Opinión

Mas, Rajoy y la cobardía de la gran renuncia

La performance con la que ayer Artur Mas obsequió a catalanes y españoles resultó más bien modesta. Es verdad que si uno seguía el evento por TV3, la televisión soberanista que

  • Mas, Rajoy y la cobardía de la gran renuncia

La performance con la que ayer Artur Mas obsequió a catalanes y españoles resultó más bien modesta. Es verdad que si uno seguía el evento por TV3, la televisión soberanista que lleva perdidos cerca de 100 millones en los tres últimos años, parecía que millones de catalanes se habían echado a la calle en defensa de unos señoritos, presuntos corruptos, de la derecha nacionalista catalana llamados a declarar ante un juez. Y no, ni mucho menos.

Para haber fletado autobuses en toda Cataluña, la cosa resultó más bien modesta, incluso pobretona, por decirlo alto y claro, ello sin contar con que entre políticos de los distintos partidos pro prusés, más alcaldes, más concejales, más asesores, más los que viven del momio, los que pastan en el Presupuesto, que diría Galdós, entre todos bien podrían haber desfilado ayer por el paseo del Borne no menos de 200.000, un suponer, porque hay mucha gente que ha hecho del victimismo clientelar su medio de vida y no es cosa de ponerse ahora a buscar un trabajo exigente en el libre mercado, con el frío que hace lejos del paraguas del glorioso Moviment Nacional de Catalunya.

Fiasco, pues. Menos de 40.000 fieles. Unos pocos que parecen muchos y muchos que parecen poco. La puesta en escena recordaba aquellas bonitas concentraciones que la dictadura –ya se sabe que todo nacionalismo es en esencia un movimiento reaccionario- preparaba en la plaza de Oriente de Madrid a mayor gloria del Generalísimo, plaza de Oriente convertida ahora en caminata abigarrada por el frío entre Sant Jaume y el paseo de San Juan, Arco del Triunfo, las banderas, los gritos, todo esperado, todo manoseado, todo trucado de adhesión inquebrantable a este personaje de cartón piedra que ya está kaput (Pujol dixit) aunque trata de disimularlo, que no era independentista, nunca lo fue, hasta que una tarde de septiembre de 2012 se asomó a la ventana de su despacho y se asustó al ver el gentío reunido en Paseo de Gracia esquina Gran Vía de les Corts, que ahí mismo decidió el galán subirse a ese tren en marcha sin saber dirección, Mas, la famiglia, el pinyol, el Moviment, todos decidieron jugar fuerte porque, en plena brutal crisis, Espanya estaba morta.

Absurdo, ridículo personaje, presunto chorizo repleto de una vanidad inabarcable, que en rueda de prensa en el Museu d'Història de Catalunya, qué menos para tamaño prócer, declaraba días atrás que “Hicimos lo que teníamos que hacer, lo volveríamos a hacer y entraremos en el tribunal con la cara bien alta. Nos querían arrodillados y nos encontrarán de pie”, que el pájaro de la Barcelona alta, la elitista, la rica, no tiene empacho en trasegar citas del Che Guevara, reconocido asesino aureolado por la izquierda mundial.

“No debemos pedir perdón por nada”, dijo también un valiente que ayer necesitó la escolta de 40.000, que solo contestó a las preguntas de su abogado y que se excusó en el desconocimiento, Ignorantia legis neminem excusat, porque toda su defensa consistió en preguntar con cinismo impostado que “Si tan evidente era que era un delito [no obedecer al TC], ¿cómo puede ser que el Constitucional no hiciera nada para hacer cumplir su resolución?”.

Los héroes de cartón piedra que produce un nacionalismo acostumbrado a jugar en casa y sin equipo contrario, se vienen abajo en cuanto los Justicias se meten de por medio. Héroes de pacotilla. Y sí, 40.000 personas, dos millones como poco para TV3, la revolución, los disparos, las iglesias ardiendo de los años treinta, y la absoluta normalidad en la calle y en la oficina y en la fábrica y en el colegio… La gente admirando pasmada por televisión la parafernalia de unos tipos que perdieron la vergüenza hace mucho tiempos reclamando un Estadito a la medida en el que no tuvieran necesidad de rendir cuentas a nadie.

Pretendieron dividir Cataluña con un muro, a un lado los patriotas, a otros los traidores, y trataron de mantener henchida la vela de un viento de odio que ha empezado a perder tensión, que la erección nacionalista apunta ya a la flaccidez nacional de una derecha ladrona cuyo gaznate aprieta hoy la izquierda comunista y antisistema de la CUP. Justo premio a su desvarío.

Ubú president y su cuadrilla

Basta echar un vistazo a la prensa catalana no adicta al régimen fundado por Don Pujolone –“toda la mierda para mí”, reclama el jefe del estercolero-, para darse cuenta de que cada día se anima más gente a desafiar a cara descubierta a los tigres de papel maché del independentismo. Muchos catalanes están reparando en algo que sabían tenían al lado pero no osaban denunciar por miedo a la exclusión social: han descubierto que durante casi 40 años han convivido con un elefante en la habitación, Ubú president y su cuadrilla, y se han dicho que ya es hora de empezar a hacer limpieza.

La comedia ha durado cinco años, y el suflé empieza a ceder porque cuando los ciudadanos en número creciente empiezan a darse cuenta del engaño, el cambio está a punto de llegar. La farsa a punto de caer. El tiempo del miedo se está acabando. “Everything happens to everybody sooner or later if there is time enough”, que dijo el gran Bernard Shaw

Mucho antes hubiera caído de no haber sido por el respaldo que la izquierda podemita y las comadres del charneguismo institucional –corramos un estúpido velo sobre el PSC y asimilados- han venido prestando a esta colla de señoritos protodelincuentes que desprecia su identidad. Pocas cosas hay más ridículamente estúpidas que contemplar a un individuo que se considera de “izquierdas” oficiando de comparsa, de tonto útil de un supremacista de derechas –catalán o bosnio- que le desprecia porque “no es de los nuestros”.

De la alianza contra natura entre una izquierda incapaz de resistir las ensoñaciones identitarias y el nacionalismo reaccionario no ha salido nadie ganador. El resultado a la vista está: la izquierda está hecha unos zorros y el nacionalismo catalán, el de Pujol y compañía, el nacionalismo burgués, en el desguace, arrollado por el avance de la izquierda radical y antisistema… Un gran negocio el de Rodés, Carulla, Sumarroca & Cia.

Nada hubiera sido igual si en Madrid no hubieran pastado Gobiernos irresponsables que, anteponiendo el interés de partido a los generales de España y los españoles, se dedicaron a amamantar al monstruo de un nacionalismo hoy salido de madre. Al final, Mariano tendrá su parte de razón (¿la fortuna ayuda ahora a los cobardes?, se preguntaría un retorcido Virgilio), porque tal vez la mejor solución, sin Eneida de por medio, consista en permitir que el nacionalismo disgregador se autodestruya.

Nunca, sin embargo, deberíamos dejar de pasar factura al político cuya congénita cobardía, con mayoría absoluta desbordante, consintió el atropello cometido estos años contra millones de catalanes no nacionalistas. En el Canto III del Inferno, Dante proclama aquello de "Che fece per viltade il gran rifiuto" en bofetada a Celestino V, el único papa que renunció a usar el inmenso poder de la curia vaticana. Mariano ha resultado ser nuestro Celestino V que, por cobardía, perpetró la renuncia (rifiuto) a cambiar España de arriba abajo. A democratizar Cataluña y el resto de España. Que ese y no otro es el problema de Cataluña y del resto de España.

 

 

 

 

 

 

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