La globalización huye de la norma evolutiva tradicional que fragmenta las lenguas, es decir, detiene la babelización. Aquel castigo bíblico tiende a extinguirse porque los hablantes eligen, sin que nadie lo imponga, el camino más recto para el entendimiento, el uso cotidiano de dos lenguas como propias, una materna y otra internacional que abre horizontes.
Más de la mitad de las lenguas se encuentran amenazadas, en situaciones de riesgo o al borde de la extinción. Las que podemos considerar seguras son muy pocas. El apoyo institucional no garantiza la supervivencia como muestra la decadencia del irlandés (276.000 hablantes que apenas valoran su lengua frente al inglés), o del bretón (que ha perdido en ocho años la mitad de sus hablantes, que ahora son 107.000), incluso del vasco y del catalán una vez que desenmascaren las estadísticas que pretenden justificar los gastos en inmersión como si el aprendizaje de lenguas fuera una cuestión de millones.
Por otra parte, idiomas que parecen sólidos por la cantidad de usuarios, como el árabe o el hindi, viven sujetos a todo tipo de variaciones regionales o sociales. Lo que le ha tocado en estos tiempos al árabe es la dialectalización. Esas dificultades de entendimiento entre hablas se suplen con una forma estándar, el árabe fushá, que sólo es eficaz en la escritura, algo así como un remedio improvisado para mantener la unidad. En el caso del hindi el camino podría haber sido el mismo, pero sus hablantes han preferido, sin que nadie se rasgue las vestiduras, añadir una lengua unificadora, el inglés, que garantiza el entendimiento entre los hablantes de las variedades, y también el de ellos con sus compatriotas, hablantes de otras lenguas también oficiales en el país.
La anglofonía imperante
El inglés es el idioma que más contribuye al entendimiento internacional. Esta cooperación no se realiza, como tantas veces sucedió en la historia, mediante el abandono de la lengua materna y la aceptación de la lengua útil. El inglés se añade como lengua propia en el día a día. Crecen así los hablantes ambilingües que usan, según los ambientes, su lengua y la británica. Y han aumentado tanto en los últimos años que, según el British Council, el número de anglófonos podría ser de unos dos mil millones, la cuarta parte de la humanidad. El aprendizaje ha sido resultado de la necesidad. Parece evidente que es la lengua que con más frecuencia se empareja con otra a modo de ayuda para la comunicación.
En Europa encontramos ambilingües anglófonos en las lenguas nórdicas y en menor medida en las centroeuropeas. También es complementaria en África, en especial al este y al sur. Naciones como la India, Bangladesh, Malasia o Israel no tienen inconveniente en extender en sus territorios el inglés, enseñarlo en las escuelas, utilizarlo en la administración, en las publicaciones, en la justicia y en la información en general. Son conscientes de su utilidad frente a la inconsistencia cultural y científica de lenguas como el bengalí o el urdu.
Otras lenguas del ambilingüismo
Unas cuantas lenguas más, no muchas más, sirven de complemento ambilingüe por su condición de universales. La segunda, a gran distancia de la primera, no es el chino mandarín, que no rebasa sus fronteras; ni el hindi, más dependiente que capaz de servir como lengua de ayuda; ni el francés ni el ruso, que pierden relevancia internacional, sino el español que es la segunda lengua del mundo en hablantes nativos, en artículos científicos, en Internet, en redes sociales como Facebook o Twitter, y en la presencia internacional de su música. También es lengua del tándem ambilingüe de los hablantes de catalán, vasco, gallego, náhuatl, quechua, guaraní y muchas más lenguas precolombinas.
El francés sirve de complemento cultural para el bretón, el alsaciano, el occitano, y también para el catalán y el vasco, y en África para el árabe del Magreb (marroquí, tunecino y argelino) y otras muchas lenguas de África occidental.
El italiano es complemento para el napolitano, siciliano y una docena más de lenguas de Italia. El portugués es la lengua culta en Brasil para los que tienen una lengua nativa precolombina, y también para angoleños y mozambiqueños, y algunos enclaves más del cono sur.
Hasta épocas recientes, un par de generaciones atrás, lenguas como el vasco, el catalán, el siciliano o el bretón contaban con hablantes monolingües, pero, integrados en las ventajas del ambilingüismo, han dejado de existir
El ruso para el tártaro, el checheno, el yacuto y otros muchos, y fuera de Rusia el ucraniano, el bielorruso, el uzbeco y lenguas de otros países que pertenecieron a la Unión Soviética.
Y podríamos añadir algunas más, pero con mucha menos dimensión internacional que las citadas, entre ellas el chino mandarín, el indonesio o el turco.
La mayoría de las lenguas del mundo o carecen de hablantes monolingües o, si los tienen, viven situaciones de desigualdad, analfabetismo, incultura o aislamiento. Añadiré la condición intuitiva de esta afirmación a falta de estudios que lo certifiquen. Hasta épocas recientes, un par de generaciones atrás, lenguas como el vasco, el catalán, el siciliano o el bretón contaban con hablantes monolingües, pero, integrados en las ventajas del ambilingüismo, han dejado de existir.
Lo que es útil, funciona
Deberían las estadísticas lingüísticas reinventarse, contar en función del patrimonio de sus hablantes. De esta manera diríamos, expresado de manera categórica, que los hablantes de sueco no existen, pues son, casi en su totalidad, ambilingües de sueco-e-inglés. Y las más de seis mil lenguas restantes corren la misma suerte, salvo algunas decenas que, a pesar de mantener el monolingüismo, cada vez buscan más el contacto con otra que gana espacios para abrir horizontes.
La integración de un individuo en el nuevo orden mundial depende del conocimiento de una de las lenguas principales y del automatismo de su aprendizaje porque las lenguas se instalan sin esfuerzo cuando se necesitan, y si no hacen falta no se aprenden, aunque se estudien. El español, el inglés, el francés son lenguas de hablantes monolingües. El vasco, el galés, el bretón, el véneto y el romanche lo son de hablantes ambilingües.
El separatismo no sabe, ni quiere saber, lo que es España, su historia, sus gestas, su cultura, sus tradiciones, su huella. Prefiere vivir en la ignorancia
Las lenguas del separatismo, a diferencia de las lenguas de la humanidad, no sirven para el entendimiento porque no se usan para comunicarse, sino para alimentar el rechazo a las otras, en especial las que más contribuyen a silenciarlas. El separatismo no sabe, ni quiere saber, lo que es España, su historia, sus gestas, sus proezas, sus tradiciones, su huella universal. Prefiere vivir en la ignorancia, nutrirse de ideas deformadas para incrementar el desprecio. ¿Se puede menospreciar el pensamiento del Siglo de Oro? ¿El Quijote, Quevedo, Velázquez, Goya, Picasso, Dalí y el Museo del Prado? ¿Lorca y Miguel Hernández? España, cuando menos, es todo eso y mucho más.
Una cultura admirada por todo el mundo no puede ser ignorada por una parte de los españoles, salvo si los inspira la tosquedad y la necedad.
Nadie puede odiar a un país avalado por una historia que desborda las fronteras. Es imposible rechazar una herencia cultural como la grecorromana y la de otros grandes europeos como Shakespeare, Goethe, Bach, Beethoven, Rubens o Van Gogh. Europa y su historia es de todos. Ningún europeo puede hoy ser nacionalista. Quien no lo quiera ver, que siga en su ceguera.