Opinión

Una investidura solemne

El candidato, Santiago Muñoz Machado, respondió rompiendo la alternativa que le ofrecía el rector para responder: “Juro y prometo”

  • Santiago Muñoz Machado

El ceremonial del acto de investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Alcalá de Henares del profesor Santiago Muñoz Machado se iniciaba en el Paraninfo con el canto del Veni, Creator Spiritus. El rector magnífico rogó a los invitados que se sentaran, dio la palabra a secretario general de la Universidad para que leyera el acuerdo del Claustro que originaba esa sesión. El padrino, profesor Juan Francisco Maestre Delgado, escoltado por los maceros, fue a buscar al doctorando mientras sonaba de nuevo el Veni, Creatur Spiritus. Luego subió a la tribuna para pronunciar la laudatio. El rector rogaba al candidato al grado de doctor que se aproximara para que prestara “con la más plena conciencia, el juramento o promesa que le iba a tomar en nombre de la Universidad” y le preguntaba: ¿Juráis o prometéis solemnemente, por vuestra conciencia y honor, defender y respetar todos los derechos, privilegios y honores de esta Universidad, así como favorecerla y ayudarla cuantas veces se os lo demande?”.

"Lo que sea costumbre"

A lo cual, el candidato, Santiago Muñoz Machado, respondió rompiendo la alternativa que le ofrecía el rector para responder: “juro y prometo”. Es decir, negándose a elegir, como habría parecido obligado, teniendo en cuenta que en el interrogante que analizamos figuraba una conjunción disyuntiva entre dos verbos -jurar, prometer- de muy notable carga de profundidad. De esta negativa a optar se recuerda el caso de Baroja quien, asustado al regresar el 13 de septiembre de 1937 de su exilio en París, aceptó compareció en Salamanca junto a los académicos que iban a prestar fidelidad a Franco ante el conde de Jordana, ministro de Exteriores, asistido por el obispo de Madrid y Patriarca de las Indias, Eijo y Garay. Allí sucedió que al llegar el turno de don Pío, en una deferencia venenosa, Jordana le dijo: “usted don Pío, ¿jura o promete?”. Entonces, huyendo de malquistarse con los hunos o con los otros, su respuesta fue: “yo lo que sea costumbre”, según cuenta su sobrino Julio en el libro Los Baroja.

La intervención final del acto de investidura correspondió al nuevo doctor Honoris Causa, Santiago Muñoz Machado, quien se remontó a los años iniciales del siglo XVI para acercarse al fundador Francisco Jiménez de Cisneros, al maestro más renombrado, Elio Antonio de Nebrija y al alumno más brillante de la primera promoción Juan Ginés de Sepúlveda. En los tres advirtió “un fondo común de lucha por el éxito y la gloria en sus esfuerzos personales y sus servicios a la comunidad, largos periodos de fracaso o de olvido, y un reconocimiento final impresionante por su elevación y unanimidad”. De Juan Ginés de Sepúlveda resaltó además “su defensa apasionada del comportamiento correcto de la monarquía española en todas las operaciones de conquista y colonización del Nuevo Mundo, enfrentándose a Bartolomé de las Casas y a poderío de la orden de los predicadores, los dominicos, que por entonces controlaban, entre otras, la Universidad de Salamanca”. Buen momento para recuperar la traducción que hizo Ángel Losada de la polémica que mantuvieron Sepúlveda y Las Casas en Valladolid en 1550 a propuesta del Emperador Carlos, de la que no hubo conclusiones aunque la propaganda lascasiana asignara por su cuenta la victoria al dominico, como indica Santiago Muñoz Machado, quien confiesa “haber recibido de Juan Ginés de Sepúlveda algunas herencias intelectuales, como la preocupación por el Estado, el cuidado de las instituciones, o la admiración por la obra de España en América”. Atentos.

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