Opinión

Morir por depresión o vivir con depresión

Es muy difícil tratar de hacer entender lo que es la depresión a alguien que no la padece. Ni siquiera las personas que conviven con un enfermo de depresión llegan a entender verdaderamente esta enfermedad.

Tengo depresión clínica crónica. Tard

  • Manifestación a favor de la Ley de eutanasia

Es muy difícil tratar de hacer entender lo que es la depresión a alguien que no la padece. Ni siquiera las personas que conviven con un enfermo de depresión llegan a entender verdaderamente esta enfermedad.

Tengo depresión clínica crónica. Tardé quince años en que me dieran un diagnóstico correcto y dos años más en encontrar el tratamiento adecuado para mí. En todo este tiempo he aprendido que no solo se puede llevar una vida normal teniendo depresión crónica, sino que se debe.

No ha sido fácil llegar hasta aquí. Es más, no creí que lo conseguiría. No porque yo sea una persona pesimista, sino porque tengo depresión y eso es lo que hace esta enfermedad: te convence de que nada vale la pena, de que tú no vales la pena, de que todo está mal, y estará mal siempre, así que no importa lo que hagas porque nada va a cambiar nunca.

He leído que un tribunal de Países Bajos ha concedido la eutanasia a una joven de 29 años con depresión crónica. Por lo visto, una ley con más de 20 años en este país contempla el derecho a una muerte asistida cuando la persona experimente un “sufrimiento insoportable sin perspectivas de mejora”. Los solicitantes deben estar plenamente informados y ser competentes para tomar la decisión.

Lamento profundamente que este tribunal no sea consciente de lo que es y supone la depresión. Todas las personas que padecen depresión piensan en suicidarse y terminar con todo de una vez. Todas. El fatídico final de esta incapacitante enfermedad es la muerte. Es una enfermedad tan cruel que, como no puede matarte, te convence para que lo hagas tú mismo. En España una persona se suicida cada dos horas, pero para ese drama no creamos un ministerio con miles de millones de presupuesto.

Lo que no consigo comprender es que afirma que lo ha solicitado porque no quería provocar a su familia ni a su pareja el dolor de suicidarse y no podía con ese sentimiento de culpa

Da igual que tengas empapelado el cuarto con diplomas y matrículas de honor, vitrinas llenas de medallas en competiciones deportivas o que hayas incluso desarrollado la vacuna para el cáncer: cuando tienes depresión, una voz en tu cabeza te convence de que eres un fracaso y de que nunca serás feliz con nada. Tu cabeza retuerce de tal manera la realidad que nadie en un estado mental normal sería capaz de entender que no valores tus éxitos, que te aborrezcas tanto, que creas que eres una carga para todo el que te quiere y que solo pienses en quitarte de en medio para dejar de sentirte así.

Si esto define a una persona competente para decidir por su vida, el tribunal de Países Bajos acaba de sentenciar a muerte a todos los enfermos de depresión crónica de su nación.

Hay algo en todo esto que no consigo entender. Tres años y medio ha tardado esa joven en conseguir la sentencia favorable del tribunal. Dice sentirse aliviada por saber que va a morir pronto. Esto lo entiendo, les prometo que lo entiendo perfectamente porque la depresión consigue que vivir sea un sufrimiento, tanto psicológico como físico, que solo crees que terminará cuando mueras. Lo que no consigo comprender es que afirma que lo ha solicitado porque no quería provocar a su familia ni a su pareja el dolor de suicidarse y no podía con ese sentimiento de culpa. Es como si, de alguna manera, el tribunal estuviera validando su decisión y diciendo a la familia y allegados que no pasa nada, que está bien que esa persona se muera.

Estoy horrorizada. Y es incomprensible. Cuando una persona con depresión considera el suicidio, piensa que es una carga para sus seres queridos y que tras su muerte estarán mejor. No hay sentimiento de culpa ni consciencia de provocar sufrimiento a nadie: solo quiere terminar con el suyo.

Si hoy estoy escribiendo aquí estas líneas, es porque tuve la suerte de no contar con una ley que me animara a terminar con mi vida ni invalidara la lucha de mis seres queridos, que se negaban a perderme porque sabían que algo no estaba bien.

Hoy estoy aquí porque lo más parecido que he conocido a un Dios, me pidió que le hiciera una promesa: nunca me quitaría la vida, nunca me abandonaría ni jamás me dejaría morir, por mucho que doliera todo. Me hizo saber y entender que si incumplía mi promesa, no solo le defraudaría, sino que le condenaría a vivir con el corazón roto. Y nadie quiere defraudar ni condenar al peor de los sufrimientos al Dios que tanto ama y al que tanta fe le tiene, así que le dije que sí a mi padre, pensando que para mantener esa promesa me estaba condenando yo a esa vida de sufrimiento en su lugar. No tenía la esperanza de que nada mejorara, no imaginaba que mi vida pudiera ser otra ni que pudiera saber lo que era ser feliz.

Con depresión desde los quince años, fue pasada ya la treintena cuando aprendí a lidiar con mi enfermedad, a conocerla, a no temerla más de lo necesario y a ser feliz sin tenerle más miedo a la vida que cualquier otro

Esa promesa que hice me ha mantenido viva. Gracias a esa promesa no me abandoné, seguí buscando la manera de entender qué me pasaba... Y lo hice. Con depresión desde los quince años, fue pasada ya la treintena cuando aprendí a lidiar con mi enfermedad, a conocerla, a no temerla más de lo necesario y a ser feliz sin tenerle más miedo a la vida que cualquier otro. Pero, sobre todo, aprendí que la vida es el regalo más grande que se puede dar y que soy muy afortunada, porque a mí mi padre me lo dio dos veces.

En las próximas semanas una chica holandesa de 29 años morirá porque un tribunal le ha dicho que no luche más, que no va a ser feliz nunca. Un tribunal se ha convertido en la voz de la depresión. Un tribunal ha invalidado el dolor y la rabia de quienes querían una buena vida para esta mujer.

Hoy lloro por una joven con depresión crónica que va a morir, porque si no lo hago yo puede que nadie lo haga. Y la muerte no es ningún alivio ni la salida fácil o feliz de la depresión, es la derrota. La única salida es la vida.

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