Donald Trump compareció el martes pasado en horario de máxima audiencia desde su mansión de Mar-a-Lago para anunciar su tercera candidatura consecutiva a la presidencia de EEUU. Ponía fin así a la incógnita de si se atrevería o no a dar el paso y volver a intentarlo. Llevaba días respondiendo a los críticos dentro del partido y a los posibles rivales por la nominación, especialmente al gobernador de Florida, Ron DeSantis, cuya aplastante victoria en la reelección confirmó su posición como la principal alternativa a Trump.
Pero esto no significa que Trump esté acabado. Ni mucho menos. A pesar de que en el seno del partido proliferan las críticas, aún disfruta de un amplio apoyo popular, tiene muchos millones de dólares en efectivo para la campaña y es un rival duro de roer. Ha rehecho el electorado republicano atrayendo a más votantes de clase trabajadora, y ha cambiado el enfoque político tradicional de los republicanos sobre asuntos importantes relacionados con el comercio, la política exterior o la inmigración.
Ahora a los 76 años, parece decidido a vengar su derrota de 2020 ante Joe Biden, que cumple 80 años este mes y ya ha avisado que aspira a un segundo mandato. Trump sigue denunciando fraude electoral en esas elecciones siempre que tiene ocasión a pesar de que no hubo pruebas concluyentes de ese fraude, y tanto la campaña de Trump como todos sus aliados han ido desde entonces perdiendo los juicios en los que impugnaban los resultados. En fin, nada que no supiésemos. Lo que sí es relativamente novedoso es el hecho de que vuelva a presentarse después de ser presidente y perder unas elecciones. Algo así sólo lo hizo un presidente en el pasado: Grover Cleveland, pero hace mucho, casi siglo y medio. Cleveland, que era del Partido Demócrata, ganó las elecciones de 1884 y perdió las siguientes, celebradas en 1888. Se estableció entonces en Nueva York como abogado de prestigio y volvió a la carga en 1892 pasando por encima de Benjamin Harrison. Si Trump lo consigue sería el segundo Grover Cleveland, y seguramente a él se encomiende, aunque Cleveland fuera demócrata, pero lo va a tener algo complicado porque habrá de conseguir primero la nominación de su propio partido.
Trump se retrató a sí mismo como víctima de una serie de fuerzas malvadas y muy poderosas como los medios de comunicación, las empresas "woke" y la censura de las grandes empresas tecnológicas
Para ir ablandando al votante republicano en su discurso del martes recorrió de forma autolaudatoria su recorrido como presidente entre 2017 y 2021. Remarcó como la economía iba muy bien y cómo las fronteras se volvieron mucho más seguras. Junto a eso mantuvo a raya a enemigos extranjeros como China, mientras evitaba meterse en guerras. Frente a eso pintó un cuadro muy negro de los casi dos años de Gobierno de Biden. Dijo que EEUU es ahora un país en decadencia, un país que falla machacado por la inflación, los altos precios del combustible y los problemas recurrentes en la frontera sur. Para acabar con semejante maldición no tienen más que elegirle a él, algo de lo que se va a encargar personalmente porque el país no podrá aguantar, según él, cuatro años más de Joe Biden.
En cuanto a las elecciones de medio mandato, que no le han sido precisamente propicias, dijo que es muy lamentable que haga falta tanto tiempo para saber los resultados. Propuso exigir identificación para todos los votantes, votar el mismo día y en papeletas físicas en lugar de mediante máquinas de votación. También pidió, como lo ha hecho en otras ocasiones, límites de mandato para los miembros del Congreso y que se prohíba a antiguos representantes dedicarse al cabildeo en Washington, es decir, que se empleen en grupos de presión, muy numerosos e influyentes en la capital.
Tal como lo hizo en sus campañas de 2016 y 2020, Trump se retrató a sí mismo como víctima de una serie de fuerzas malvadas y muy poderosas como los medios de comunicación, las empresas "woke" y la censura de las grandes empresas tecnológicas. Predijo que se sobrepondría a todo eso y que ganaría las elecciones. Para terminar, hizo público su eslogan de campaña, que es el mismo que en 2016 y 2020: Make América Great Again. Mucha imaginación no le ha echado, pero tampoco le hace falta porque con esa frase se identifican sus seguidores que son conocidos por el acrónimo MAGA.
