Lo ha dicho en público y sin mover un músculo de la cara. Sí, Sánchez ha utilizado la expresión “salto tecnológico” para referirse al rearme que, propuesto por la Comisión Europea, fue tratado en el último Consejo de Europa. De modo que, según él, la adquisición masiva de maquinaria para la guerra -barcos, aviones, helicópteros, tanques, drones…- y de munición para utilizarla no es rearmarse sino saltar tecnológicamente. Es difícil encontrar un eufemismo mayor para disfrazar lo que se va a hacer. Y todo para intentar disimular algo que siendo necesario -Europa lo necesita ante la creciente amenaza que supone Putin-, a él puede dificultar su maridaje con esos peculiares socios con los que se ha encamado en el Gobierno y en el Parlamento.
Con todo, el empleo por Sánchez y su gente de la técnica eufemística para intentar camuflar la realidad de las cosas y de sus decisiones no es precisamente una novedad en el inquilino del Palacio de La Moncloa y en sus ayudas de cámara. Por el contrario, la hemeroteca nos ofrece numerosos ejemplos al respecto. Peroeste recurso reiterado del eufemismo tiene antecedentes históricos siendo evidente que los nazis lo utilizaron hasta la saciedad para disimular las atrocidades que cometieron. Llamaron “campos de trabajo” a los campos de concentración, denominaron “cosas” a los judíos que fueron víctimas de sus planificadas matanzas y “crías” a sus hijos pequeños. Utilizaron expresiones como “interrogatorios intensivos” para referirse a las torturas que practicaban, “tratamiento especial” para aludir al asesinato de sus víctimas en las cámaras de gas, o “reinstalación de judíos” a lo que fueron sus masivas deportaciones.
No ignoremos que una descalificación oficial reiteradamente difundida por los medios oficiales y oficiosos puede ser el paso previo necesario para una ilegalización, total o absoluta, de los medios no afines
Los eufemismos del hitlerismo no acabaron en los que utilizaban cuando se referían a las múltiples barbaridades que realizaron contra los judíos, pues también los emplearon en otros aspectos de su malhadada gestión. Así, bautizaron como “propaganda difamatoria” a cualquier información que fuera contraria a la doctrina y a la praxis nazi. Aquí resulta especialmente similar el retorcimiento del lenguaje que hacían Hitler y los suyos con el que hacen los suyos y Sánchez. Ya saben, para los hombres y mujeres del Gobierno y del PSOE es “bulo” cualquier noticia o información que no les gusta y es “pseudo medio” cualquier diario, radio o televisión que no les baile el agua. De modo que, en la práctica de retorcer el lenguaje para descalificar cualquier opinión crítica contra ellos, la coincidencia del sanchismo con el nazismo es objetivamente cierta. Y no ignoremos que una descalificación oficial reiteradamente difundida por los medios oficiales y oficiosos puede ser el paso previo necesario para una ilegalización, total o absoluta, de los medios no afines. Así pasó en Alemania con el nacionalsocialismo y así se oyen ya tambores que lo preludian para España en la órbita sanchista.
Volviendo a los eufemismos terminológicos, conviene reseñar que el sanchismo denomina empleados -y así los considera estadísticamente- a aquellos que están en su casa a la espera de empleo y cobrando el subsidio de paro. También que una ministra de Sánchez -la de Hacienda- utiliza el eufemismo “financiación singular” para referirse el sistema de cupo pactado por los nacionalistas y socialistas catalanes o, alternativamente, el de “nueva mirada” referido al contenido del citado pacto nacionalsocialista acordado en Cataluña por ERC y el PSC que el Gobierno de Sánchez ha empezado a ejecutar.
Definitivamente sí, en el uso y abuso de los eufemismos para camuflar la realidad de las cosas y de sus decisiones, Sánchez y sus camisas rojas son unos artistas
No está tampoco lejos el día en el que Sánchez definió la amnistía que le ha arrancado el prófugo Puigdemont como un instrumento de superación de las consecuencias jurídicas de una crisis territorial. Aunque toda la definición es un ejemplo insuperable de manipulación en toda regla de las palabras, hay que reconocer que llamar crisis territorial a lo que fue un auténtico golpe de Estado -afortunadamente fallido- no tiene precio. Definitivamente sí, en el uso y abuso de los eufemismos para camuflar la realidad de las cosas y de sus decisiones, Sánchez y sus camisas rojas son unos artistas.
Tampoco está lejano el uso por los sanchistas de todo tipo diferentes apelativos para referirse al mediador internacional que participa en las negociaciones que desarrolla con Junts para ir logrando sucesivos acuerdos que le permiten ganar algunas votaciones en el Congreso de los Diputados. Le han llamado relator, verificador, incluso hasta “acompañante”. Vamos, que les falta decir que solo asiste para servir los cafés.
Golpes a la democracia
Aunque el contenido de este texto así lo evidencia, quiero manifestar de modo explícito que las coincidencias que vengo relatando entre Hitler y los suyos de una parte y los suyos y Sánchez de otra, empiezan y acaban en lo que digo, en la tramposa utilización reiterada del eufemismo para engañar a los que les oyen respecto a la verdad de lo que hacen. Nada más, aunque nada menos también.
Y para acotar aún más el ámbito de la comparación, quiero recordar y exponer que Hitler fue un atroz asesino que dirigió un proceso de atroces asesinatos masivos. Sánchez no. Que Hitler condujo a Alemania, a Europa y al mundo a una devastadora guerra y Sánchez no. Que Hitler empleó métodos criminales, con torturas y muertes, para acallar a sus opositores internos y Sánchez no. Que Hitler acabó fulminantemente con la democracia en Alemania y Sánchez solo está dando pasos que reducen y limitan la existente en España.
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jumaca2018
24/03/2025 10:58
Si la Gramática Española fuera una dama, algunos políticos la estarían agrediendo en solitario o en manada cada cierto tiempo. Tuve como profesor de Lengua Española a don Lázaro Carreter. Insistía en que debemos utilizar el lenguaje con claridad y precisión, algo que hoy brilla por su ausencia al escuchar a los gobernantes. Para mí lo más llamativo e increíble fue la decisión que adoptó el Tribunal Constitucional en 1985 respecto a la elección de los miembros del CGPJ. Manipularon descaradamente el sentido de la preposición ENTRE (significa reciprocidad) en el Art.122.3 de la Constitución. Hasta ese año, los miembros del CGPJ se elegían de acuerdo con el texto y el espíritu de lo establecido: de sus 20 miembros, 12 entre jueces, 4 por el Senado y 4 por el Congreso. Ahora los 20 los eligen Congreso y Senado. Vergonzoso. Para más detalles invito a visitar el blog "españoles quemados", refugio de cuatro viejales, y buscar la entrada: MUCHO DERECHO Y POCA GRAMÁTICA Gracias.
uno
24/03/2025 20:21
Dando pasos que... Paso a paso se llega muy lejos.