Opinión

La caída del Valle

Sánchez quiere redondear su relato, evidenciando su poder como agente de transformación política

  • Valle de los Caídos, eje referencial de la propaganda sanchista -

La caída del Valle es un hecho político y parece que nadie lo quiere asumir. Desacralizar un templo como la Basílica Menor de la Iglesia de Santa Cruz del Valle de los Caídos no será una derrota para la Iglesia Católica, que siempre ha sabido que "el mundo la odia" (Juan 15:19), sino una victoria política de un Gobierno contra su oposición. Una oposición incapaz de frenar a un Pedro Sánchez que busca reescribir la historia para construir un nuevo orden político.

Parafraseando a Sun Tzu podemos decir que la guerra se gana en los templos antes que en los campos de batalla. Y quizás es este el motivo principal por el que Sánchez quiere derribar este símbolo. La caída -o la "resignificación"- del Valle de los Caídos puede que no sea un suceso menor en la vida política nacional, sino un acto para movilizar al votante más guerracivilista, al que con este golpe Sánchez vuelve a adelantar por la izquierda.

El esmero del Gobierno en las negociaciones con el Vaticano, las filtraciones calculadas de las conversaciones con la Archidiócesis de Madrid y la Conferencia Episcopal para dejarles en evidencia, o la celebración explícita del ministro Bolaños por el relevo de fray Cantera, revelan la dimensión estratégica de esta operación que empezó en 2019 y que nadie creía posible: el traslado de los restos mortales de Franco. Actualmente, en plena conmemoración del 50 aniversario del fallecimiento de su muerte, Sánchez quiere redondear su relato, evidenciando su poder como agente de transformación política y cumpliendo ese deseo que ya ha manifestado de “pasar a la historia”.

Si este hecho es de tanta trascendencia simbólica, ¿dónde están los reclamos a la oposición, a los que pagamos millones de euros en forma de subvenciones, además de salarios?, ¿qué han hecho para denunciar esto dentro y fuera de España, usando los enormes altavoces que les brinda este sistema de partidos?

En estos días, en contra de la desacralización del Valle, leemos grandes panegíricos en defensa de la cristiandad en España y en Europa. Algunos alertan que esto cambiará una cierta idea de España y de su historia. Otros animan a dar la batalla incluso contra los obispos de su propia Iglesia por no imponer que el Valle de los Caídos es un lugar de culto donde el Estado carece de jurisdicción.

Pero, después de leer todas estas opiniones, surge una pregunta más política que religiosa: si este hecho es de tanta trascendencia simbólica, ¿dónde están los reclamos a la oposición, a los que pagamos millones de euros en forma de subvenciones, además de salarios?, ¿qué han hecho para denunciar esto dentro y fuera de España, usando los enormes altavoces que les brinda este sistema de partidos o partitocracia, que expulsa a la sociedad civil de la vida política?, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?, ¿la batalla de Sánchez es contra la fe, es contra los católicos, o es contra los partidos políticos que no han podido proteger a quienes dicen representar?

En el plano religioso, puede que la caída del Valle hasta genere un resurgir de fe entre creyentes y no creyentes, indignados contra el poder político y contra su jerarquía clerical. Pero lo que sí es más probable, es que termine desmovilizando y fragmentando a una oposición que ni siquiera ha podido unirse para proteger un conjunto monumental (Iglesia, Abadía, Cruz, Cementerio y Hospedería) que nunca ha tenido otros propósitos que la concordia y reconciliación. El Valle es, declarativa y fácticamente, una obra con propósito religioso. La presencia de un monasterio benedictino, de una comunidad de monjes y de una escolanía que une música, oración y formación académica, lo demuestra. Por eso, la unión de su destino al culto católico es plenamente coherente con lo que se señala en sus documentos fundacionales; el fin de este complejo fue ir más allá de lo simplemente conmemorativo, o de la exaltación de valores humanos, se buscó erigir un centro de vida espiritual y cultural, que ayude a superar una guerra entre españoles.

Sánchez tiene dificultades en lo político, pero esto es debido a lo que se va destapando a nivel judicial y todo gracias a la labor de unos abogados que, a través de acusaciones populares y con la ayuda de periodistas de investigación, trabajan para sacar a la luz lo que la Guardia Civil (UCO) y los jueces están investigando

La pérdida del Valle histórico tendrá una consecuencia directa: alimentar la percepción de que el resto de los partidos no sirve para frenar lo que ellos mismos llaman “el sanchismo”. Porque si no pueden impedir que un Gobierno sin Presupuestos Generales, bajo investigación judicial y acosado por escándalos, imponga su agenda cultural... ¿para qué sirven?, ¿acaso el trabajo de oposición política se reduce a presentar proposiciones de ley y no de ley, iniciativas legislativas y propuestas, que se saben de antemano que no van a prosperar? Evidenciar esta incapacidad es algo muy potente para una campaña política. ¿Hacia eso vamos?

