Opinión

Puigdemont no sabe qué hacer con Sánchez

Según se oye cada vez más en Junts, el presidente de Waterloo no le aprieta las clavijas a Sánchez todo lo que debiera. No lo colla prou, que decimos en catalán

  • Sánchez y Puigdemont, navajeo sin sangre -

Las relaciones entre Moncloa y Waterloo son bastante tensas, aunque se empeñen en demostrar lo contrario. Ninguno se fía del otro, lo que es normal hablando de Sánchez y Puigdemont. Especialistas en engañar a propios y extraños saben que uno depende del otro. Aunque con matices. Lo explicaré, porque éstas cosas, si no se vive en Cataluña y se conoce el percal, no se acaban de percibir. Es Sánchez quién realmente necesita a Puigdemont y los siete votos de Junts. Si mañana, por lo que fuera, rompiera con ellos se quedaría sin mayoría – salvo pacto con Feijoó – e iríamos a elecciones generales. Tampoco le favorecería electoralmente, porque Sánchez lleva perdidos más de un millón de votantes y aunque a muchos socialistas les gustaría ver que se aleja del golpismo ultraderechista de Junts, es demasiado tarde para recoger en sufragios esa ruptura. Resumiendo, sin Puigdemont, Sánchez tiene todo que perder y nada que ganar. 

El caso de Puigdemont es distinto. Según se oye cada vez más en Junts, el presidente de Waterloo no le aprieta las clavijas a Sánchez todo lo que debiera. No lo colla prou, que decimos en catalán. Existe un sector muy crítico entre los posconvergentes que considera que Puigdemont sólo va a asegurarse lo suyo y ni eso, porque aunque la ley de amnistía se haya aprobado no se ha hecho efectiva. Según me decía uno de éstos críticos “Hemos renunciado a la calle, a la iniciativa, a la república catalana y todo ¿para qué? ¿Para tener de presidente a Salvador Illa?”

Ni siquiera la condonación basta. No les extrañe. El separatista pata negra entiende que es lo mínimo que puede hacer España, puesto que considera que los separatas tienen derecho a todo. ¿Comprenden? A todo. Nunca será bastante lo que les pueda entregar Sánchez. Existe, además, otra razón más importante desde su punto de vista interno: cada vez son más los alcaldes, cargos y militantes que se pasan con armas y bagajes a Aliança Catalana. Silvia Orriols los acoge con afecto como “compatriotas que vienen a sumarse al proyecto de una Cataluña libre de inmigrantes y de españoles”, porque para esta gente somos lo mismo. Puigdemont tiene pánico cerval a esta señora. De hecho, Junts retiró a última hora su apoyo a la moción de censura que los partidos presentaban a Orriols, alcaldesa de Ripoll, por temor a que la gente de Junts de esa localidad se pasase en bloque a Aliança y eso tuviera un efecto dominó en Cataluña.

Es Sánchez quién realmente necesita a Puigdemont y los siete votos de Junts. Si mañana, por lo que fuera, rompiera con ellos se quedaría sin mayoría – salvo pacto con Feijoó – e iríamos a elecciones generales.

Así pues, a Puigdemont le sería más rentable dejar caer a Sánchez y ganar fama de líder del separatismo que la erosión que supone aguantarlo dos años más en Moncloa. Es el separatismo de extrema derecha y su lógica: o Caixa o faixa, o todo o nada. Esta variable se ha planteado seriamente en Waterloo y no por mindundis, precisamente. El sector del empresariado que sostiene a Puigdemont quiere resultados y coincide con los militantes. Sumen ustedes que, además, los puntos por los indultos y que Illa siga al milímetro las políticas de los anteriores gobiernos separatistas se lo atribuyen los de Esquerra, y no sin razón.

Así tenemos a Puigdemont. No crean ustedes eso de que como con Sánchez no va a estar con nadie. Tal y como han ido evolucionando las cosas, vista cómo va Europa, el Constitucional en España y los oscuros intereses de alguna gran corporación bancaria, al fugitivo del maletero quizá le saldría más a cuenta de cara al electorado separatista romper con Sánchez acusándolo de traidor y de no cumplir sus promesas, que seguir sosteniéndolo aunque sea a base de regate corto y broncas de la señora Nogueras en el Congreso, que son como la gaseosa, al principio mucha espuma pero, al final, nada.

Veremos cosas antes del verano.

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