituye el claro objetivo de nuestros actuales gobernantes que parecen decididamente dispuestos a culminar un proyecto de ingeniería social como el que hemos descrito.

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