Recordemos que Sánchez tiene dificultades en lo político, pero esto es debido a lo que se va destapando a nivel judicial y todo gracias a la labor de unos abogados que, a través de acusaciones populares y con la ayuda de periodistas de investigación, trabajan para sacar a la luz lo que la Guardia Civil (UCO) y los jueces están investigando. Por ello, algunos sospechan que Sánchez estaría esperando el mejor momento para convocar elecciones en clave de plebiscito, para que sean los votos y no la justicia, quienes decidan sobre su presunta corrupción. ¿Es acaso la resignificación del Valle el preludio de este movimiento?

La excusa del 'franquismo'

Los más críticos con la permanencia del Valle de los Caídos como lugar religioso e histórico alegan que algunos restos fueron trasladados sin permiso familiar y que parte de la obra la realizaron presos bajo el sistema de “redención de penas por el trabajo”. Sin embargo, estos hechos no anulan el propósito espiritual del conjunto. Más si también había presos libres que cobraban lo mismo. Tampoco lo hace el argumento de que el Valle puede interpretarse como un símbolo “franquista”, pues eso no justifica modificar un complejo monumental de gran valor artístico y paisajístico. Si siguiéramos ese camino de alterar todos los monumentos que han levantado regímenes no democráticos, media Europa se quedaría sin patrimonio histórico sin modificar.

Un Sánchez que se auto eleva a los altares de los grandes constructores de relatos, derribando y resignificando monumentos históricos para escribir una nueva historia nacional a su medida. Lo que quedará en la percepción de la gente es la imagen de un político que lo controla todo

Y es que resignificar, es una novedad en la psicología política actual. Es una narrativa que se utiliza para cubrir un proceso cuestionable de ideologización y de revisionismo histórico. En otros países ya se han levantado centros nacionales de memoria histórica, memoriales y espacios conmemorativos para interpretar, por ejemplo, los conflictos armados que ha vivido el Perú con el grupo terrorista Sendero Luminoso, y lo sucedido en Colombia con las FARC. Y estos han derivado en enfrentamientos ideológicos sobre qué y cómo contar las desgracias vividas, en estos casos, a causa de estas organizaciones terroristas. Muchos consideran que esas “resignificaciones” terminan manipulando el pasado. Casos similares se han visto en Argentina con la figura de los Montoneros, presentados como "jóvenes idealistas", omitiendo atentados, secuestros y asesinatos. Incluso Putin ha logrado resignificar a Stalin como un líder fuerte y patriótico, relativizando purgas, gulags y represión.

Lo simbólico importa. Y "vencer" a un Franco muerto, no con ideas, sino con representaciones performativas en el lugar dónde hasta poco estuvo enterrado, permite a Sánchez fortalecer su imagen como personaje importante en la historia del cambio social español. Un Sánchez que se auto eleva a los altares de los grandes constructores de relatos, derribando y resignificando monumentos históricos para escribir una nueva historia nacional a su medida. Lo que quedará en la percepción de la gente es la imagen de un político que lo controla todo: a la justicia, a su partido, a la oposición, los tiempos, los relatos, la forma de contarlos.

Y ¿por qué solo el PSOE se atreve a sacar adelante medidas tan polémicas, incluso cuando sabe que muchas de ellas no cuentan con el respaldo de la mayoría de sus votantes? La respuesta puede que me la haya dado hace años un alto cargo de un partido de derechas: “Hay causas que no entramos porque mueven mucho, pero a muy pocos”. Pero ¿acaso no son esas las que merecen ser más defendidas?

El aparato comunicativo del PSOE habría organizado debates y tertulias donde irían al fondo del asunto: hablarían de revisionismo histórico, de la conservación de bienes culturales, del principio de la integridad y de la teoría del estrato histórico para argumentar lo negativo que es alterar la identidad y autenticidad monumental del Valle

¿Y si hubiera sido al revés?, ¿qué habría hecho el PSOE? Pues seguro que habría movilizado a todo el país. Habría tejido alianzas con otros partidos y movimientos, habría encendido a los sindicatos, a las universidades, a los medios, al Parlamento Europeo. No habría dejado pasar ni una declaración como las realizadas por Sánchez, Bolaños o algunos periodistas afines. El aparato comunicativo del PSOE habría organizado debates y tertulias donde irían al fondo del asunto: hablarían de revisionismo histórico, de la conservación de bienes culturales, del principio de la integridad y de la teoría del estrato histórico para argumentar lo negativo que es alterar la identidad y autenticidad monumental del Valle. Hubieran recogido constantemente el malestar de los ciudadanos para mostrarlos por televisión y redes sociales, una y otra vez. Convocarían concursos de videojuegos donde Sánchez sea un destructor de monumentos. No abandonarían la batalla del relato, ni la construcción de narrativas que conecten con la gente y ayuden a comprender la necesidad de una unidad en la oposición frente a una acción totalitaria. Hablarían de una lucha del bien contra el mal, que por supuesto asociarían al sanchismo cultural, espiritual y simbólico. Pero en las derechas del desencanto, lamentablemente no hay esta visión, ni esa ambición.

Mientras sucede todo esto, Sánchez, sin freno, sigue escribiendo los relatos sobre los cuales pivotan la vida política nacional. Luego nos preguntamos cómo hace para mantenerse en el poder.

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