Las intervenciones televisivas de Angela Merkel duran cinco minutos. Mensajes breves, directos, técnicos, despojados de hojarasca mitinera. Los 'Aló presidente' de Pedro Sánchez se eternizan, como inaguantables monólogos castristas, vacuos y falsos. Sánchez pierde fuelle en la tele. Su intervención del sábado tuvo dos millones de espectadores y diez puntos menos que la anterior. Y diez millones de espectadores y treinta puntos por debajo que su primer discurso en la era de la pandemia.
La fatiga se ha instalado en una sociedad enclaustrada e hipnotizada. Los signos de cabrero son crecientes; el rechazo, palpable; y en Moncloa todos están nerviosos menos Pablo Iglesias, convencido de que basta un abrir y cerrar de BOE para salten las compuertas del Orinoco y ahoguen los pilares de nuestra democracia. Sánchez, el único español "al que no le ha crecido el pelo", según la feliz expresión del exministro Corcuera, se asoma inquieto, y quizás insomne, al abismo.
Demasiado para Iván. La dimensión de la hecatombe, vertiginosa y feroz, no encaja en los escuetos parámetros del gurú de la Moncloa. Redondo se jacta de ser buen ajedrecista y de trasladar su habilidad al tablero de la política. Lo comenta siempre con los medios para que se recoja luego en su nacarino perfil. No le ha ido mal. Logró hacer presidente a un tipo al que su partido le había expulsado por trapacero y mendaz. Redondo se manejaba con enorme soltura en los desafíos más incómodos. Monago en la Extremadura roja. Albiol en la jungla separatista. Sánchez, un rebelde con una sola causa, él mismo, en la España de la pachorra mariana. 'No es no', el trifachito, Vox se come a los niños, los huesos de Franco, el PP corrupto, Casado es la derechona... Todo muy pedestre, lineal, digerible y facilón. Como una serie de Telecinco.
Ahora, al gran consejero se le ha mudado el gesto y hasta se le ha ido la color. De pronto, le han dado una patada a su tablero y le han plantificado ante un juego nuevo, cruel y desconocido. Aquí no valen los trucos de mercadotecnia ni las artimañas de embaucador de incautos. Son tiempos duros que reclaman dirigentes de una pieza. Nada de frasecitas buenistas o mensajes de cola, como aquella increíble 'Agenda del reencuentro' que se inventó para amansar a los golpistas catalanes. Este monstruo arrasa con todo.
Quizás una estrategia aviesa, de las suyas. Quizás una trampa. En cualquier caso, Sánchez necesita al PP y soltar lastre con Podemos. No hay otra salida para escapar de este infierno
Redondo siempre ha buscado un pacto con el PP, pero en condiciones de humillación para Casado. Ahora las circunstancias son otras. No se pueden ocultar 30.000 muertos. Ni siquiera desplegando a la Guardia Civil a la caza de bulos imaginarios o disidentes pertinaces. Le urge a Sánchez acercarse al PP para salir del encierro, diluir responsabilidades y compartir culpas cuando toque echar cuentas de la tragedia. Al presidente le flaquean las piernas y se le oscurece el horizonte. Cedió el viernes en la fecha del encuentro con Casado. Cedió el lunes en el formato de los supuestos pactos. Dos pasos adelante, desconfiados y nimios, que produjeron estupefacción y mosqueo entre sus socios. Dos leves pistas que evidencian el giro de Iván. Quizás una estrategia aviesa, de las suyas. Quizás una trampa. En cualquier caso, Sánchez necesita al PP y alejarse de Podemos. No hay otra salida.
El engendro Frankenstein
Este Gobierno, rebosante de estúpidos e ignorantes, lo ha hecho todo mal. Las mascarillas defectuosas, los test a la espera, los hospitales sin respiradores, los sanitarios son protección, las funerarias sin protocolos, los cadáveres sin autopsias, los muertos sin nombre, meros números. Somos líderes en fallecimientos por habitante y los últimos en abordar un plan de descompresión. Nadie lo ha hecho peor. La vigencia del estado de alarma pone sordina a la ira. Cierran el portal de transparencia, amordazan a la prensa crítica y disfrazan a la censura con la añagaza del bulo. Todo ya es un gran bulo. Nada es verdad, salvo su verdad, la del poder, la del Gobierno, la de Iván. No cuela, porque la verdad emerge de entre las UCI, los tanatorios, los secuestrados balcones y la sublevadas redes.
No es ésta una partida para Iván. Poco tiene que ver con su apacible tablero en el que exhibe su conocida destreza, 'win-win', la casa siempre gana. Tiene ahora enfrente al rival más incómodo, imperturbable y cruel. Ya lo vimos en el Séptimo Sello. Complicado burlarle una jugada. Imposible arrebatarle la partida. Tan sólo hay una opción viable y pasa por Casado. El vendaval chino ha descoyuntado al engendro de Frankenstein. Redondo, casi primo-hermano de Iglesias, busca el momento de soltar lastre por la izquierda y cerrar algún acuerdo con el PP. Sería el principio de la sensatez y el final de la legislatura. Eso, o todos al fondo del lago. Sánchez, inevitablemente, como siempre sería el primero.