Es tal la situación de crisis y peligro que vive España que me dan igual las siglas. Ya no me planteo a qué partido votar el 28-A. Digamos que sólo me importan las personas. Aquellas que no guardan silencio ante el atropello ni hacen cálculos electorales en tal o cual provincia vacía o vaciada por mor de políticos sin escrúpulos, agarrados aún hoy a la mamandurria de la teta pública. Allí donde esté Fernando Savater estaré yo; allí donde vaya Mayte Pagazaurtundua o Cayetana Álvarez de Toledo o Santiago Abascal, allí iré. Los insultan y zarandean; los escupen y llaman fascistas y extranjeros. Que se vayan, no son de aquí, decía una mujer en la televisión. Y se van tras decir lo que piensan y sin esperar a que los partidos que se dicen constitucionalistas envíen una simple palabra de apoyo. Qué buena película El silencio de los corderos, ¿verdad?
Y no, miren, llegados a este punto poco importa lo que diga el programa electoral -total están para que no se cumplan, que decía Tierno Galván-. Estoy con aquellos que van Barcelona y los llaman hijos de puta, con los que van a Bilbao y les reciben con caceroladas, con los que quieren reunirse en Rentería y encuentran en las miradas el mismo odio y rabia del asesino etarra, con los que quieren hablar y son pitados, insultados, atacados e intimidados por los mismos, no nos equivoquemos, que apoyaron la investidura de Sánchez y prometen apoyarla si hiciera falta una vez más. Son esos, desde luego, pero los nueve meses de deriva y consentimiento con ellos, desde que Sánchez habita en La Moncloa, han dado alas a una turba política que procesiona llevando en andas a Torra y Otegi.
Estoy con los que van Barcelona y los llaman hijos de puta, con los que en Bilbao son recibidos con caceroladas o en Rentería se cruzan con miradas de odio
No deja de ser curioso que toda esta chusma llame fascistas a aquellos que sólo pretenden hablar en espacios públicos, en actos previamente autorizados. No deja de ser paradójico que haya quién te diga que eres un extranjero en tu país y que no puede hablar allí donde ellos están. Es un bochorno que de las bocas de estas bestias con forma humana -copyright de Torra-, insulten llamando fascista a quien sólo quiere hablar. No hay expresión más pura y auténtica de lo que es un fascista que aquella que une a la violencia la potestad de decidir quién puede y quién no puede expresar su pensamiento. Por eso no complicado deducir que lo que está en juego no es otra cosa que la libertad y la igualdad. Por eso no nos ha de extrañar que la llamada izquierda abertzale esté en campaña de desinfección de las zonas del País Vasco donde PP, Cs y VOX han intentado, y finalmente han hecho con arrojo y valentía inusual en la política española, sus actos políticos.
¿Es que no hay en el partido de Sánchez quien salga y diga que hay que parar está barbaridad? No espero nada de Calvo, Lastra y otros cráneos privilegiados de la política española, pero sí de Susana Díaz, de García-Page, Fernández Vara o Borrell… ¿Nadie ahí va a romper el silencio ante el ataque a la libertad que pone en riesgo a la España constitucional?
No hay manifestación más auténtica de lo que es un fascista que la que une a la violencia la potestad de decidir quién puede y quién no expresar su pensamiento
Digo que me dan igual las siglas, pero algunas, en que las que como Diógenes con su candil no encuentro un hombre justo en este momento, las tengo muy presentes a la hora de encontrar culpables ante la sangría política y moral que España vive, unos días víctima de la mediocridad política y el pragmatismo canalla de su último presidente del Gobierno, y otros a voluntad de aquellos que quieren romperla a base de ayudar a quien va a ganar las elecciones. El panorama, pues, es desolador. Hace unos pocos meses era generalizada la sensación de que España no podía seguir a merced de los designios de neocomunistas, bilduetarras, nacionalistas y separatistas, relación que le copio a Cacho en su último artículo. Eso parecía, incluso había en el PSOE quien avisaba con las manos en las orejas y la boca abierta, tal que el famoso grito de Münch. Fuese y no hubo nada. ¡Pero el pueblo, amigos míos, nunca se equivoca!
Antes de terminar
A Adriana Lastra le gusta que la llamen “la dinamitera de Asturias”. Ella verá si ese es su gusto. En El País dicen que tiene la mirada de acero y que es ideóloga del comité electoral. Y El País sabrá por qué lo afirma.
A veces me pregunto cómo el PSOE ha terminado siendo simple y llanamente el partido de Pedro Sánchez. Y empiezo a entenderlo cuando le preguntan a la dinamitera qué o quién le saca de sus casillas. Respuesta: la impuntualidad, que no haya posavasos en los sitios y la deslealtad con el proyecto político.
¡Y todavía tenemos dudas de por qué nos pasa lo que nos pasa!