La distancia entre el Palacio de la Moncloa y la sede de la Comunidad de Madrid es de 3,9 kilómetros. Y se tarda poco menos de un cuarto de hora en cubrir el trayecto entre un punto y otro en coche. Bastante menos si te despejan el camino porque viajas en coche oficial. Es decir, nada justifica el retraso de días y días para la reunión entre Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso. O la situación en Madrid no es tan grave como estamos contando los medios o todo es una broma pesada.
La cita será, como estamos contando en Vozpópuli, el lunes a mediodía. Es evidente, y lamentable, la desgana con la que el presidente del Gobierno y la presidenta regional se van a ver las caras. Ha sido necesaria la explosión de una situación de emergencia que no sólo amenaza a Madrid -tremenda la preocupación en las dos Castillas, por ejemplo- para que Sánchez consienta ir a la Puerta del Sol después de las reiteradas peticiones de la presidenta madrileña. Pero se va a tomar su tiempo.
El lunes, las cifras de contagios y muertes serán, seguro, peores que las de este viernes. Y la movilidad estará restringida para buena parte de los madrileños. Se perderán 48 horas de trabajo en común que hay que sumar al retraso que llevamos, porque Ayuso ha llegado tarde y mal a todo y porque el Gobierno sólo ha respondido cuando al ejecutivo regional, superado, ha lanzado un SOS ante el descontrol de la pandemia. El presidente sólo ha accedido a la reunión cuando se ha visto ungido con la autoridad del salvador, en una situación de descomposición total en el seno del gobierno regional y con una seria amenaza de colapso en no pocas zonas sanitarias de la geografía madrileña.
Antes de la cita que es crucial, y que pide todo el país, Sánchez tendrá tiempo para pasar el sábado noche en el plató de su casa favorita, La Sexta, donde se adivina la correspondiente homilía. ¿Es más importante la televisión que una reunión seria, de trabajo y cooperación, con Ayuso, por muy rival política que sea? No hay sensación de diligencia, de prisa, de la urgencia con la que se martillea Madrid desde la artillería más monclovita.
Eso sí. Lo que ya no vale es una foto. La nada convertida en imagen. Ni Sánchez ni Ayuso se pueden permitir salir de su cita como dos maniquíes. Cualquier sensación de parálisis sería una tragedia política y social. Se precisan resultados concretos. Un plan para salir de ésta. Y lo demás, las disputas políticas, el reparto de las culpas, es lo que hay que dejar para más tarde.