Dos semanas después de la primera DANA, y ante la previsión de una segunda, había valencianos tratando de desatascar las alcantarillas con sus propias manos. Pero Feijóo cree —por la cuenta que le tiene—que el Estado de las autonomías ha funcionado. Y muchos otros, también. Unos porque están a sus cosas y no son sus familias, sus casas y sus negocios los que se han visto arruinados por el barro; el tema les aburre y, en cuanto sale en la tele, cambian de canal. Otros porque son de izquierdas: si intentas hacerles ver que aunque Mazón es un incompetente no es el único culpable, te salen con el rollo del cambio climático.
Pero, ¿explica el cambio climático la ausencia de ley y orden? ¿Que al caer la noche los vecinos tengan que hacer patrullas vecinales para que no les roben lo poco que les queda o para que no okupen las casas que se han quedado eventualmente vacías? ¿Que a los afectados por la DANA se les ofrezca refugio en polideportivos en lugar de hoteles de 3 y 4 estrellas como a los inmigrantes ilegales? ¿Que no se limpien las cuencas de los ríos ni se invierta en prevenir riadas? ¿Que en este sindiós competencial entre administraciones nadie sepa cuál es su responsabilidad y su función? Yo diría que no. El Estado lleva mucho tiempo siendo parasitado por las redes clientelares de los partidos —puestos técnicos incluidos—, y la mayoría de lo que ha pasado se explica por la pésima gestión o, en el peor de los casos, por la mala voluntad y el cálculo político. El cambio climático, como antes la pandemia, sólo es la excusa para pastorearnos.
Y mientras la gente del PP grita y corre en círculos con los brazos en alto, Sánchez no tiene ninguna prisa: cuanto más tarde en reaparecer y ejercer el poder como sólo él sabe —lo imagino entrando en Valencia con sus gafas de sol sobre un blindado en plan general Patton—, más fácil le resultará ser aclamado como el único superhéroe con el que podemos contar. El día antes de la tragedia andaba con Bego Fundraiser en Bollywood —dicen las malas lenguas que también Delcy estaba por allí—, donde él pudo disfrutar de un baño de multitudes y, ambos, del lujo asiático. Seguro que esos comensales de First Dates que lo primero que preguntan es: “¿Te gusta viajar?” se identifican mucho con ellos. Después, pasaron un momento por España para que él nos recordara que “el Estado somos todos” señalándose a sí mismo y decirle a Mazón que, si necesita recursos, que los pida.
Entre un destino exótico y otro, ha tenido tiempo de echarle un pulsito al juez Peinado. ¿Que cita a su mujer para informarle de nuevas querellas contra ella? Pues se le escribe diciéndole que estamos de vacaciones en Brasil,y en paz.
La oposición reclamaba su presencia y la de Teresa Ribera —que no ha dado la cara durante los primeros 12 días de la catástrofe— en la sesión de control al Gobierno. Pero tanto el PP y Vox como nosotros nos quedamos con las ganas: ella está promocionándose en la UE; y Sánchez, que estaba en una irrelevante cumbre climática en Azerbaiyán, se quedó a dormir en Bakú —aunque allí ya hubiera acabado y dispusiera de dos aviones para volver—para no llegar a tiempo al Congreso. Eso sí, entre un destino exótico y otro, ha tenido tiempo de echarle un pulsito al juez Peinado. ¿Que cita a su mujer para informarle de nuevas querellas contra ella? Pues se le escribe diciéndole que estamos de vacaciones en Brasil,y en paz
Y mientras los unos por los otros dejaban España sin barrer, unos chavales patriotas acudieron a la llamada de un misterioso Spainball —muy próximo a Vox y la asociación Revuelta—. En un tiempo récord, se organizaron con logística de ejército y fueron a llevar ayuda y a arrimar el hombro antes de que el Estado apareciera por la comunidad valenciana. También otros, como Ángel Gaitán, aupado por la repercusión mediática que le proporciona Iker Jiménez —primer periodista en contarnos la verdad de lo que estaba pasando—, ayudaba a un pueblo abandonado a su suerte. Una semana después, la ultraizquierda podemita, intentó contraterrestar —tarde y mal— la repercusión que estaba teniendo la eficacia nazi con dos tristes y desordenadas furgonetillas, aunque nunca vimos a sus juventudes porreras quitando barro. Quizá por vagancia o por su fe en el Estado, se quedaron en casa criticando a quienes ayudaban. Incluso todo un exvicepresidente como Pablo Iglesias, atacó a Roro, una influencer que ha estado en Valencia —no sé si sigue allí— dando 15.000 raciones diarias. La realidad es que sólo la ultraderecha ha movilizado miles de voluntarios, agua, comida, ropa, equipos de catering, maquinaria pesada, farolas solares y antenas de Starlink para que la gente pudiera volver a tener internet. La izquierda sólo se ha movido del sofá para manifestarse contra Mazón.
Mi sensación personal es que el concepto de España como nación ha salido muy reforzado de esta crisis que, por el contrario, ha puesto al descubierto las vías de agua por las que se nos hunde el Estado. Por mucho que le duela a Pedro Sánchez,y como escribió Antonio Machado, sólo el pueblo salva al pueblo.