Opinión

Separación de poderes, el muro que debemos proteger

Sólo hay un único argumento que no hiere de muerte la inteligencia, y al que se han adherido no pocos españoles para disculpar los desgarros que los pactos firmados por

  • Gabriel Rufián, Pedro Sánchez y Nadia Calviño, en el Congreso. -

Sólo hay un único argumento que no hiere de muerte la inteligencia, y al que se han adherido no pocos españoles para disculpar los desgarros que los pactos firmados por el PSOE de Pedro Sánchez han provocado a la igualdad de los ciudadanos ante la ley, a la separación de poderes, y a la convivencia: hay que construir un muro para frenar el avance en las urnas de la derecha y evitar a toda costa el cataclismo reaccionario que supondría que un partido como Vox accediera a responsabilidades en el gobierno de la nación.

Este muro simboliza la separación del bien que representan el gobierno, sus socios y la gente de buen corazón, frente al mal encarnado por más de la mitad de los españoles. Aunque no existe evidencia fehaciente de que los atentados que se prevén sobre el progreso social fueran a producirse, lo cierto es que una parte del discurso de Vox destila aroma involutivo sobre la libertad sexual, religiosa y de la mujer, que repugna a parte de la población.

Para el liberalismo reformista, el progreso de las sociedades se construye sobre la igualdad de oportunidades, como condición necesaria para lograr la libertad individual, y se estimula con reformas que desanudan las ataduras de los individuos para desarrollar sus capacidades. Estos principios no son compatibles con una amplia gama de propuestas y actuaciones que observamos en los partidos políticos como reacción al progreso: ni con el redil en el que Vox pretende encerrar algunas libertades básicas, ni con el fentanilo populista de Sumar, Podemos, y el conjunto de imaginería comunista para crédulos que los acompañan, ni con la tibieza con la que el PP ha gestionado los casos de corrupción, ni con la predicación desde el púlpito de basura del nacionalismo territorial excluyente, ni mucho menos con la pretensión de existir en el poder sometido al chantaje de la hoz populista y el martillo independentista.

En la naturaleza de los distintos partidos políticos, en el electorado al que se dirigen, y en el sistema electoral español, se encuentra el pecado original que llevamos décadas purgando en términos de progreso desaparecido. 

La división de poderes y el delicado juego de equilibrios y contrapoderes entre las instituciones, mantienen a raya las tentaciones reaccionaras de los partidos. Este es el muro que hay que proteger

La división de poderes, y el delicado juego de equilibrios y contrapoderes entre las instituciones, mantienen a raya las tentaciones reaccionaras de los partidos, y sientan las bases para el progreso. Este es el muro que hay que proteger y no el que divide y debilita. Los acuerdos firmados por el PSOE dinamitando la división de poderes, amordazando los contrapoderes, y sometiéndose al chantaje de los que reclaman privilegios de unos ciudadanos sobre otros tendrán efectos devastadores no sólo sobre el presente, sino también en el futuro. Por construir el muro que nos separa se derriba el muro que nos protege.

Pero la realidad es dinámica y los que ahora están en la oposición pueden mañana estar en el gobierno. Sin el buen muro de un estado de derecho sano, los hoy excluyentes se convertirán mañana en los excluidos, y el muro de la vergüenza se irá haciendo cada vez más grueso. Esto lo sabe bien su arquitecto, y así se lo reconocerán las generaciones futuras empobrecidas moral y económicamente, aunque hoy, tras el muro de su torre de marfil, resuenen las carcajadas de su imagen ante el espejo.

Javier Ferri Carreres es Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universitat de València

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