La presentación que se ha hecho hoy de los PGE para 2022 contiene muchos slogans y, desde luego, parece revisada por algún experto en marketing electoral, pero me temo que sólo los acríticos los “comprarán”. Aunque, obviamente, hará falta estudiar el contenido con calma cuando se faciliten detalles, aquí va un comentario de urgencia. Y, desde luego, la primera impresión resulta ciertamente desfavorable.
Diversos medios, como este mismo, titulan: “El Gobierno dispara el gasto público a niveles récord en los presupuestos de 2022”. Pero lo que yo me pregunto es ¿Cómo se puede presumir así de gasto en un país con una deuda pública brutal y con el mayor déficit estructural de la eurozona? Por mucho que las reglas europeas estén suspendidas durante 2022, deberíamos ser más comedidos por nuestro propio interés, aunque no nos lo impongan desde Bruselas aún. Aparte de que el período de gracia se acabará pronto y luego habrá que cumplir estrictamente. En realidad, creo que una buena parte de los incrementos de gasto que se presupuestan tienen como una de sus motivaciones importantes la de “comprar” votos de los agraciados. Lo que ocurre en todos los segmentos de edad y, desde luego, también en los jóvenes.
El riesgo es que todo eso atenta contra el agujero presupuestario. Y es que parece probable que la técnica de este gobierno al construir el presupuesto sea como la que practicaban hace unos cuantos años algunos bancos en la cuenta de resultados. Que, primero, establecían la cifra de beneficio, luego se fijaban en los ingresos y gastos reales y, finalmente, cuadraban con la cifra de provisiones. Pues bien, da la impresión de que estos del Gobierno, primero, establecen el monto de gasto; luego improvisan una cifra de déficit que “suene” bien, mostrando reducción, para que no les origine problemas en Bruselas; y cuadran con la cifra de ingresos que haga falta. ¿Qué ésta puede ser una cifra irreal? Bueno, y ¿Qué les importa? Eso sí, hay que aparentar que se busca conseguir más ingresos y para eso se adoptan medidas como el 15% mínimo del impuesto de Sociedades, que sirve para “vender” actuaciones a los votantes socialistas y de Podemos, aunque su efecto práctico sea minúsculo. El resultado de todo ello es una senda de déficit con un descenso de dos puntos y medio en 2021, hasta el 8,4%, y tres puntos y medio en 2022, hasta el 5%. ¿Cuántos economistas serios se lo creerán? Baste recordar que el déficit estructural ya ronda, al menos, ese 5% y aún faltaría sumar el componente cíclico, que presumiblemente seguiría siendo negativo….
Pero lo más curioso es el cuadro macroeconómico. Donde, no voy a decir que “sorprendentemente” porque me lo esperaba de Calviño, pero sí extrañamente, todavía se mantiene un crecimiento del PIB del 6,5% en 2021 y se le añade un 7% para 2022.
Vamos a ver, tras la corrección por el INE del dato del segundo trimestre, y aun suponiendo que se traslade una buena parte del crecimiento “no contabilizado” al tercero, resulta matemáticamente casi imposible ese 6,5% anual. Por ello, cabe descartar que el crecimiento del PIB en 2021 llegue al 6%, y se quedará entre el 5 y el 6% en función de cuánto “lucro cesante” de PIB traslade el INE del 2º trimestre al 3º.
Eso para 2021. Pero, además, el 7% de incremento real del PIB para 2022 (8,6% nominal) quizás hubiera podido ser una estimación adecuada hace algún tiempo. Pero, ahora, con síntomas crecientes de desaceleración en el crecimiento mundial, con unos bancos centrales que van a empezar ya el tapering (reducción de estímulos en forma de compra de bonos), y, además, con unos precios de la energía que afectan intensamente a las empresas, disminuyen sus beneficios y desbaratan las perspectivas de crecimiento, me parece altamente arriesgado mantener que el PIB crecerá a esa tasa
Y el problema es que, si el PIB que se dibuja para 2021 no se alcanzara y el de 2022 tampoco, ¿qué pasaría con la previsión de ingresos públicos? Recuerdo que un alto cargo de un banco, a la hora de hacer los presupuestos de la empresa, solía decir a sus directivos que los gastos dependen de uno mismo pero los ingresos son función del entorno y no están bajo su control. Por lo que les exigía ser austeros en los primeros y no explayarse en los segundos. En el caso de los Presupuestos de este gobierno, los ingresos dependen no solo del entorno sino de que vengan los fondos de Bruselas (27600 millones), lo que no está asegurado dada la ausencia de reformas eficaces, así que no parecen aplicarse esos principios citados.…
Para colmo, si el déficit se incumpliera y el PIB fuera menos pujante, la previsión de la ratio de deuda pública sobre PIB, que el gobierno sitúa en el 115,1% para 2022, se nos vendría abajo, tanto por el numerador como por el denominador.
En definitiva, creo que no se puede decir que este presupuesto sea ni muy realista ni muy conveniente para la economía española. Aunque, desde luego, y con más concesiones a los socios en su tramitación parlamentaria, pueda servir para que este Gobierno estire su tiempo en La Moncloa.