Desconozco si Belén Esteban ha leído a Karl Popper, pero puedo deducir que, al igual que otros intelectuales de tertulia televisiva, columna de opinión y tribuna parlamentaria, conoce sus escritos prácticamente al dedillo. A la siempre malhumorada colaboradora de Telecinco le han emplazado estos días a que revise el contenido de 'la paradoja de la intolerancia', del filósofo vienés, que apunta a la necesidad de ser intolerante con los intolerantes para evitar, precisamente, que la tolerancia se vea amenazada. Básicamente, porque, cuando los intransigentes alcanzan el poder, es uno de los primeros valores contra los que suelen atentar.
Esteban siempre ha mostrado una incuestionable devoción por la filosofía aplicada e incluso ha contribuido a desmentir algunos de los postulados con más raigambre. Su desafío a los escritos de Tomás de Aquino es memorable, pues escribió el italiano que Dios era lo único 'necesario' en un mundo de contingentes, pero la 'princesa del pueblo' ya ha cumplido dos décadas como elemento imprescindible en su sector. A veces, relatando los hitos de su existencia. Otras, pontificando sobre las vidas ajenas. Podría pensarse que ha adquirido atributos de deidad o que Tomás de Aquino se equivocó al desligarla de la mayor cualidad del Creador.
Como la actividad política se ha convertido en un nido de víboras, el programa para el que trabaja, Sálvame, ha aprovechado para lanzar a sus vipéridos contra los líderes de los partidos españoles. Por eso, donde antes se hablaba sin interrupción de las inquietudes erótico-festivas de Kiko Rivera y su hermana, y del tronío de los tronistas, ahora se tratan de vez en cuando temas de actualidad. Entre ellos, el relativo a la gestión que Moncloa ha realizado durante la pandemia.
Lucha de gigantes
El pasado fin de semana, la Esteban fue sometida a un juicio sumarísimo por parte de Jorge Javier Vázquez por denunciar la gestión de la crisis por parte de los socialistas. Tal fue la indignación del periodista con estas palabras que incluso se negó a continuar con la entrevista a Esteban, quien, tras cien días de confinamiento, acudía al programa para anunciar su quincuagésima boda.
Este tipo de cabreos de divo caprichoso e irascible deben mejorar el flujo de audiencia hacia el programa pues el pasado mayo ocurrió un episodio similar en ese plató. Entonces, el periodista Antonio Montero cuestionó a Pablo Iglesias, a lo que Vázquez respondió: "No puedes decir eso, Antonio. Estoy hasta las narices de que coléis los discursos de Vox aquí. No lo voy a permitir. A tomar por culo".
Quizá sabedor de que con esas palabras pudiera haber espectadores que no hubieran sido capaces de captar el mensaje, añadió: "Este programa es de rojos y maricones, es nuestra declaración de principios. Si no lo quieren ver, no lo vean". Sobra decir que las varias toneladas de detritus que carga Vázquez en su conciencia tienen una explicación: ese estilo es rentable. Lo es porque una parte de los ciudadanos lo sigue, lo reclama y lo adora. En otras palabras: dame pan y dime tonto.
O yo o el bulo
La actitud de esta estrella de la televisión es compartida por otros adalides de la democracia que tienen siempre a su alcance cámaras y focos. Son los que han demostrado un apoyo incondicional al Ejecutivo pese a sus evidentes fallos durante la pandemia. Tanto, que quizá a Pedro Sánchez no le ha hecho falta terminar de trabajar y volver a casa para escuchar las palabras de ánimo de su mujer, pues antes de eso ya había recibido decenas de elogios por parte de sus palmeros mediáticos. Algunos, auténticos especialistas en la más impactante pornografía periodística.
Lo que ocurrió en el plató el otro día, en cualquier caso, no deja de ser un fiel reflejo de la realidad mediática española, que ha quedado ensombrecida por una batalla entre ‘tirios y troyanos’ en la que gobierna la discordia. En el bando más ruidoso se encuentran las vedettes periodísticas del Gobierno, que fueron las que apelaron a luchar contra los bulos en internet cuando comenzaron a señalarse los errores del Ejecutivo en la gestión de la pandemia. Y las que ahora han vuelto a esgrimir ese argumento machacón que consiste en acusar al contrario de “blanquear el fascismo” ante cualquier argumento que discrepe de la verdad oficial.
El nivel es tan paupérrimo que el mero cuestionamiento de las políticas de Moncloa llega a asociarse con el ensalzamiento de esa ideología totalitaria, tan nociva y macarra como magnética para los memos.
El deje dictatorial de los propagandistas de Sánchez es tal que se podría decir que se ha cumplido el peor presagio de Popper, pues los intolerantes han ganado fuerza y alcanzado posiciones privilegiadas y han comenzado a emprenderla contra las opiniones divergentes. Un buen ejemplo, pero no el mejor, es el panfleto podemita de La Última Hora, especialista en tejer trajes para amortajar a los objetivos políticos del partido. Otro caso lamentable es el del presentador de Sálvame. El que hace un programa “para rojos y maricones (sic)”. El que no admite voces que critiquen cualquier cosa en la que crea.
Jorge Javier Vázquez quizá no sepa el alcance de su discurso, pues, francamente, cuesta asignarle amplias entendederas. Sin embargo, su actitud es peligrosa. Demasiado. Y cada vez está más extendida.