Opinión

Mario, apóstol de la libertad

Los cubanos libres, los que queden en la isla o en el extranjero, tenemos una enorme deuda moral

  • Mario Vargas Llosa

Con Mario Vargas Llosa desaparece, no sólo uno de los escritores más relevantes de nuestro tiempo, también uno de los pilares intelectuales con los que contábamos los enemigos del totalitarismo (léase comunismo o populismo de izquierdas), y los amantes de la libertad. Vargas Llosa fue un referente, un baluarte de decencia e integridad, para todos los que sufrían la opresión, la vileza, y la violencia de las llamadas “revoluciones” populares. Y lo mejor, lo fue para las víctimas de cualquier dictadura. De derechas o izquierdas (si es que tales definiciones significan ya algo). Eso aumentaba, naturalmente, su estatura moral.

 

Contra toda forma de dictadura, a diferencia de gran parte de la intelectualidad mundial, y especialmente hispanoamericana y europea, que eligieron la complicidad, el oportunismo descarado o la hipócrita condescendencia con las dictaduras de izquierdas, el autor de Conversación en la catedral fue un adversario formidable de toda forma de opresión ideológica y de autoritarismo, fuera cual fuera su especie ideológica.

Leer a Vargas Llosa equivalía a una actividad contrarrevolucionaria y la posesión de alguno de sus libros constituía un acto delictivo. En la isla (léase la finca) de los Castro, sus lectores hacíamos largas colas para tener acceso a la manoseada copia de alguno de sus libros

 

En lo referente a Cuba, pasado un breve período de entusiasmo inicial con la llamada aún (increíble y obscenamente), Revolución Cubana, Vargas Llosa se convirtió en uno de sus más eficaces y prestigiosos críticos. Muy pronto integró la lista de escritores prohibidos y censurados por el castrismo. En los años que viví en la isla, leer a Vargas Llosa equivalía a una actividad contrarrevolucionaria y la posesión de alguno de sus libros constituía un acto delictivo. En la isla (léase la finca) de los Castro, sus lectores hacíamos largas colas para tener acceso a la manoseada copia de alguno de sus libros, que pasaban como preciados tesoros por nuestras ansiosas manos.

 

El escritor peruano fue uno de los mayores adalides de la defensa de la libertad de los escritores cubanos oprimidos por la vulgaridad y el obscurantismo castrista. Contrastando, de manera luminosa, con la miseria moral de la mayoría de los escritores y artistas españoles, por referirme a los que tengo más a mano, que se rindieron a la propaganda y a los manoseos, físicos e ideológicos, del castrismo.

 

Los cubanos libres, los que queden en la isla o en el extranjero, tenemos una enorme deuda moral con este hombre que acaba de morir. Debemos agradecer a Vargas Llosa su compromiso con la verdad y la libertad; compromiso del que, hay que decirlo, han carecido muchos escritores, intelectuales y artistas cubanos, para no hablar del llamado Pueblo.

Se inclinaban cobardes y serviles ante el macho redentor que vociferaba pistola al cinto, Vargas Llosa representó para nosotros una luz en la nauseabunda tiniebla del oportunismo de escritores, artistas e intelectuales cubanos, hispanoamericanos y europeos

 

Cuando los García Márquez, Cortázar, Grass, Benedetti, Carpentier o, entrando ya en escritores menores, Miguel Barnet y muchos otros hasta llegar en la actualidad a Leonardo Padura), se inclinaban cobardes y serviles ante el macho redentor que vociferaba pistola al cinto, Vargas Llosa representó para nosotros una luz en la nauseabunda tiniebla del oportunismo de escritores, artistas e intelectuales cubanos, hispanoamericanos y europeos.

 

Por eso, en la hora de su muerte, quiero que estos apresurados párrafos queden como testimonio de mi agradecimiento no sólo al gran escritor, también al insigne amigo de la libertad.

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