Opinión

Mitos y leyendas de la Guerra de Ucrania

Trump minusvalora o desprecia un escenario global definido por el deseo de las potencias autocráticas de destruir el orden internacional creado por EEUU

  • Propaganda del ejército ucraniano en una calle de Leópolis. -

En una verdadera y rocambolesca pirueta, las conversaciones entre los EEUU y Rusia para poner fin a la guerra ruso-ucraniana y el relato subyacente a ellas se asientan sobre la asunción por parte norteamericana de la propaganda realizada por el Kremlin desde el comienzo del conflicto. Esto constituye la legitimación de la agresión perpetrada por el cleptócrata ruso y la imposición a Ucrania de una paz cartaginesa, cuyo único beneficiario a corto, medio y largo plazo será la dictadura putinesca. Se está ante una combinación del Espíritu de Munich y de los repartos de Polonia realizados por las grandes potencias de la época en los siglos XVIII y XIX.

De entrada, atribuir a Ucrania la culpa de la guerra es bien un ejercicio de ignorancia, bien uno de cinismo sin precedentes. Los intentos rusos de convertir ese país en un satélite son la actualización de la doctrina de soberanía limitada de Bresnev. y Putin jamás lo ha ocultado. Nunca aceptó la independencia ucraniana ni el deseo de sus ciudadanos de ser una nación democrática y prooccidental. Su fracaso en intentar por medios “pacíficos” controlar el país primero y desestabilizarle después dio paso a la búsqueda de una solución militar que, para su sorpresa, desembocó en una guerra larga, ante la imprevista resistencia del Gobierno y del pueblo ucraniano a someterse al diktat del autócrata. 

Rusia emprendió una guerra de agresión, tal como se definió a ese tipo de actuaciones en los Juicios de Nuremberg: “iniciar una guerra de agresión (…) es no sólo un crimen internacional; es el crimen internacional supremo que únicamente difiere de los crímenes de guerra en que contiene en sí mismo la acumulación de la maldad como un todo”.  Por eso es lamentable ver sentada en la misma mesa a los representantes de un Estado criminal, el Imperio del Mal 2.0, con los de la mayor de las democracias occidentales para descuartizar a un Estado cuyo único pecado es luchar por su libertad y la de sus ciudadanos.

Ucrania no ha sido derrotada militarmente. Rusia ocupa el 18% del territorio ucraniano, menos que el logrado en los momentos iniciales de la invasión. En la actualidad, el frente está estabilizado y el Ejército ucraniano ni ha sido vencido ni se ha rendido. En consecuencia, Putin va a conseguir en la mesa de despiece de Ucrania lo que no ha conseguido ni tenía visos de conseguir en el campo de batalla, mientras se mantuviese el apoyo occidental al esfuerzo bélico ucraniano. Por añadidura, las regiones bajo control ruso se han convertido en “sociedades cárcel”, en las que se ha creado una red de campos de concentración para todos aquellos ciudadanos con opiniones pro ucranianas; y donde, por ejemplo, decenas de miles de niños han sido arrebatados a sus padres, deportados a Rusia y adoptados “forzosamente” por familias rusas. 

Es falso que el peso de la ayuda occidental a Ucrania haya recaído sólo o principalmente sobre los EEUU. Estos han aportado alrededor de 114.000 millones de dólares entre asistencia militar, financiera y humanitaria; los países europeos y la propia UE unos 132.000 millones de euros por esos tres conceptos y, clave, la contribución militar norteamericana ha sido ligeramente superior a la estadounidense, pero no desproporcionadamente mayor. Trump quiere recuperar el dinero proporcionado por los EEUU. a Ucrania, pero, a priori, sólo tendría derecho a reclamar el 40% porque el resto fueron subvenciones a fondo perdido; esto es, no caben ser reclamadas, aunque obviamente pueden obtenerse por la fuerza.

Acusar a Zelensky de ser un dictador cuando uno se sienta a repartirse Ucrania con una dictadura corrupta y sanguinaria es una obscenidad
 

Acusar a Zelensky de ser un dictador cuando uno se sienta a repartirse Ucrania con una dictadura corrupta y sanguinaria es una obscenidad. El Estado tiranizado por Putin ocupa el puesto 164 sobre los 180 países evaluados por Freedom House en su informe 'Freedom in the World 2024' sobre libertades, con una puntuación de 13 sobre 100; esto es se sitúa entre los 20 estados del mundo en donde existen menores libertades civiles y políticas junto a países como China, Corea del Norte o Siria, por citar algunos ejemplos. Ucrania no es una democracia idílica pero tiene una puntuación de 49%, aunque se han introducido restricciones temporales, como sucede siempre en cualquier país, a causa de la guerra. Por añadidura, las elecciones presidenciales que dieron la victoria a Zelensky fueron libres y competitivas. 

