Opinión

Irene Montero, la nueva tertuliana

Risto Mejide, que igual evalúa a un malabarista, toca a Bach o te larga un editorial político ha fichado a la ex ministra de Igualdad como tertuliana

  • Irene Montero con el pañuelo palestino en el Europarlamento.

Los más veteranos recordarán aquel anuncio de colonia en el que cantaban “Tenemos chica nueva en la oficina que se llama Farala y es divina”. Farala, obviamente, era la marca. Todo era dinámico, moderno y trepidante, al estilo de aquellos años de la corrupción dorada. Bien, pues hete aquí que Risto Mejide, que igual evalúa a un malabarista, toca a Bach o te larga un editorial político ha anunciado en su programa “Todo es mentira” que ha fichado a la ex ministra de Igualdad como tertuliana.

Grandes oooohhh en plató, menos el de un señor al que presumo conservador y con el suficiente caletre como para intuir que cuando vaya doña Irene ahí solo hablará ella. Porque la reina del “Señora, ¿quiere bolsa?” no se caracteriza especialmente por su capacidad de escuchar y respetar los turnos de intervención. En ese formato acabaremos añorando a Ábalos que, con abacial actitud, sonrisa ladina y verbo mesurado decía las mayores enormidades pero, eso sí, con modos y maneras. Es lo mínimo que puede pedir el sufrido espectador: poco ruido, un mínimo de inteligibilidad, algún quiebro irónico y ya, esto sería el colmo, algunas lecturas y una cierta capacidad de argumentación sin caer en el diccionario secreto de Cela.

No tengo la menor duda de que la Montero se encontrará como pez en el agua en la corrala de Risto. Ví en su momento algunos de sus programas cuando estaba mi hermano Juan Carlos Girauta que, como no está para novilladas porque a ambos nos gusta torear reses bravas y no vaquillas que emiten risitas tontas, se levantó en directo diciendo ahí os quedáis y se marchó dejando a los sobreros rumiando pasto un tanto desubicados. No ha sido el único.

Porque la reina del “Señora, ¿quiere bolsa?” no se caracteriza especialmente por su capacidad de escuchar y respetar los turnos de intervención

Hay que decir, para que quede claro a quien no conozca de qué va “Todo es mentira”, que es un show-debate en el que se entremezclan de manera arbitraria contertulios que hablan completamente en serio con gente que ejecuta – nunca mejor hallado el verbo – un humor que siempre actúa a favor de obra. En ese ambiente era lógico que a Girauta le tocase el péndulo de Foucault tener que intentar hablar, un decir, de cosas serias como el experimento de Stern-Gerlach y su relación con el espín electrónico, lógicamente para explicar el efecto Zeeman anómalo, teniendo enfrente a una harka que solo alcanza a hacer bromas con el manoseado caca, culo, pedo, pis.

Por eso, y el programa de Risto no es excepción a fuer de honestos, prima el vocinglero antes que el intelectual, lo vacuo antes que lo profundo, el exabrupto antes que la reflexión medida. Por esas mismas razones, y porque la audiencia suele optar en ocasiones por un sálvame cualquiera antes que por intercambios de ideas de forma sosegada y civilizada, Montero tendrá un efecto positivo en los shares y ratings de Risto.

Además, con la incorporación de la señora que elaboró una ley que ha puesto en la calle a una porción de violadores, lo que ya es mérito en una que se reclama feminista, la familia Iglesias-Montero ya puede ser calificada como la Familia Telerín, puesto que Pablo está de tertuliano en la primera de la Espantosa e Irene hará lo propio en el programa de Risto. Además, y en aras de la conciliación, Irene va de tarde y Pablo de noche. No pueden ponérsele pegas al arreglo, harto prudente y equilibrado. Hombre, todo puede mejorarse, y a lo mejor acabamos viendo a Errejón en “Tu cara me suena” o a Monedero en “Cifras y letras”. En esta España, créanme, todo es posible. Incluso que Lilith Verstrynge nos diga qué números han sido agraciados con los premios del cupón de la ONCE o a Yolanda Díaz presentando el “Corazón, corazón”. Que no les falte de ná, carajo.

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