Opinión

La política frentista se impone en Francia

Si Marine Le Pen logra imponerse en la política francesa, no se lo pondrá fácil a las instituciones europeas, pero se vería obligada a moderarse, como antes Giorgia Meloni en Italia.

  • Marine Le Pen. -

¡Qué torpeza de Emmanuel Macron! Los resultado electorales colocan a Francia en el frentismo: extrema derecha contra extrema izquierda. Como ya anticipaban las elecciones europeas, este domingo se produjo un vuelco electoral. Con cifras provisionales, el hundimiento de la coalición Juntos por la República del presidente, que cae al 21% de los votos, el Frente Nacional liderado por Marine Le Pen -rebautizado como Reagrupamiento Nacional (RN)-, con el 33,5%, y el Frente Popular (NFP) controlado por Mélenchon, con el 28,5%, han pasado a dominar la escena política francesa. La jornada electoral ha tenido un aire de “fronda”, de irritación visible, y la participación aumentó desde el 48% en 2022 a casi un 70%.

En resumen, crece espectacularmente el populismo de derecha del RN, que casi duplica su apoyo electoral, y pasa a ser segunda fuerza el populismo de izquierda del Frente Popular. A la espera de la confirmación de estos resultados en la segunda vuelta del próximo domingo, el dato más destacado es el desplazamiento masivo de votantes hacia el lepenismo. Los estudios preelectorales como los de Ifop identifican su origen en electores de Los Republicanos de centroderecha, que, divididos, han perdido muchos electores y de los propios votantes de Macron, cuyo fracaso político inapelable está en el origen del terremoto electoral.

Como se oirán interpretaciones desde la izquierda vérité,apoyadas en su doctrina universal de la “lucha de clases”, interesa acudir a los estudios serios que identifican la base electoral del histórico Frente Nacional. Como analiza Pierre Rosanvallon en “El siglo del populismo”, los obreros, que representaban apena un 3% de sus electores en 1974, pasaron a ser más de la mitad de todos los que les votaron en 2012 y, según el último estudio de Ifop, mientras solo un 23% de “trabajadores” muestran simpatía por los muy rojos del Frente Popular, hasta un 56% lo hacen por los de Le Pen. Las preocupaciones que han provocado el cambio de voto son básicamente la seguridad, la carestía de la vida y la pésima gestión de la inmigración irregular.

Para la segunda vuelta, Le Pen, que en 2017 solo consiguió ocho diputados, podría lograr la mayoría absoluta de los 570 de la Asamblea Nacional, aunque las encuestas se la niegan. En 2017, la coalición de Macron la logró con creces a partir de un 32% en primera vuelta. Lo decisivo es que el “voto útil” ha cambiado de bando y ya no lo representa el macronismo. Ese detalle puede ser definitivo en las decisiones de los electores el próximo domingo. El análisis de comportamientos electorales anteriores lleva a pensar que, en esta ocasión, lo previsible es que el voto se concentre en RN y el rechazo perjudique al Frente Popular en el mano a mano entre ambos, aunque la formación de tres bloques de electores complica las previsiones.

El fracaso de Macron, al que hay que sumar el de Sarkozy y Hollande antes, ha provocado que los partidos llamados a ejercer la moderación política pierdan peso político

Con mayoría absoluta de RN o no, Francia entra en una fase de inestabilidad hasta mayo de 2027 con un conflicto permanente entre el presidente Macron y Le Pen, aspirante a sucederle entonces. De los de Mélenchon -incluidos los socialistas, echados al monte, como sus colegas españoles- se espera que pasen a la agitación permanente de la calle. El fracaso de Macron, al que hay que sumar el de Sarkozy y Hollande antes, ha provocado que los partidos llamados a ejercer la moderación política pierdan peso político. Malos tiempos para depender de populismos en un país necesitado de reformas económicas inaplazables.

Este vuelco se produce en una Francia con las cuentas públicas en situación de riesgo extremo. En la cuantificación realizada por el Instituto Montaignede las ofertas electorales, las medidas que propone Le Pen sumarían a un déficit público ya desbocado otros 100.000 millones de euros. Lo del Nuevo Frente Popular sería aún peor, con 250.000 millones. Eso, en el país europeo con la mayor proporción de Pib dedicado a gasto público -¡57% en 2023!-. Es lo que tiene utilizar el presupuesto público para captar voto.

Desde España, cabe preguntarse por la repercusión para la Unión Europea de este tsunami electoral francés. Habrá consecuencias en materias centrales como la disciplina fiscal en un momento crítico o en la guerra con Putin, sobre todo teniendo en cuenta que Le Pen sigue contando en su equipo con simpatizantes abiertamente pro-rusos. Aunque conviene poner las cosas en su justa medida. La dirección de la UE ya está sólidamente conformada por un bloque de centralidad política apoyado en 406 europarlamentarios de 720. Además, no existe un sector derechista homogéneo, todo lo contrario: están radicalmente divididos en cuestiones centrales, como la guerra de Ucrania o las políticas de gasto público. Si Marine Le Pen logra imponerse en la política francesa, no se lo pondrá fácil a las instituciones europeas, pero se vería obligada a moderarse, como antes Giorgia Meloni en Italia.

Tribu contra tribu

Para una lectura española de estas elecciones, ese escenario de confrontación “a muerte”, tribu contra tribu, le encantaría al sanchismo político y mediático. ¡Cuánto darían los Barceló y Ferreras por un combate directo entre Vox-Le Pen y Sánchez-Mélenchon! Pero no es el caso. Como el laborista Keir Starmer en Reino Unido y Donald Tusk del centroderecha en Polonia, Alberto Núñez Feijóo dispone de apoyo suficiente en España para evitar un frentismo similar al dibujado en Francia.

Como se puede ver en la implosión de la coalición del gobierno sanchista, incluidos los socialistas -en Madrid, Castilla y León, Extremadura, Andalucía…-, hoy todos los caminos conducen, no a Illa, sino a elecciones anticipadas, y a la restauración democrática, afortunadamente para los españoles.

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