Opinión

Ione Belarra avisa a Putin

El “sí se puede” ya se ha visto: pudieron cambiar de barrio y de sueldo. Hoy constituyen un lastre para el Gobierno de España

La ministra de Derechos Sociales tiene la solución a la invasión de Ucrania: una gran cumbre internacional por la paz, con sus dietas y caterings, para manifestar muy, muy fuerte que se acabe la guerra. Es la mejor manera de que los asesinatos, violaciones, secuestros y torturas que llevan a cabo las tropas de Putin acaben de una vez por todas. Cuando un soldado ruso acogote a una mujer o a un niño ucraniano las palabras de Belarra resonarán en su conciencia, y les dejará marchar. 

No es que Belarra viva en el mundo de la piruleta, que también, es que tiene mando en plaza. Su propuesta de un happening pacifista solo puede responder a dos cosas: limpiar su imagen pública, ya que pertenece a un Gobierno que envía armas a la resistencia ucraniana, o es que ella y lo suyos son así. Porque no hay que olvidar que Belarra trabaja con un grupo de asesores, jefe de prensa y jefa de gabinete con los que consulta o a quien escucha. Es la misma tontería que cuando Miguel Ángel Revilla dijo que la pandemia llegaba a Cantabria cuando soplaba el aire desde el País Vasco y Cataluña. Pura ciencia. 

Defenderse de un invasor

Murray Rothbard, que no era precisamente un halcón de la geopolítica ni un neocon, sino un liberal flower power, decía que era legítimo defenderse de un invasor. El norteamericano estaba en contra de la guerra, cómo no, pero no era tonto. Sabía que todo tenía un límite, que no era lo mismo ser pacifista que pacífico cuando se están vulnerando los derechos humanos.

La clave es justamente esa, aunque Belarra y sus podemitas se pongan de perfil: en Ucrania se están violando los derechos humanos tras romper la legalidad internacional. Putin invadió Crimea y propició en el Donbás una guerra civil, en un conflicto híbrido al viejo estilo de Andrópov, en el que la soberanía se limitada y el Imperio se guarda su zona de influencia. Las cifras de víctimas civiles no se sabrán hasta años después de que acabe la guerra, y si Dios está ahí todavía mirando, Putin se sentará en un tribunal para ser juzgado por crímenes de guerra. 

A Putin no le interesan los rusófonos del Donbás, sino tener una justificación para el crecimiento de su poder, de su represión sobre los rusos, a los que no deja ni protestar ni informarse. Cualquier discurso en sentido contrario, hablando de “genocidio” de los ucranianos rusófonos y de la cupla de la OTAN en el conflicto, es pura propaganda. Un relato que aquí reproduce cierta derecha y determinada izquierda. 

Aquello de que si no eres comunista no eres buena persona, como recogió Raymond Aron cuando hablaba de los intelectuales opiáceos

Uno de esos altavoces en España es Podemos, el “partido de la gente”, que desprecia a los individuos y los derechos humanos. Aquello de que si no eres comunista no eres buena persona, como recogió Raymond Aron cuando hablaba de los intelectuales opiáceos, es justamente al revés: todo aquel que tiene una ideología totalitaria es mala gente. La invasión de Ucrania nos lo ha permitido comprobar una vez más: los enemigos de la libertad de uno y otro lado se han puesto detrás de Putin, y lo han justificado señalando a la OTAN y a la Unión Europea. 

Ese desprecio de la gente ya lo habíamos visto cuando quieren pastorear a los ciudadanos, y nos regañan para corregir como somos, pensamos o hablamos. Pero esto es un juego comparado con la tragedia de Ucrania. Qué ridículo suena ahora aquello de la “pobreza energética”, los “vulnerables” y las “víctimas de los bancos”.

Nadie se imagina a Alemania, Francia o Italia, miembros de la OTAN, invadiendo las República bálticas, o Moldavia para tener una salida al mar

Margarita Robles lo dijo muy bien: “Ojalá Putin escuche a Belarra”. Quizá la podemita tenga que decirlo más alto, o sostener un rato más la pancarta que otros habrán pintado porque la señora ministra tiene servicio que le prepara las manifestaciones. 

Pues sí, la OTAN es una organización de defensa militar, pero también política y de paz. Nadie se imagina a Alemania, Francia o Italia, miembros de la OTAN, invadiendo las República bálticas, o Moldavia para tener una salida al mar y conectar territorios. O amenazando a Bielorrusia con un ataque nuclear porque es una tiranía satélite de Putin. La paz se consigue preparando la guerra porque el mundo es así. 

En fin. Los podemitas debieron quedarse en sus asambleas universitarias, oenegés y asociaciones vecinales. El “sí se puede” ya se ha visto: pudieron cambiar de barrio y de sueldo. Hoy constituyen un lastre para el Gobierno de España, que es lo realmente importante, que debe tener un papel internacional relevante a la altura del resto de potencias, máxime cuando nos estamos jugando el futuro económico y energético, y tenemos un imperativo moral de salvaguardar los derechos humanos. 

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