La mayoría de los análisis postelectorales ajenos al ecosistema socialista han coincidido en una primera idea apresurada y consoladora para explicar el fracaso de la veraniega y relajada campaña del Partido Popular: "Mientras Vox exista, la derecha no podrá gobernar". Esta idea confía en que la existencia de un partido conservador sea una enfermedad pasajera, y en que los votantes de ese partido volverán a su casa electoral cuando se cansen de las aventuras políticas. Puede que sea eso lo que ocurra. UPyD y Ciudadanos nunca consiguieron consolidarse como complemento necesario o alternativa al PP. También puede que no sea así. La retórica de la gestión sin proyecto nacional podía servir hace años, pero no es descabellado pensar que no será suficiente cuando al otro lado se está consolidando un bloque que expresa sin complejos una idea muy concreta sobre el poder: la anulación de los límites en el ejercicio del poder. Sea como sea, lo que parece seguro es que la principal estrategia electoral del PP seguirá consistiendo en apelar al voto útil con el objetivo de echar a Sánchez para después pedirle un pacto a ese mismo Sánchez.
El votante socialista acepta sin ningún problema que el Gobierno de España dependa de los practicantes del golpe de Estado y de los defensores del asesinato político
Ésta es precisamente la segunda idea que ha reaparecido tras las elecciones, derivada de la primera. La gran coalición. Los pactos de Estado. El abrazo entre los partidos constitucionalistas. Otra vez. Cuatro años de decisiones y elecciones consistentes del Partido Socialista no han sido suficientes para dejar claro cuál es su lugar en los dos supuestos bloques que conforman la política española. Andrés Trapiello defendía el viernes el gran pacto con poca esperanza, y planteaba dos preguntas que debían ser respondidas de manera inexcusable. ¿Por qué a Sánchez le resulta más fácil pactar con Otegi y Puigdemont que con Feijóo? ¿Y qué virtudes democráticas tienen Bildu/Junts/Erc/Pnv que no tenga el PP? El problema es que esas preguntas fueron respondidas hace ya mucho tiempo, y se han respondido ya muchas veces. El problema no es que no se le hagan las preguntas al PSOE, sino que cuando contesta no se quiere escuchar lo que dice. ¿Por qué le resulta más fácil pactar con esos partidos que con el PP? Fácil: porque todos esos partidos son, según el electorado socialista, más democráticos que la derecha española. No es algo estratégico. No se trata de una política de alianzas antinatural y forzada por las circunstancias. El votante socialista acepta sin ningún problema que el Gobierno de España dependa de los practicantes del golpe de Estado y de los defensores del asesinato político. Lo que no puede aceptar es que se normalice a la derecha española. ¿No es racional? Pues claro que no es racional. Casi nunca la política es racional, porque opera en el ámbito de las pasiones y los afectos.
¿Qué tienen en común los socialistas y los nacionalistas catalanes? La expulsión de policías nacionales de los hoteles en los que se alojaban tras el 1-O
Las preferencias del PSOE y de sus votantes aún generan desconcierto, a pesar de estos cinco años y de los resultados del domingo. Diego S. Garrocho se sumaba también el viernes a la sorpresa manifestada por Trapiello: "¿De verdad tienen más en común Junts y el Partido Socialista que los partidos constitucionalistas?". No hay nada malo en desear que las cosas sean de otra manera, pero ese 'de verdad' encierra un deseo no de que las cosas sean de otra manera, sino de que hubieran sido de otra manera. ¿De verdad tiene el PSOE más en común con cualquier partido nacionalista que con el PP? Evidentemente. La política de alianzas del PSOE actual se consolidó en 2017 y basta acordarse de Calella y Pineda de Mar. ¿Qué tienen en común los socialistas y los nacionalistas catalanes? La expulsión de policías nacionales de los hoteles en los que se alojaban tras el 1-O.
La política española durante el primer cuarto del siglo XXI no se puede entender sin asumir que vivimos en un Pacto del Tinell ampliado. El martes en El Mundo Juan Claudio de Ramón abordaba la cuestión clave de nuestra política nacional con un enfoque distinto al de Trapiello y Garrocho. Al final del primer párrafo aparecía esta idea:
"Si PP y PSOE no comprenden que solo una entente entre ellos ofrece una fórmula viable, no ya de Gobierno, sino de recuperación de una mínima concordia entre españoles, es que ya no hay un «nosotros» español".
Creo que tiene razón, como es habitual, pero hay dos maneras de entender lo que dice. La primera puede verse como una propuesta, una especie de deseo con alguna probabilidad de cumplirse. PP y PSOE deberían ponerse de acuerdo, porque la alternativa es terrible. La segunda interpretación no alberga ninguna esperanza ante el futuro próximo, y se entiende mejor dando la vuelta al párrafo: si no existe ya un «nosotros» español, el pacto PP y PSOE es inviable.
Y no lo hay. No existe ese nosotros. Creo que no es ninguna hipérbole, y no es un desbocado apasionamiento patriótico. Podríamos recordar la facilidad con la que se ha aceptado que en España no esté garantizado algo tan esencial como estudiar en la lengua común de los españoles, pero vamos a terminar con una última pregunta, por no recurrir siempre a lo obvio. ¿De qué país ha salido el Tour 2023?
La respuesta no es fácil, pero hay algo seguro: no se puede decir que ha salido de España.
