Se especula que el gobierno ha aducido razones de seguridad. Que se celebre en Barcelona y que coincida con la sentencia de Torra pueden ser las causas de esa regia ausencia, se rumorea en los mentideros oficiales. Pero mal van las cosas si al jefe del Estado no se le puede garantizar su seguridad dentro del territorio nacional. Si es por miedo a Torra, a los CDR o a la ANC, recuerde el presidente del gobierno el viaje que Don Juan Carlos efectuó a la Casa de Juntas de Guernica el 4 de febrero de 1981, pocos días del 23-F. El rey sabía que le iban a montar la de Dios es Cristo, como así fue, pero aguantó gallardamente los abucheos de los pro etarras, siendo secundado el servicio de orden en el desalojo de estos por muchos políticos presentes entre gritos de ¡Viva el Rey!
Su hijo, en cambio, anula sus compromisos en Gerona, se abstiene de pisar determinadas zonas de Cataluña a petición de Torra o, directamente, no viene, como es el caso. El Consejo General del Poder Judicial, que tenía confirmación de la Casa Real por lo que respecta a la asistencia del Rey, ha dejado claro su malestar. Porque sepan los iletrados que ese acto queda desvirtuado, mutilado y desprovisto de su singularidad sin el Rey, dado que el artículo 117 de nuestra Constitución, concretamente en el punto uno, dice “La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por jueces y magistrados integrantes del poder judicial independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley”. Pueblo y corona, dos elementos que, unidos, han permitido cuarenta años de sosiego civil solo roto por las balas de los etarras, esos mismos con los que ahora Sánchez pacta los presupuestos; claro que en el artículo 118 también se deja clara la obligación de cumplir las sentencias de los jueces, cosa que jamás han hecho los separatistas con los que también se sienta Sánchez para que continúen apoyándole, indultos mediante.
Dijimos en su día que el plan del gobierno social bolivariano era destruir la unidad territorial, demonizar a los partidos de centro derecha, controlar fiscalía, RTVE y CNI para, finalmente, atacar la monarquía como elemento que une el edificio constitucional, el cemento que permite a los diferentes ladrillos permanecer estables. Y a eso van con su doble política: Iglesias, atacando a la Corona y proclamando que trabaja para la República; Sánchez, ninguneando al jefe del Estado y dejándolo aparcado.
¿Por qué Don Felipe no hace nada?
Hasta aquí, la política de los que querrían una España similar a Venezuela o cualquier otro país dictatorial. No es casual que Iglesias sea el único dirigente español que felicitó al dictador Lukashenko tras su pucherazo, por cierto, un Lukashenko apoyado por Putin y al que la Unión Europea acaba de calificar de dictador, rompiendo toda relación con Bielorrusia.
¿Por qué Don Felipe no hace nada? El margen constitucional que se le deja al monarca es limitado y no está el país para convulsiones pero, ¿de verdad el silencio es su única salida? Un ejemplo, ¿es anti constitucional enviar una carta a los nuevos jueces para ser leída en el acto, diciendo algo como “Me gustaría haber compartido este feliz e inolvidable día con vosotros, pero circunstancias ajenas a mi voluntad lo han impedido?"
Tienen al Rey prisionero en Zarzuela y esa es una muy mala noticia
La prudencia, cuando se convierte en inacción, es tan peligrosa como la inconsciencia y los españoles precisan más que nunca de su rey, de esa figura mediadora entre las partes, de esa institución que, justamente porque reina pero no gobierna, puede y debe situarse al margen del fragor cotidiano. Hay que rendirse a la evidencia: tienen al rey prisionero en Zarzuela y esa es una muy mala noticia. Recordemos que Alfonso XIII, teniendo toda la razón democrática y legal de su parte, se marchó para, dijo, no provocar un enfrentamiento entre españoles. Luego vino una república en la que te podían meter en la cárcel por dirigir un periódico que no simpatizase con el régimen republicano o pegarte cuatro tiros al pie de la tapia de un cementerio siendo líder de la oposición. Y la guerra civil, claro. ¿Qué habría sucedido si Don Alfonso se hubiese quedado a dar la cara?
Me viene a la cabeza lo que le contestó el general Sanjurjo al juez, tras el fracaso de su golpe de estado, cuando le preguntó quién estaba con él. “Hoy, nadie – respondió -, pero de haber triunfado no dudo que usted sería uno de ellos”. Y así escribimos la historia en este país.