Ahora que ha decidido presentarse, el Departamento de Justicia se encuentra la delicada posición de investigar a un candidato presidencial, un embolado con el que Biden verá lo que hace
Que Trump se muestre ante sus fieles triunfalista y con ganas de guerra entra dentro de lo normal y lo previsible. Pero allá afuera la realidad no es tan halagüeña para él y sus intereses electorales. Trump enfrenta varios enredos legales, le investigan por algunas de sus actividades empresariales, por la campaña que organizó para desacreditar los resultados de las elecciones de 2020 y por llevarse documentos presidenciales clasificados a su residencia privada de Mar-a-Lago. Ahora que ha decidido presentarse, el Departamento de Justicia se encuentra la delicada posición de investigar a un candidato presidencial, un embolado con el que Biden verá lo que hace.
Trump ha insistido en que no hizo nada malo con los documentos y habla de esta investigación como un intento de dañarle personal y políticamente. Sus seguidores le apoyan y no sólo espiritualmente, también de forma material recaudando fondos para que el expresidente pueda defenderse. Aparte de esta investigación, Trump ha sido acusado dos veces por la Cámara de Representantes y absuelto en las dos ocasiones por el Senado, la última vez por alentar a una muchedumbre a asaltar el Congreso el 6 de enero de 2021 como postrer esfuerzo para anular las elecciones de 2020. En el anuncio de su candidatura se abstuvo de hablar de lo que pasó tras las elecciones de 2020 y especialmente sobre lo pasó el 6 de enero. Todo eso lo despachó con una frase lapidaria en la que afirmaba que este periodo de la historia de EEUU es simplemente una pausa de su propio mandato.
Lo que muchos se preguntan es por qué ha anticipado tanto en el anuncio de la candidatura. Faltan aún dos años y los candidatos a las primarias no empiezan a aparecer hasta un año o menos de que empiecen las propias primarias. Al parecer Trump quería hacerlo incluso antes, quería oficializar su candidatura el pasado verano, pero se contuvo siguiendo el consejo de sus asesores, que le dijeron que podría afectar al partido durante las elecciones de medio término, si levantaba la liebre antes de tiempo los demócratas votarían con más ganas y eso complicaría recuperar las dos cámaras. Se ha comentado también que Trump estuvo a punto de hacer el anuncio durante un mitin en la víspera de las elecciones buscando capitalizar lo que muchos pensaron que sería una ola republicana.
DeSantis nada tiene de gobernador promedio. Es conocido en todo el país por oponerse a las restricciones de la pandemia y por significarse contra Biden y los demócratas, especialmente en el ámbito cultural
Pero no hubo nada de eso. los demócratas se han quedado con el Senado y la mayoría del Partido Republicano en la Cámara es mucho menor de lo previsto. Eso ha llevado a muchos republicanos a señalar con el dedo a Trump culpándole del desastre. Ha aparecido además una nueva estrella en el firmamento republicano, Ron DeSantis, que ha revalidado el cargo de gobernador de Florida con un 60% de los votos (en 2018 ganó el Estado por sólo 4 décimas). Trump ha pasado al ataque motejando a DeSantis como “Ron DeSanctimonious” y haciéndole de menos. Ha dicho de él que es “un gobernador republicano promedio con buenas relaciones públicas”. Pero DeSantis nada tiene de gobernador promedio. Es conocido en todo el país por oponerse a las restricciones de la pandemia y por significarse contra Biden y los demócratas, especialmente en el ámbito cultural.
DeSantis no es el único adversario posible. Podría presentarse el gobernador de Virginia Glenn Youngkin —que también ha sido objeto de críticas por parte de Trump en los últimos días—, el exvicepresidente Mike Pence, el exsecretario de Estado Mike Pompeo y la exembajadora ante la ONU Nikki Haley.
Trump está convencido de que puede vencer a Biden. Según comentan los entendidos, decidió ir a por la reelección en agosto del año pasado cuando se produjo la caótica retirada de Afganistán. Ese episodio tan humillante junto a la inflación persistente y el pesimismo general que hay en estos momentos le persuadieron de que podría volver a la Casa Blanca. Pero Biden no está tan débil como parece. Su índice de popularidad ronda el 41%, no muy alto, pero tampoco algo catastrófico. Biden nunca ha superado una popularidad superior al 54% y lleva desde agosto de 2021 por debajo del 50%. Además, los resultados de las elecciones de medio mandato le han envalentonado y cree que puede ser reelegido a poco que la suerte le acompañe y que los republicanos vuelvan a equivocarse.
En las encuestas Trump y Biden quedan empatados, pero estas encuestas no dicen demasiado ya que falta aún mucho tiempo para las elecciones, pueden suceder muchas cosas y aparecer nuevos candidatos en el partido republicano. Ahí es donde estará la pelea a lo largo del próximo año y medio. Muchos temen que el partido se desangre inútilmente en una guerra civil de la que sólo se beneficiarán los demócratas.