Si nada cambia, lo que es mucho afirmar en tiempos de covid, en febrero se celebrarán las elecciones catalanas. Al menos en las encuestas, que no es poco pero son solo encuestas, parece que por fin ERC conseguirá su objetivo de ganar las elecciones: ser la fuerza más votada, pero sobre todo, ganar a Junts. Su propuesta de corregir los errores del 'procés' sin reconocer ningún error tiene mejor acogida en el electorado que la propuesta irredenta de Junts, un partido que ha sufrido varias escisiones en su construcción y del hasta el propio Puigdemont duda ahora sobre subirse al carro. Juntsdemont, el artefacto que diseñado por Jordi Sánchez no ha convencido ni a Puigdemont.
La enmienda sin contrición que proponen los de Junqueras parece una oferta más atractiva para el electorado independentista. A nadie le gusta que le engañen tres veces, pero menos aún le gusta que le digan la verdad: que antes le engañaron dos veces. La policía cuenta que muchas víctimas de timos nunca los denuncian. Es la vergüenza por no parecer un primo.
Alguno puede dejarse engañar y soñar con un Govern de ERC sin JxC. Seguramente, hasta haya quien ha echado cuentas. Pero las cuentas siempre salen más fácil en los sueños. Las de Podemos son las de un Govern de ERC con Comunes con el apoyo externo del PSC. Es fácil confundir deseos y realidad. El deseo está claro, fortalecer en Madrid la apuesta por el bloque de la izquierda y los nacionalistas que aleje a los de Arrimadas y haga que la coalición de gobierno bascule hacia un Pablo Iglesias fortalecido.
Iglesias cree que si él puede liderar 53 diputados (la suma de UP, ERC y EH Bildu) gana relevancia en la coalición. En el quid pro quo del puente aéreo, Iglesias se ve reforzado
Los diputados que perdió compensados con los que suma en el denominado bloque histórico. En la representación de la correlación de fuerzas Pablo Iglesias sabe que los resultados electorales de Unidas Podemos -de las generales, pero también los recientes de Euskadi y Galicia- le han debilitado. Pero cree que si él puede liderar 53 diputados (la suma de UP, ERC y EH Bildu) gana relevancia en la coalición. En el quid pro quo del puente aéreo, Iglesias se ve reforzado.
Reacción nacionalista
El problema es que estos números ya no salen tan fácil fuera de los sueños. ERC no va a gobernar sin JxC, pero no porque lo diga yo, sino porque así lo han repetido hasta la saciedad sus portavoces Marta Vilalta y Sergi Sabrià. Solo desde el despiste madrileño de pensar que ERC es un izquierdista confederal como Gabriel Rufián podría soñarse un Govern de Esquerra sin los posconvergentes. Oriol Junqueras representa la reacción nacionalista contra los tripartitos de izquierdas y así fue que cuando llegó a liderar ERC limpió el partido de cualquier cargo que hubiera estado en la administración de Maragall o Montilla. Junqueras no bromea cuando dice que no quiere saber nada del PSC, pues él pasó del activismo a la política en una ola de reacción contra un president del PSC que el nacionalismo consideraba que no era genuinamente catalán.
Si observamos las últimas elecciones municipales comprobaremos cómo el PSC le ha reconquistado a los Comuns mucho terreno en los barrios del cinturón rojo de Barcelona y Tarragona
La segunda pata en la que pretende descansar ese govern de ERC y Comunes también puede fallar. Los resultados electorales de Unidas Podemos en Euskadi y de Galicia en Común no invitan al optimismo. El espacio de Podemos ya ostentaba en Cataluña el peor resultado de España del anterior ciclo de elecciones autonómicas y si observamos las últimas elecciones municipales comprobaremos cómo el PSC le ha reconquistado a los Comuns mucho terreno en los barrios del cinturón rojo de Barcelona y Tarragona. Los complejos en la cuestión nacional de los Comuns junto a la importación de políticas de identidad de la izquierda universitaria de los EEUU han alejado a la formación morada de la clase trabajadora catalana.
Hace ya mucho de cuando Pablo Iglesias era recibido como una estrella de rock en multitudinarios actos en el pabellón de la Vall d’Hebron, Badalona, Terrassa o Sant Boi. Era entonces el primero que interpelaba políticamente a esa Cataluña después de un tripartito que se enredó con la discusión identitaria del Estatut tras muchos años de una izquierda demasiado amable con el pujolismo.
Barrios teñidos de naranja
Sin embargo, pronto se sustituyó esa geografía dura de la Cataluña por espacios más amables y cercanos a una clase media progresista que no veía con malos ojos el 'procés'. Alguien se equivocó pensando que compartían votante con ERC o la CUP. Atrás quedaban las duras palabras de Iglesias contra el 'procés' y los que se abrazaban a la corrupción del 3% por compartir la misma bandera. De la dureza al acomplejamiento. Los barrios y municipios en los que Podemos ganó en Cataluña las elecciones generales de 2015 se tiñeron de naranja en las autonómicas de 2017 y de rojo en las municipales de 2019. El PSC conquistaba con mayoría absoluta ciudades como l’Hospitalet y ganaba en distritos como Nou Barris, mientras los Comuns quedaban fuera de ayuntamientos tan representativos del cinturón barcelonés como Sabadell o Terrassa.
Han pasado solo cinco años, pero mucho se ha movido en la política catalana. Hoy es el PSC quien tiene la oportunidad de representar a esa Cataluña olvidada por el 'procés' y sus tentáculos comunicativos. Ciutadans se presenta a las elecciones después de la espantada de sus líderes. El partido más votado es hoy una opción inútil, porque si no sirvieron para nada habiendo ganado, mucho menos lo hará ahora. Los Comuns se presentan para ser la muleta de ERC, con la lección de Madrid de que participar en el Govern puede camuflar un mal resultado y la falta de proyecto.
La alternativa al Govern agotado de JxC-ERC no puede ser ERC-JxC. La alternativa pasa por presentar un proyecto plural a la ciudadanía, anclado en Cataluña e interpelando a esa Cataluña popular tantas veces olvidada para sumarla al cambio que hoy necesita. La reconstrucción económica, social y cívica que Cataluña necesita exige esa responsabilidad y generosidad.