El intento de forzar la celebración de unos comicios en una Ucrania en guerra, con millones de personas desplazadas y con un 18% del territorio en manos rusas no ofrece garantía alguna y conviene recordar que, por ejemplo, el Reino Unido, que no había sido invadido por los nazis, no celebró elecciones hasta finalizada la guerra en Europa. Por otra parte, el artículo 83 de la Constitución ucraniana indica que, si el mandato del Presidente o del Parlamento expiran durante un período de guerra-ley marcial, no se pueden celebrar hasta que las condiciones lo permitan. Y, por cierto, esta es la posición de consenso de todas las fuerzas con representación parlamentaria que cada 90 días desde el inicio de la guerra ha dado su aprobación a la extensión de la ley marcial.

Si la solución de la crisis ruso-ucraniana se materializa en los términos que parece, Putin habrá obtenido una victoria y Occidente, incluidos los EEUU, una derrota. Se premiará a un agresor y se santificarán sus atropellos y sus crímenes a costa de un país, Ucrania, cuyo único objetivo es preservar su independencia, su libertad y su deseo de formar parte de Occidente. Es la repetición del Espíritu de Munich, el deseo de apaciguar a un tirano con la benéfica intención, siendo muy generosos, de aplacarle. Pero la historia muestra lo ilusorio de esas esperanzas. Tras la incorporación de los Sudetes al III Reich, los nazis se anexionaron Checoslovaquia y después invadieron Polonia. Putin, como Hitler, es insaciable y su programa, anunciado una y otra vez, es reconstruir la esfera de influencia imperial rusa. 

Si se cierra un acuerdo Rusia-Ucrania sobre Polonía conforme a lo avanzado hasta la fecha, Ucrania está condenada a muerte. Putin no dejará de desestabilizar el Estado ucraniano hasta convertirle en un satélite de Moscú y ninguna garantía sobre la seguridad y la integridad ucranianas será creíble si ahora se consuman las ambiciones rusas. Si Occidente o, para ser precisos, los EEUU no han estado dispuestos a defender Ucrania, porque defenderán a los bálticos, a Moldavia o a cualquier antigua parte del imperio soviético. ¿Por qué los bálticos pertenecen a la OTAN? Quién sabe qué será de la OTAN en el futuro próximo, con USA centrada en una estrecha visión del interés nacional y con sus gobiernos-partidos amigos en Europa en su mayoría pro rusos. Y algo más, los EEUU se situarán a la altura moral de la Rusia putinesca.

No se está ante Estados con una estrategia nacionalista, sino con vocación expansiva y que actúan de manera concertada

¿Qué hará Europa? ¿Seguirá prestando asistencia a Ucrania? Obviamente, si USA y Rusia imponen la paz, Europa tendría que estar dispuesta a seguir prestando soporte a Ucrania para proseguir la guerra, lo que la enfrentaría a norteamericanos y rusos. Por añadidura, la UE y sus estados miembros tienen serias dificultades para suministrar a Ucrania el armamento necesario para sostener su esfuerzo bélico y la situación económica en el viejo continente no es nada halagüeña. Por añadidura, muchos partidos y gobiernos de la nueva derecha son pro rusos y contrarios a seguir dando soporte a los ucranianos. A ello se suma la ausencia de un liderazgo efectivo en la UE y el descrédito de la Comisión Europea. En este contexto, el apoyo de Europa a Ucrania, su continuidad, resulta problemático. Pero lo que finalmente suceda en Ucrania tiene una trascendencia mucho mayor. 

Desde el final de la II Guerra Mundial, América con todos sus defectos y con todas sus virtudes fue el símbolo de la democracia y de la libertad a escala global frente al Imperio del Mal y sus afanes de dominio universal. Esto se tradujo en la configuración de un sistema de seguridad y defensa de alcance planetario acompañado de una progresiva agenda de liberalización económica global. Sin duda, los aliados de los EEUU se beneficiaron de esa política, pero también América, que, en ausencia de esa política, se hubiese convertido en una isla rodeada de enemigos, lo que hubiese sido una seria amenaza para su seguridad y, también, para su prosperidad. 

Con independencia de sus intenciones, la Administración Trump minusvalora o desprecia la realidad de un escenario global definido por el deseo de las potencias autocráticas de destruir el orden internacional creado por los EEUU durante los últimos ochenta años y cuyo objetivo es acabar con su hegemonía. No se está ante Estados con una estrategia nacionalista, sino con vocación expansiva y que actúan de manera concertada. Esto hace del unilateralismo una pésima o, para ser precisos, errónea política, porque la manera de debilitar y aislar a América en el medio y en el largo plazo es dejándola primero sin aliados, desestabilizando o neutralizando a éstos. Y esta será la consecuencia de la política exterior norteamericana, si lo que parece que va a ser finalmente es.  

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