Susanam
No va a haber pacto pp psoe. Y los votantes de vox no estamos a la venta
k. k.
El PP ha obtenido un 2% más de votos que el PSOE. Eso no es ganar las elecciones. La diferencia entre 8.000.000 de votos y 7.800.000 es ridícula. Y la culpa no es de VOX, es del PP. Este el partido que ha perdido las elecciones. Si VOX desaparece, el PP no ganará las elecciones, porque esos millones de votos jamás volverán a ese partido político. Jamás. El único medio de que la derecha gane las elecciones es que el PP desaparezca, como estuvo a punto de ocurrir en la época de Casado. Torres más altas han caído, pensemos en la derecha y el socialismo franceses.
JohnGalt
La pregunta fundamental tras las elecciones yo creo que sería: ¿Quería realmente el PP ganar las elecciones?
Hulshof
Como es habitual Oscar, estoy de acuerdo con tu punto de vista. Pero hay que decir que el PSOE apoyó el 155. Pero eso lo ha conseguido disolver el PSOE con el tiempo ya que al principio señalaban al PSOE como cómplice del PP. Y también con la ayuda de la prensa mediática de izquierdas.
Petrarca
La anomalía española es que existan y se permitan hasta cinco partidos separatistas y, que en muchas instancias sean ellos quienes gobiernen de facto. Otra anomalía es que exista un Partido comunista, esta vez amalgama de 16 partidillos de poca índole, pero comunistas. Eso está ya deshechado en Europa y esta se irá deshaciendo como un azucarillo con la Agenda 2030 y los derechos de no sé cuantas diversidades que existen en el circo español. Un día se nos comerán los inmigrantes y no habrá españoles para defender a España. Alguien llorará cuando sea demasiado tarde. Ni comunistas, ni una Europa burócrata dependiente de EE.UU. Lo que cuenta es la Nación, la española, deshaciéndose por culpa de las teorías woke y la Agenda 2030 que abrazan todos menos VOX. España está perdida.
Wesly
Aceptando su argumentación de que ya no hay un "nosotros", aceptando que en buena parte de la sociedad la irracionalidad y el sectarismo han triunfado sobre la razón y la objetividad, aceptando que el sectarismo de esta parte de la sociedad está posibilitando el acercamiento de la independencia de los territorios exigida por los socios preferentes de Pedro Sánchez, aceptando todo esto, los que tenemos claro que la política no ha de ser tratada como una competición deportiva ni como una exaltación de la emotividad con anulación de la razón, los que exigimos honradez y eficacia en la gestión de los asuntos públicos, los que exigimos ausencia de privilegios para individuos, colectivos y territorios, los que exigimos todo esto quizás, ante la evidencia de lo que está pasando, deberíamos exigir independizarnos (además esta de moda) de los que sucumben a la manipulación y al sectarismo. Como ya no hay un "nosotros", separémos en dos "nosotros" reconocibles, acordemos una frontera y vivamos en paz, cada grupo con los principios que considere que han de regir su convivencia.
Norne Gaest
Los afiliados socialistas preferían que Sánchez pactase con Podemos a con Ciudadanos. En Cataluña se unen a las proclamas independentistas en muchos sitios. . En las elecciones de hace unos días, pese a las fechorías continuas de toda la legislatura sanchista, siguen votando Sánchez El problema no es solo que no haya un "nosotros", sino que la mitad más uno de los españoles vota sin desmayo en contra de la democracia, ya sea a los partidos de izquierda, que aún no la han entendido o no la aceptan (como en la II República), ya sea a los nazionalistas, que son antidemócratas por esencia. ¿Hasta que punto son conscientes de esta anomalía? Para seguir creyendo en el ser humano, hay que pensar que la mayoría de los son embaucados por embaucadores profesionales como Zapatero, Sánchez, Pujol, Puigdemont y tantos otros.
E1958
Es evidente que el resultado electoral ha sido afectado por la decisión, quizá no esperada, de los independentistas de utilizar el voto útil al PSOE en vez de votar a sus partidos nacionalistas. Esto ha conseguido que el gobierno de la nación quede en manos de sus enemigos. Solo un temor puede frenar a Sánchez : Si los nacionalistas consiguen sus objetivos, solo le quedará el apoyo de extremadura y Sevilla frente a lo quede de España completamente teñida de azul.
Bellver
Los articulistas han pasado del que vote Txapote a implorar al PSOE que pacte con el PP alegando la sagrada unidad nacional. Miren, para peligro para la unidad nacional, el último gobierno del PP, el de Rajoy, que no sólo no logró impedir el referendum ilegal, a pesar de llenar Barcelona de antidisturbios, sino que además generó un bochorno internacional gravísimo para nuestro país. Y menos mal que Puigdemont demostró que era un cobarde y en el momento decisivo, salió huyendo, porque si llega a atrincherarse en la Generalitat con miles de fanáticos independentistas, a saber lo que habría ocurrido. Por cierto, punto extra para el miserable de Zoido, que está escondido debajo de una piedra, mientras que sus subordinados están siendo juzgados por lo que ocurrió esos días. Y peligro al cuadrado para la unidad nacional, Vox, que en su programa electoral poco menos que amenaza con ocupar militarmente el País Vasco y Cataluña, y en campaña, por boca de Abascal, amenazó con volver a incendiar esta última.