Después del día de la Virgen, que los católicos aseguran que subió a los cielos, incluso el más optimista empieza a mirar el almanaque de la cocina con cierto desdén: a ver, a ver, ¿cuántos me quedan de vacaciones? Cada día que pasa uno menos. Muchos en todo caso si consideramos el tiempo a nuestro gusto, pues ¿no son muchos los días cuando nos tomamos un puente? Esas cuentas, un poco infantiles la verdad pero suficientes y tranquilizadoras me hacía mientras pensaba esta Cotufa marciana -que al martes ha vuelto- y escuchaba la radio matinal.
-No descansas. No tienes bastante con la temporada radiofónica que sigues incluso de vacaciones pegando el oído al transistor.
-Al transistor exactamente no. Al iPhone, que es por donde siento la radio.
-¿Siento?
-Como eres más joven no puedes recordar la importancia de este verbo hace unos años. Antiguamente la gente sentía la radio, sentía las voces, músicas y canciones. Ahora, cuando ya quedan pocas cosas que sentir y muchas que escuchar, se habla de escuchantes, que no de oyentes.
-Parece que sintieras nostalgia de aquella radio y hasta puede que de aquella época.
-De lo primero sí, de lo segundo no. Jorge Manrique decía eso tan incierto de que a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor. Para nada. Asumir la ocurrencia del noble poeta castellano es negar el futuro o, como él dice lo no venido. El pasado no puede ser lo mejor si la esperanza está puesta en el futuro. Y en todo caso Montaigne, que tanto nos gusta a los dos, afirma y yo lo creo, que la única certidumbre es que no hay nada cierto
El porvenir que no llega
-Bueno, amigo señor de las Cotufas en el golfo, que es como llamarte señor de las causa perdidas e imposibles, el tiempo pasado y por venir se sienten según se viva, digo.
-Sí, cierto. Y por eso, otro poeta grande y deslumbrante, Ángel González escribió un bellísimo poema que titulo Porvenir: Te llaman porvenir porque no vienes nunca (…) Pero tú permaneces más allá de las horas, agazapado no se sabe donde.
-Lo conozco. El bardo asturiano era grande, por eso cada vez que lo leo entiendo por qué eran tan respetados los poetas en la antigüedad. Las gentes creían que los dioses hablaban por sus bocas. Yo también lo creo.
Pero, querido amigo, centra la Cotufa. Querías hablarnos de la radio, de lo que se escuchas por ella estos días, de poesía, del pasado, del futuro.
-Ya sabes que la mano te lleva muchas veces allí donde no quiere el cerebro. La radio hoy es toda ella una tertulia en el que el menos avisado conoce las claves de Afganistán, detalla los errores de Biden -yo heredé este acuerdo de paz- y anuncia la agenda oculta de los talibanes. Aunque no falten este verano argumentos para acordarse del Gobierno y de su presidente -de vacaciones como un español más que no es, claro-, Afganistán es el centro informativo. Allí aún quedan medios internacionales que pueden contar lo que pasa, aunque no creo que puedan relatar lo que vaya a pasar. En este mismo momento la pantalla de mi ordenador me escupe a la cara la última noticia: "El pánico a los talibanes desata en caos en el aeropuerto de Kabul".
Y entonces pienso que incluso la pobreza establece sus límites: peor está Haití. Es el desastre repetido, el estado fallido que siempre será, el hambre y la enfermedad. Ni siquiera Haití merece que Estados Unidos, o eso que llamamos comunidad internacional y que no se qué es, se equivoquen allí porque simplemente no están. No hay nada que sacar que no sea mierda y desolación en ese fárrago en el que los hombres viven peor que las bestias.
-Hombre, hombre que las bestias…
-Sí, amigo sí, las bestias, cualquiera de ellas vive sin capacidad para preguntarse por el futuro, por la enfermedad o la muerte. La vida sin conciencia es más llevadera que la de un hombre encarcelado siempre en ese porvenir que sólo llega cuando le toca morir. Mi perro no sabe que se va a morir, y eso hace que algunos días lo envidie. Mucho.
-Ya, ya, pero vayamos a lo sustantivo. Afganistán y Haití deberían hacernos pensar en lo injusta que es la vida. Lo injusto de nacer. De nacer en un sitio y no en otro. Incluso de ser mujer afgana o ser haitiana. ¿Ves lo gradual de la pobreza? Sí, es una pena que las afganas que han recibido educación, sanidad y conocen la libertad; el móvil, la televisión, Internet…pasen de la noche a la mañana a edad de piedra de los talibanes. ¿Cómo crees que vive una mujer en Haití? ¿Sabes que hace tiempo que la autoridad allí, o lo que haya y se parezca a eso, dejó de contar las violaciones, lo secuestros y todo tipo de delitos? Haití recuerda eso que Thomas Mann escribió en el prólogo de La Montaña Mágica: "Comenzaron muchas cosas que, en el fondo, todavía no han dejado de comenzar".
Delaciones y venganzas
-Y sin embargo lo peor es el lamento, es lo que nos queda, el lamento siempre como preludio de la impotencia, y la impotencia como aliada del egoísmo. Al menos en Haití la miseria no deja lugar a la venganza y la delación, lo que se espera que suceda con los talibanes.
-Por cierto, habíamos quedado en que volverías al libro de Daisy Dunn, Bajo la sombra del Vesubio, donde se cuentan las vidas los dos Plinios, el viejo y su sobrino el joven. Remarco lo de los dos Plinio porque hasta ayer, como quien dice, se pensaba que era uno solo.
Y, claro, como no pensar en Haití leyendo la forma en que el viejo Plinio detalla la catástrofe del Vesubio. Quizá no sepas que cuando vio la nube del volcán Plinio pido un barco para acercarse, ver y analizar lo que estaba pasando. Quería escribir aquello que había visto. Le costó la vida. En ese momento este hombre tan moderno que vivió hace casi dos milenios y estaba trabajando en su fascinante y monumental Historia Natural. Dunn cuenta que cuando vio cómo el volcán entraba en erupción no dudó en que debía de estar allí para contarlo y, consciente de su trabajo que hoy calificaríamos de periodista, invitó a su sobrino Plinio el joven a acompañarle en la travesía. Pero este se negó. Y entonces el Viejo Plinio le recordó algo que servirá para abrochar esta Cotufa de martes: "Quien navega por un mar en calma no encontrará a nadie esperándole en el puerto al regresar".
Eso espero yo para la semana que viene, encontrarte junto al lector amigo que pasa el rato con nosotros. La semana que viene prometo traer una historia maravillosa de una ciudad que conozco bien y visité hace unas semanas. Una historia que nace en su catedral y frente a la tumba y el epitafio del cardenal Luis Manuel Portocarrero que, además de eclesiástico fue en el XVII virrey en Sicilia, primado de España y consejero de Estado de Carlos II.
Pero por hoy, caro amigo es suficiente. Procura no olvidar aquello de la semana pasada. ¿Lo recuerdas? Vita vigilia est. Vale.