Opinión

Por qué crece la extrema derecha

Orban, Meloni, Akesson, Abascal. Todos calificados de extrema derecha. Veamos

  • Jimmie Åkesson

En política los vacíos se llenan con rapidez. Ese es el secreto de los partidos denominados por la izquierda como de extrema derecha. Han ido a ocupar todo lo que la socialdemocracia, principalmente, ha abandonado. La familia, por ejemplo. Recuerdo la estupidez de mi juventud: “Familia, prejuicio burgués llamado a desaparecer”. El tiempo ha demostrado lo contrario, porque cuando han venido mal dadas, como en la crisis pasada, han sido abuelos y padres quienes han servido de colchón a hijos y nietos. Que la izquierda se empeñe en cargarse a la familia no es inocente. La familia crea lazos personales que lo woke quiere ver rotos para traspasárselos al estado. Sucedió en los regímenes fascistas y marxistas. El estado lo es todo, el individuo no es nada, y no se puede consentir que se mantengan vínculos con nadie que no pasen por la superestructura.

Quienes tienen hijos ven como todo se encarece: estudios, material escolar, comida, ropa. Eso implica sacrificios por parte de los progenitores, claro. Lo malo es que el dogma progresista ha convencido a buena parte de la sociedad que hay que mirarse el ombligo y practicar el hedonismo si se quiere ser “moderno”. No caben responsabilidades y, por tanto, los hijos. A lo sumo, un gato. A las familias numerosas se las ve como fascistas, miembros del Opus Dei, seguidores de Franco o lo que quieran ustedes. Pero, ¡ah, caramba!, cuando las familias numerosas son de gente venida de fuera la cosa cambia y los sumos sacerdotes del pensamiento woke callan como puertas. Y ahí está el segundo argumento: la izquierda ha carecido históricamente de un discurso acerca de la inmigración y cuando lo ha desarrollado, singularmente en los últimos tiempos, ha sido de una mendacidad terrible. Todos los inmigrantes son buenos, nos hacen falta, queremos acogerlos, el que diga algo en contra es un xenófobo y no se hable más. Como con la violencia de género: la mujer siempre tiene razón, ahora incluso por ley. Y si no, ¡machista!

La izquierda está en un punto de locura tal que si alguno de los que la dirigen afirmase que la tierra es plana serían capaces de requisar todos los globos terráqueos de Mercator. Son una secta dañina, esa es la triste verdad. En cambio, la gente sabe que si tienes hijos y eres de aquí vas a pasarlas canutas para llegar a final de mes; la gente de aquí, sabe que existe una inmigración ilegal que no ha venido a trabajar sino a delinquir; la gente de aquí sabe que existen mujeres que ponen denuncias falsas, que amargan la vida a sus ex parejas, que indisponen hijos contra padres. 

Es mucho más simple: la violencia es violencia, el robo es el robo, la injusticia es la injusticia y esto debe ser igual para todo el mundo, sea nacido aquí o allá, tenga o no hijos, sea de la orientación sexual que sea y piense lo que piense. ¿Iglesias no y mezquitas sí? ¿Niñas menores de edad abortando sin permiso paterno, sí, pero ayudas a las familias numerosas, no? Cuidado con esto, porque la legalidad, o es la misma para todos, o no existe libertad ni democracia. Los políticos anteriormente citados se limitan a denunciarlo. Han elevado a discurso político la realidad de las calles. No soy de extrema derecha, pero me gusta que los políticos a los que pago me hablen de problemas reales y no de sus complejos psicológicos, sus delirios o sus depravaciones de burguesitos ociosos.

Intuyo que irá a más todo el que diga lo que está pasando, especialmente cuando la izquierda se ha pertrechado detrás de murallas de sinecuras e instituciones. La realidad es muy tozuda. Que se lo pregunten a los suecos, paradigma de la social democracia.

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