La técnica de Rorschach, mediante el uso de manchas, trata de evaluar la personalidad de quienes a ella se someten. La reconoceréis, si no la habéis realizado, porque hemos asistido a su escenificación en no pocos filmes. Además, da nombre al antihéroe de la máscara en la serie de cómics The Watchmen, personaje que representa la integridad maniquea de ver todo de un solo color, o blanco o negro, y de actuar en consecuencia.
Independientemente de su capacidad para perfilar dichas personalidades, resulta curioso saber que cada cuál que se someta a ella describirá lo que ve en función de sus percepciones subjetivas. Como el personaje de la novela gráfica, entiende el mundo bajo las premisas estrictas de sus valores, enjuiciando y actuando solo en base a ellos.
Esto me recuerda a la actitud que mostramos, en no pocos casos, cuando nos exponemos a la información económica. Cada día demostramos nuestra elevada agilidad en acomodar la información recibida a nuestro mundo, a nuestra estructura construida del mismo, evitando de este modo tener que afrontar las contradicciones inherentes cuando la realidad es muy diferente (disonancia cognitiva). Así, ocurre a menudo que la publicación de un dato económico de amplia sensibilidad suele generar este tipo de reacciones. En esta ocasión nos ha tocado lidiar con entender qué nos cuenta el IPC y sus datos de octubre. Sin embargo, como veremos, lo que muchos creen ver no se corresponde, aún, con lo que realmente es. Lo que hay es una simple mancha donde creen ver un monstruo.
Lo que muchos han querido ver en esta subida es un aumento generalizado de los precios, desbocado y sin control"
En primer lugar, lo que resulta obvio de los datos es que los precios de la cesta de la compra media española está aumentando considerablemente en los últimos meses. Sobre esto, poco podemos decir que no sea la rotunda evidencia. El dato definitivo para octubre, y publicado hace unos días por el INE, situaba la tasa de crecimiento de los precios en el 5,4 % en tasas interanuales. Para ponerlo en referencia, en febrero de este mismo año esta misma tasa no superaba el 0 %, y en mayo de 2020 la encontrábamos en el -0,9 %. Todo un rally, sin duda alguna.
Pero a partir de aquí vienen las manchas y la proyección subjetiva de lo que muchos quieren ver. Y lo que muchos han querido ver en esta subida es un aumento generalizado de los precios, desbocado y sin control. Lo que todos llamaríamos realmente un proceso inflacionario sostenido, habitual en décadas pasadas. Más aún, haciendo gala de mimetizar correlación con causalidad, el siguiente paso es asociar esta subida con las políticas monetarias llevadas a cabo durante lo más grueso de la pandemia. Como si este efecto fuera necesariamente una consecuencia de aquella causa, ya que no hay necesariamente una causalidad entre ambas cuando la inflación toma brío. Y es que, como he advertido en más de una ocasión, a día de hoy, y repito, a día de hoy, la naturaleza de esta inflación es mucho más mundana. Más aburrida.
Subida de precios importados
Del aumento del 5,4 % de los precios en un año, 4,6 % se explican sólo por tres, -sí, tres- rúbricas de 58 que componen el IPC. Concretamente, calefacción, alumbrado y distribución de gas, transporte personal (ambas por razones obvias de subida de precios importados sobre el que tenemos poca capacidad de ajuste) y, en tercer lugar, y me reconocerán que aquí hay un efecto base relevante, el turismo y la hostelería y que aportan 0,3 de esos 4,6 puntos. El resto de las 55 rúbricas restantes añaden sólo ocho décimas a la inflación de octubre, y donde la mayoría de ellas, 35 rúbricas, muestran un crecimiento menor del 1,5 % interanual, tasa que estaría claramente por debajo del objetivo medio marcado por el Banco Central Europeo.
En estas circunstancias, es muy complejo hablar de un proceso inflacionario de los que nos ponen nerviosos. Es cierto que, aunque sigue habiendo rúbricas que tienen caídas de precios, estas son menos que hace un año, lo que resulta, sin duda alguna muy lógico. También es cierto que hay otros precios no incluidos en el texto del párrafo anterior que han mostrado subidas excepcionales, aunque su repercusión es escasa por lo poco que están relativamente representados en nuestra cesta de consumo. Es el caso de la carne de ovino o aceites y grasas. También las bebidas refrescantes. Todas ellas con crecimiento interanuales superiores al 7 %. Sin embargo, las razones de sus subidas son puntuales y tienen más que ver con la reducción de la oferta de carne del primero mientras su demanda se ha expandido a nivel global (enfermedades de un bien sustitutivo, el cerdo, y problemas de producción en Australia y Nueva Zelanda), la sequía (que en palabras de un productor a quien les escribe ha tenido un potente impacto en el precio del aceite del girasol y lo empieza a tener en el de oliva) o el aumento del precio de las bebidas azucaradas por el impuesto introducido en marzo.
El aumento de la inflación subyacente, aquella que es la referencia para la política monetaria, sigue siendo moderado. Su evolución dista de estar desbocada"
Como pueden observar, este proceso de subida de precios, que si quieren podemos llamar inflación, tiene unas patas muy largas pero no menos finas. Se sustenta en muy pocos productos que, sin embargo, y esto es lo importante, sí implican un efecto potente en el bolsillo de los ciudadanos. No debemos olvidar que una porción considerable de nuestro consumo va dirigido precisamente a las tres rúbricas que más crecieron. Pero siendo esto cierto, que lo es y además preocupante, no lo es menos que esto nos obligue a hablar de un proceso de inflación gestado en las tripas más profundas de los castillos lúgubres y fangosos de los Bancos Centrales. Al menos en este lado del Océano Atlántico.
Más aún, el aumento de la inflación subyacente, aquella que es la referencia para la política monetaria, sigue siendo moderado. Su evolución dista de estar desbocada, por mucho que hayan subido ciertos precios. De hecho se está situando en un nivel cómodo para la gestión de los ciclos. Con un aumento del 1,4 % interanual aún no podemos hablar de inflación descontrolada.
Dicho esto, ¿qué podemos avanzar sobre el futuro? Lo que sabemos es que la inflación es un monstruo que muta rápidamente. El mayor peligro de esta subida no es solo que erosione la capacidad de gasto de las familias y que pueda limitar la potencialidad del crecimiento en los próximos meses. Lo peor es que esta subida tenga el mismo efecto que una yesca sobre pólvora seca. Si entendemos que esta subida es permanente (por las razones antes expuestas es complicado aún pensar en esto), el traslado de la misma a exigencias de revisiones a rentas puede prolongar su efecto. Y he ahí el problema. Si esto pasara, entonces lo que veríamos como mancha sería precisamente eso, un monstruo al que resultaría complicado meter de nuevo en su morada.