El mismo PSOE que un día dirigió Felipe González lleva días haciéndole la campaña electoral vasca a Bildu con una actitud tibia respecto a las acusaciones contra él contenidas en un informe de la CIA de 1985 basado en recortes de prensa sobre los cuales ese organismo concluye no ya que el ex presidente del Gobierno fuera la X de los GAL, sino que no cabe otra posibilidad.
Pura teoría deductiva a la cual podemos llegar usted y yo, estimado lector, pero que, sin embargo, más allá del ruido mediático, no aporta dato alguno que permita resucitar judicialmente este asunto muchos años después de que el Tribunal Supremo le diera carpetazo.
Y como a los periodistas y a la Policía nos pagan por sospechar de las fuentes, la única función que veo al susodicho informe guardado 35 años en algún cajón en Langley (Virginia) y ahora convenientemente aireado es la de resucitar informativamente el terrorismo de Estado en un momento en que González -¡oh casualidad!- se muestra distante del Gobierno de coalición con Unidas Podemos. Le parece "el camarote de los hermanos Marx".
No se de donde habrá salido la idea de contratacar al jarrón chino presidencial a cañonazos -prefiero creer que no de despacho alguno en La Moncloa ni de Pablo Iglesias- pero sí sé a ciencia cierta que quien quiera que sea el alma mater del jugadón se ha pegado un tiro en el pie. Porque los únicos beneficiarios políticamente de la jugada son los de Arnaldo Otegi, esos que todavía no han pedido perdón por los 850 asesinados por ETA.
El entusiasmo de la candidata socialista a lendakari y hasta del mismísimo Urkullu, por una operación que da oxígeno a los de Arnaldo Otegi, debe ser ser perfectamente descriptible
"Nos hemos pegado un tiro en el pie", me dice una fuente socialista vasca. Porque, que nadie se llame a engaño, en la sede de Ferraz: Nada que suene a GAL va a aportar el 12 de julio un voto vasco más a la candidata del PSE a lendakari, Idoia Mendia; bastante tiene con apagar el incendio montado por el secretario general del PSE en Guipúzcoa, Eneko Andueza -seis años tenía el hombre cuando sucedieron los hechos- declarándose a favor de echar del partido a González.
Si me apuran, hasta el actual lendakari, el peneuvista Íñigo Urkullu, tiene que estar que trina porque lo anterior fue entregar en bandeja de plata a su principal competidor en estas elecciones, Bildu, que no el PSE, ojo, nada menos que la paternidad de la derogación de la reforma laboral. Ahí queda eso.
Lo llamativo de toda este revival impostado sobre el GAL no es que el PSOE haya tumbado en la Mesa del Congreso la propuesta de investigación parlamentaria capitaneada por Bildu (solo faltaba). No, lo llamativo s que se haya dejado enredar de esta manera; que hayan tenido que salir los barones, y hasta el presidente del PP, Pablo Casado, o el portavoz de Ciudadanos, Edmundo Bal, a defender al ex presidente socialista del elocuente silencio apenas roto por Adriana Lastra, cuando no de ataques como el del ex alcalde de San Sebastián Odón Elorza.
Alguno de los que se declaran tan distantes del nuevo socialismo, tal que el presidente de Castilla-La Mancha, el socialista Emiliano García-Page, se han atrevido incluso a apuntar con el dedo acusador a Pedro Sánchez:
.@garciapage: "Muchos de los que atacan a Felipe González o no lo defienden, sueñan con ser lo que fue él"
➡Aquí, su entrevista completa
https://t.co/TXdkMH4BS7— Herrera en COPE (@HerreraenCOPE) June 19, 2020
Seguramente este episodio de la guerra civil larvada en el seno del PSOE no va a ir más allá, pero por anecdótico no deja de ser sintomático del mal que aqueja al partido que encabeza el Gobierno: la desconfianza instalada entre el ganador del Congreso de 2017 y muchos de los derrotados, todavía en posiciones de poder.
Maniobras sobre el GAL
El silencio del hoy presidente del Gobierno sobre su antecesor, por más que Felipe González use las más de las veces ese tono de incómodo jarrón chino que tantas veces afeó, no está justificado. Pedro Sánchez está obligado a defenderle de maniobras como la de esta semana a propósito del GAL, que debilitan objetivamente al PSE... y al PSOE; como estaba obligado por su posición institucional, y no lo hizo en enero, a defender a Felipe VI de las caceroladas orquestadas por Unidas Podemos contra su padre... que debilitan al Rey de hoy.
Puedo entender las pocas ganas del presidente de meterse en más fregaos, las ganas de no meter más palos en las ruedas de una coalición de izquierdas que la pandemia está poniendo cuesta arriba... pero hay silencios que dicen más que una hora de declaración en La Moncloa.