Opinión

Jorge Javier contra Vaquerizo: la moción de censura pop

Más crucial que la candidatura de Tamames es la derrota cultural de la izquierda, que certificó esta semana Jorge Javier Vázquez

  • Mario Vaquerizo, con Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida en Fitur -

La mejor frase de la secuela de El Desencanto la pronuncia Michi Panero con el aplomo de quien sabe que tiene la razón de su lado: “En esta vida se puede ser cualquier cosa menos un coñazo”. Todos conocemos a alguien así, pero la noticia de este 2023 es que la inmensa mayoría del bloque cultural progresista ha quedado en fuera de juego, y van sonando cada día más pesados que el anterior. Almódovar se viene arriba en cada entrega de premios, desde su intensa militancia en cualesquiera formas de evasión fiscal, mientras Jorge Javier reprocha a Alaska y Mario acudir al programa de Jiménez Losantos cuando él lleva media vida cobrando supercheques de Silvio Berlusconi. Detrás de estos grandes tótmes vienen otros aspirantes al podio de la chapa política como Bob Pop, Cristina Fallarás y los jóvenes podcasters feministas que elogian la extensión genital de Irene Montero.

Cada vez suenan más como pastores sin rebaño: la juventud ya no busca Torquemadas mediáticos, sino echar el rato con la Kings League de Ibai Llanos, aprendiendo de la eterna rebeldía de Ronaldinho cuando se niega a correr para tirar un penalti (ya saben que Piqué y sus colegas son de inventarse las reglas del bello juego). Negarse a esprintar por dinero, solo para divertir a devoradores de Cheetos, es tener una posición política ante la vida y no las regañinas destempladas del señor de Aquí hay tomate. Jorge Javier se debate entre la frivolidad y la militancia, demostrando cada día ser un brasas en ambos registros; tanto cuando anuncia que va a votar a Pedro Sánchez porque “es muy guapo” como cuando reprocha a otras celebridades ser amigos de Isabel Díaz Ayuso, que hoy podría ganar las elecciones sin moverse de la tumbona de la terraza de un Hotel ME.

Vaqueri gana por k.o.

El sombrajo cultural socialdemócrata se ha caído hace más de un lustro, aunque Borja Villel piense que todavía le protege y Jorge Javier se sienta una Pasionaria de Mediaset asesorada por estilistas de Desigual. “De la misma manera que Mario y Alaska se sienten libres de abrazar a los que fomentan la involución y el desprecio a la diversidad, yo no puedo caer en el mayor error que según Mario estamos cometiendo últimamente: autocensurarme”, explica el presentador en Lecturas. El problema de Jorge Javier nunca ha sido callarse en demasía, ya que tiene un micrófono debajo de la boca quince de las dieciséis horas que pasa despierto cada día. Lo que más le lastra como personaje es no enterarse de que millones de gays europeos hace tiempo que son de derechas, unos por pagar menos impuestos y poder comprar las entradas VIP de Madonna y otros porque intuyen que Marine Le Pen y Georgia Meloni van a defenderles mejor de la homofobia islámica que la izquierdita caniche.

Jorge Javier Vázquez aún no comprende que su único mérito profesional y político ha sido ganar millones para Silvio Berlusconi

También hay gays, y otras personas LGTBIQ+, que comprenden que existen libertades políticas más importantes que los derechos de bragueta. Alguien tiene que contarle a Jorge Javier que el subidón electoral del Frente Nacional de Francia es mérito de Florian Philippot, un gay que consiguió que millones de compatriotas comprendieran que el lepenismo no era necesariamente peor que el macronismo (ahora se confirma con la revuelta de las pensiones). Philippot lo consiguió, además, con toda la prensa francesa en contra, incluyendo el batallón de clérigos pjiprogres como Jorge Javier que dan la brasa desde sus púlpitos mediáticos. El problema del rey-bufón de “Sálvame” no es tanto que esté equivocado, que lo está, como que no se da cuenta de que sus opiniones políticas no importan a nadie, como quedó claro después de su campaña de apoyo a Iñigo Errejón y Más País. Todos sufrimos algún grado de disonancia cognitiva en nuestras vidas, pero la de Jorge Javier es ya de récord olímpico porque le cuesta dinero a la empresa y su único mérito en la vida ha sido ese: ganar millones de euros para que Berlusconi pueda desfasar a gusto en sus fiestas ‘bunga-bunga’. Don Jorge es un espectro de La Movida, más pesado que escuchar Radio 3 con resaca.

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